Capítulo 9: El Eucalipto

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-Ray, ¿hoy habrá historia? -preguntó Cassidy, confusa. Después de nueve noches seguidas, se había acostumbrado a un cuento contado por su hermano antes de ir a dormir.

De hecho, si le decían que tenía que irse a dormir sin un cuento antes, la hermana menor se hubiera negado rotundamente a dormir.

Pero Raymund guardaba silencio, no la clase de silencio que se manifestaba antes de comenzar a contar un cuento. El mayor estaba... complicado. En la tarde, el dueño original de la casa en la que vivían los había visitado. Había golpeado la puerta y gritado "¡Ya van a ser tres meses sin pagar, Mike! Los demandaré, y se quedarán a vivir directamente en la calle". Lo que le preocupaba no era en su totalidad que los corrieran, sino qué sucedería después. ¿Vivirían en la calle? No podía permitir que su hermana y él vivieran en la calle, de por sí el barrio donde vivían era peligroso... no quería pensar en cómo sería vivir directamente en la calle.

Pero no quería demostrar preocupación frente a Cassidy. Por el momento, todo estaría bien. O eso era lo que se decía.

-Por supuesto, Cassie. Sólo... sólo estaba pensando.

La pequeña se acurrucó a su lado, y lo miró con sus profundos ojos marrones.

-¿Qué árbol es hoy?

-Es... bueno, no estoy seguro si es un árbol, pero es el eucalipto. ¿Sabes cuál es?

-¿Ese arbusto que tiene olor muy fuerte?

-Exacto. Bueno, comencemos.

Los dragones se escuchaban al fondo del bosque, como si fueran susurros, formadas por fuego y humo, mortales para el humano...

-¡Dragones! -exclamó la niña.

-Así es -Le sonrió el mayor.

Nadie entraba allí... o eso era lo que pensaba la aldea en la que vivía Hope, una chica de 10 años (como tú) que sentía curiosidad por las bestias del bosque.

Cada día después de trabajar con su madre en la cocina de la casa, buscaba su mochila y su libro, en el que tenía anotado los datos de los dragones más peligrosos de su aldea, con ilustraciones que ella misma había hecho.

Al atardecer, cuando entraba al oscuro bosque, sentía la adrenalina pura le recorría las venas, como el latido de su corazón se aceleraba y como ansiaba ver a las bestias, mezclado todo con el miedo que estaba situado en el fondo de su corazón.

Cuando vio un árbol y se fijó en las alas que revoloteaban cerca, en vez de correr para esconderse, se rió fuertemente, imaginándose en lo gracioso que se veía un árbol con alas.

Las alas eran blancas, como si estuvieran hechas de nieve, y Hope se preguntó si los ángeles tenían ese aspecto, aunque no creía que tuvieran el rostro y escamas que estaban frente a ella.

Hope sonrió nerviosamente y sacó un pescado de su mochila para después ofrecerlo a un dragón.

El dragón meneó su cabeza y puso su pata en frente de la chica.

-Nada de carnes ni pescado... sólo vegetales y, ¿tienes eucalipto? -La miró el dragón, con sus brillantes ojos.

-¡¿Q... que... qué?! -respondió atónita, con los ojos y la boca abierta.

-¿Tienes eucalipto? -repitió el dragón, moviendo sus alas blancas- Necesito tener un aliento refrescante, y el eucalipto me deja un aliento muy refrescante muchas horas del día.

-¿Hablas? -preguntó la chica temblando.

-No -respondió con sarcasmo- Sólo emito sonidos con la boca.

-Bueno... esto no me lo esperaba... pero ya que estamos aquí solos los dos, ¿puedo... montarte?

-Sólo si me consigues eucalipto.

-Pero no tengo.

-Entonces ¿cómo voy a tener mi aliento refrescante?

-Tengo menta -Sacó de su mochila unas hojas de menta, y se las ofreció al dragón, pero él negó.

-No me gusta la menta. Me causa indigestión.

-Pero por favor, acéptalo. Si lo haces, seré la más cool de mi escuela, y seguramente Thomas Bringhton me notará -la chica suspiró- Ese chico es fuego verdadero.

-Yo tengo verdadero fuego, y si no me das mi eucalipto, te comeré y te lo mostraré... No, espera -dudó- Primero te voy a mostrar el fuego y después te comeré... sí.

-Espera, no te pongas rudo. Tengo algo mucho mejor -Hope sacó una bolsa de la mochila, y la abrió para sacar una...

-¿Pasta de dentífrico? -preguntó el dragón.

-Es mucho mejor. Tendrás tu aliento refrescante y dientes blancos las 24 horas del día. Y lo mejor es que es sabor a eucalipto.

-No lo sé... -dudó la vista.

-Yo siempre lo uso y mira -sacó un cepillo de pelo de la misma bolsa, y le puso pasta dental encima- Aquí. Déjame ayudarte -Le empezó a cepillar los dientes.

Cuando terminó, el dragón se relamió, pensando su veredicto.

-Tienes razón. Esto es muy bueno y mucho mejor.

-Ahora, ¿te puedo montar para ser cool?

El dragón la miró y se agachó para que la chica subiera.

-Sí. Además también seré cool por mi aliento cuando vaya a la casa de los padres de mi novia. Hoy tenemos una cena.

-¿Qué comerán?

-A un chico apestoso de apellido Brighton.

-¡No! -exclamó Cassidy, horrorizada.

-Así es -contestó Raymund, con total tranquilidad.

-Pero... ¿se lo comieron de verdad?

-No. Hope regañó a los dragones, y les dijo que comer a cualquier persona u animal estaba mal, y así los demás dragones terminaron comiendo lechugas, zanahorias y eucaliptos.

-Oh.

-Sí.

Hubo un pequeño silencio. Ray se acomodó.

-Bien, ahora a dormir.

-Está bien... buenas noches.

-Buenas noches.


N/A: Otra vez, gracias Renata por darle vida al dragón come-eucaliptos y a Hope.

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⏰ Last updated: Apr 15, 2016 ⏰

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