Capítulo 7: El Olivo

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Durante el día, Ray había tenido mucha hambre. Esto no era lo malo. Lo malo es que no tenía dinero, ni para él mismo, ni para Cassidy, que era lo más importante. ¿Qué hizo? Simple. Comenzó a robar, a meter la mano en los bolsillos de la gente, sacar una billetera y correr como alma que lleva el diablo. Por lo mismo, el mayor estaba muy cansado.

Así fue como consiguió la comida del día, para ambos: dos panes con queso y jamón para cada uno. No era la gran cosa, pero sería suficiente para calmar el estómago por una noche.

Cuando fue a la panadería fue algo realmente extraño. Es decir, había ido antes, por supuesto, pero los olores exquisitos que habían hacía que el estómago de Raymund se retorciera y se arrastrara por el piso gritando "¡DAME PASTEL DE FRUTAS!" y este lloraba como niño pequeño haciendo rabieta. Además de cosas deliciosas, había visto al panadero amasar una masa, y ponerle olivas al pan, por lo que vio. Parecía un pan realmente malo, y se acordó de su amigo John Lemon, y así, le llegó la inspiración para la siguiente historia.

Cuando estaban en su habitación, ya acostados y con la luz apagada, Cassidy se removió, algo incómoda.

-¿Ray?

-¿Sí?

-¿A qué saben las olivas?

La pregunta lo pilló.

-Nunca he comido. Supongo que debe saber como a aceite, por el aceite de oliva.

-Qué asco.

-Bueno, quizá sabe mejor. Quién sabe.

Silencio. Luego, la pregunta que ambos estaban esperando.

-¿Me cuentas una historia?

-Obviamente.

Los dos sonrieron, pero ninguno de los dos pudo ver la sonrisa del otro.

-¿Qué árbol es?

-Mhm... El olivo.

-¿De verdad?

-Así es. Es un poco diferente, eso sí. Quizá te de hambre, pero ya es muy tarde para comer algo más.

Aunque, la verdad, lo decía porque no había qué comer.

Hubo otro silencio, pero este era más cómodo. Ray se estaba mentalizando para comenzar a contar la historia.

Érase una vez, un panadero que se llamaba Oskar, que tenía una panadería y un olivo en su jardín que siempre se le olvidaba regar. Su panadería iba bastante bien, y vendía cosas extrañas, como pan con betún de zapato, o pastel de hojas de olivo. A la gente en general le gustaba, pero un día, algo comenzó a ir mal. La gente ya no compraba sus tartaletas de estropajo, y luego, dejaron de comprar también su pan de olivo.

Oskar, confundido, fue a su árbol y le gritó:

-¡Quiero mis hojas buenas de vuelta, la clientela se nos va!

Entonces el árbol se enojó y le dijo, de vuelta:

-¡Mis hojas están bien, humano!

-¡Pero la gente está dejando de comprar mis productos!

-¡Pero es que no vez que la niña ésta abrió una panadería al frente tuyo, y que vende panes más bonitos que los tuyos!

-¡Pero mis panes son geniales! ¡Mejores que los de ella!

-Ay sí, ay sí, muy bien, señor Betún de Zapatos.

Oskar se cruzó de brazos y golpeó el tronco del árbol.

-¡Salgan de ahí, pequeños maldadosos! -le gritó al tronco.

Los Árboles Sin Contar [Dos Hermanos y Tres Inviernos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora