Capítulo 1: El Manzano

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El hermano mayor estiró la mano para encontrar el interruptor de la lámpara, que estaba sobre la mesa de noche. Una vez que la luz inundó la habitación, miró a su hermana, con los ojos somnolientos. Se había cubierto con las sábanas hasta la nariz. Su cabello rubio estaba disperso  en la almohada, y sus ojos gris oscuro parecían asustados.

—Muy bien... —Ray rascó su cabeza, bostezó (eran casi las tres de la mañana, y no podía evitar sentir un sueño pesado) y luego sacudió su cabello, haciendo que parezca como una especie de nube color marrón. Sus rizos quedaron desordenados, y esto le sacó una pequeña sonrisa a la niña. No quería decepcionarla con la historia; pero lo intentaría.

Bueno... había una vez una niña... No, chica, de cabello oscuro y ojos... verdes, como las manzanas verdes. Tenía el cabello muy largo, y cuidaba el manzano de nuestro jardín. Tenía mucha energía, y todo el tiempo le sonreía a la gente que caminaba en la calle.

A esa chica le gustaba tocar el violín mientras llovía, y no le importaba si su violín se estropeaba. Al árbol le gustaba oír cómo tocaba y movía las hojas y a veces se le caían manzanas, pero no importaba, porque la música era bonita.

Un día, la chica se enfermó.

Raymund hizo una pausa para mirar a su hermana, que tenía los ojos muy abiertos, esperando a que continuara la historia. Le encantaba ver su cara emocionada cuando sucedía algo, en especial porque su expresión lo decía todo.

Su cara estaba muy pálida, y el manzano se veía como... triste, y quería llorar como los sauces que le había hablado la chica una vez.

Entonces el manzano lloró, y comenzó a llover. A los días, sus lágrimas se volvieron manzanas, y las manzanas no eran verdes, eran doradas. Todo el vecindario se acercaba a ver y comer las manzanas.

Una niña pequeña, de cabello como las manzanas y ojos grises, como los tuyos...

La niña estaba sonriendo, a pesar de que las sábanas cubrían sus labios.

Buscó y buscó a la muchacha que cuidaba el manzano, con una manzana dorada en la mano, hasta que la encontró. Esa chica estaba en su cama, con uno de esos paños para la fiebre, de estos que mojas y te los pones en la frente.

La niña le dijo que el árbol la necesitaba, porque se estaba comenzando a marchitar mientras daba las frutas de color dorado, pero la otra respondió que no podía ir.

Entonces, le dio una manzana a la enferma, y ella la comió. Casi enseguida se sintió mejor, y se levantó de un salto. Estaba cmo cuando tocaba el violín en el manzano y saludaba a la gente, con sus sonrisas bonitas.

Se mejoró, y volvió a tocar como antes, con la pequeña bailando junto a las hojas del árbol, y el manzano nunca volvió a llorar.

Para cuando Raymund miró a su hermana, tenía los ojos cerrados, la sábana a la altura de su clavícula, y la boca ligeramente abierta.

Sonrió, apagó la luz, y la abrazó para dormirse.

Los Árboles Sin Contar [Dos Hermanos y Tres Inviernos #1]Where stories live. Discover now