Capítulo 4: El Sauce

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Antes de dar y recibir golpes, Ray tenía dando vueltas en su cabeza lo que había dicho Cassidy la noche anterior, sobre los sauces. Su descripción sobre ellos había sido tan... brillante, que quiso pensar una historia sobre aquello, pero sólo podía pensar en su madre, y el sauce que nunca fue plantado.

Entonces, cuando llegó la noche, ya tenía la historia hecha.

—Ray... ¿Por qué tienes un ojo morado? —preguntó la pequeña con el ceño ligeramente fruncido, cuando ya la noche había caído, y estaban sentados a cada lado de la cama.

—No te preocupes, Cass... —Vio como la niña se acercaba, e intentaba tocarle el ojo, pero casi enseguida la desvió, y, con cierta preocupación, se apartó. El ojo le había quedado morado, al igual que su mejilla y parte de sus brazos, piernas y estómago—. Tranquila. Sólo son manchas. Van a desaparecer en poco —Pero el labio roto de su hermano y el corte en la mejilla no la tranquilizaba.

—¿Estás seguro...?

—Por supuesto. Mañana no se notarán. Al menos no mucho.

El mayor apagó la luz, más que nada para que Cassie no viera su cara magullada.

—¿Habrá cuento esta noche? —preguntó, con cierto miedo.

—Claro que la habrá. ¿Sabes de qué árbol es? —La voz de Ray era como un roble: profunda, como si fuera a dormir, pero estaba más despierto que nunca, emocionado por lo que le contaría.

—Hm... ¿Un eucalipto?

—No. Sigue intentando.

—¡Un sauce!

—¿Cómo lo haces para leerme la mente? —Ray sonrió, a pesar de que los labios le dolían—. Sí, es un sauce...

Cassidy no dijo nada. Sólo esperó a que su hermano comenzara.

Hubo una vez... No, mejor... Eh... sí, había una vez un sauce... o más bien una mujer que corría por las solitarias y larguiruchas calles, mientras dejaba un camino de lágrimas sobre el cemento sólido, que se parecía a lo que minuto antes había golpeado a su mejilla. Claro, no le echaba  la culpa al cemento, eso se entiende...

La mujer lloraba y lloraba, y seguía corriendo como si su vida dependiera de ello... y de cierto modo lo hacía minutos antes, cuando la palma de su esposo estaba en su cara.

No era exactamente un cuento para dormir, pero Ray quería contarle la historia. Su madre se la había contado a él, pero sólo a él. En ese entonces, Cass tenía seis años, no lo iba a comprender del todo.

La gente que la miraba tenía cara impasible. Igualmente, ¿qué les importaba? Nadie hacía nada de todas maneras.

Cuando la mujerparó de correr y se tranquilizó, se dio cuenta de que estaba a unos metros del riachuelo que cortaba la calle en dos.

Mientras miraba la naturaleza, expectó a una pareja que pasaba al otro lado, tomados de la mano. Parecían felices. La verdad es que todo lo que pasaba por ese lado parecía feliz; lo colores vivos, lo animales, e incluso el árbol que miraba expectante a la pareja sin decir nada, era feliz. ¿Cómo lo sabía? Lo veía. El árbol estaba con la mirada firme sobre los jóvenes.

Pero en el lado en que ella estaba, sólo había un sauce con las hojas en el agua, como si estuviera llorando. Por alguna razón, la mujer se acercó al árbol, y se dio cuenta de que su lado era realmente triste. Era como si el riachuelo fuera un espejo que no reflejaba lo mismo, si no que lo contrario. Un lado era colorido y vivo, mientras que el otro era gris y opaco.

"Como yo"  se dijo la mujer.

Cuando se posó en el árbol, sintió que la comprendía, que el sauce tenía el mismo color que ella. El mismo miedo se escondía entre las hojas, la sabia y las raíces de su nuevo amigo. El árbol se sentía comprendido, por lo que se enderezó y dejó de llorar para poder consolarla.

La mujer ahora estaba en paz, hablando con el árbol, pero como siempre, había que despertar de la pesadilla y volver a la vida.

"Despertar del sueño y volver a la pesadilla" dijeron las ramas que tocaban su oído. "Todo mejorará algún día, M..."

"Lo sé" respondió ella "Por ellos. Sólo por ellos" Tocó parte de su estómago.

Ella dijo adiós. Se separó del árboly volvió a la calle, esta vez guiada por el frío viento. Al sentir un ruido en el riachuelo volvió su cabeza y observó cómo su amigo tomaba su posición original. Pero esta vez no lloraba, y ella entendió que la compadecía.

Giró sobre sus talones y siguió su camino por el lado triste del reflejo del riachuelo, prometiendo volver cuando necesitara hablar.

Silencio.

Cassidy seguía despierta, podía escucharla, pero ninguno de los dos quería hablar, así que el silencio reinó tanto en la habitación como en sus corazones.

Cassie soñó con el lado brillante del riachuelo.

N/A: El cuento del sauce pertenece a una de mis mejores amigas. Renata, gracias por soportarme y ayudarme en esto.

Los Árboles Sin Contar [Dos Hermanos y Tres Inviernos #1]Where stories live. Discover now