Capítulo 31

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Narra Onodera:

Siempre me ha sorprendido la rapidez, o lentitud, con la que el tiempo se mueve según la situación en la que te encuentres. Entre más disfrutas el momento, más pronto encuentras su final. Y mi momento de felicidad en casa de mi novio, pronto terminó. Más pronto de lo que me hubiera gustado en realidad.

– ¡¿No les dijiste a dónde irías?! –pregunta el azabache frente a mí con exasperación y visiblemente molesto, haciendo que yo me encoja en el mullido sillón de la sala, donde me encuentro.

Como dije, todo tiene un final; antes de darme cuenta, la hora de volver a casa llegó, y la verdad, es que no había pensado en ninguna excusa que les diría a mis padres de porqué no llegué a casa a dormir. Cuando le pedí a Takano que me ayudara a pensar en alguna, me preguntó si mis padres sabían que había salido con él y cuando respondí que no, el regaño comenzó.

– Perdón –murmuro, sintiéndome culpable y jugueteando con mis dedos de manera nerviosa, tratando de tranquilizarme– les dije que saldría, pero no a una cita contigo...

Enseguida que termino de hablar me muerdo la lengua y me reprendo por haber abierto la boca. Recordatorio mental: no hacer enojar a Takano, es un papá enojado.

– ¿No crees que están preocupados? ¡¿Y si te hubiera pasado algo?! –tiene el entrecejo demasiado fruncido y los ojos bien abiertos, para captar cada una de mis reacciones. Reafirmo; en un como un padre enojado–. No puedo creer que no hayas avisado... –suelta un bufido, mientras se presa el puente de la nariz– ¿Te han llamado?

Una descarga de adrenalina me recorre el cuerpo al recordar que tengo el celular apagado y que, por ende, no tengo una respuesta a su pregunta, por lo que decido mantenerme en silencio, mirando al suelo, esperando su reacción.

– ¿Onodera?

– ¿Sí? –entono, pero mi voz suena en un tono demasiado bajo, más de lo que hubiera esperado.

– ¿Te han llamado tus padres? –repite, dedicándome una mirada inquisitiva que me hace sentir como un niño pequeño, siendo interrogado por su progenitor antes de recibir un castigo.

– No sé... –susurro, apresando el interior de mi mejilla entre mis molares, con un poco de fuerza para tratar de distraerme, sin llegar a infligirme daño, claro está.

Silencio. Un largo suspiro de su parte y nuevamente silencio. Mi mirada en la alfombra y silencio. El tic tac del reloj y ninguna palabra por parte de mi novio. Los latidos acelerados de mi corazón, mis ojos aún sin atreverse a mirarlo y lo escucho carraspear.

– Enciéndelo –ordena con voz ronca, que me hace temblar aún en mi sitio. Nunca había visto a Takano en ésta faceta suya, tan serio, tan dominante, tan... Alfa.

No digo nada más, tan solo me limito a obedecer lo último que me dijo. Con los nervios a flor de piel llevé mi dedo índice al botón de encendido/apagado, para presionarlo y dejar que las letras de inicio aparecieran en la pantalla.

– Lo lamento –me disculpo nuevamente, en tono bajo pero audible, levantando mi rostro con lentitud para observarle, tratando de descifrar así su expresión seria– no era mi intención preocuparte...

Le escucho chasquear la lengua, para luego golpear la palma de su mano un par de veces contra su pierna con levedad y luego dirigir su profunda mirada hacia mí.

– Lo sé –responde y su tono revela que aún está molesto– pero si yo fuera tus padres, estaría paranoico. No puedes irte a alguna parte y no avisar. ¿Te imaginas si te hubiera pasado algo?

– No pasó –sonrío de lado, en un intento de tranquilizarle.

– ¡Pero ellos no lo saben! –gruñe, llegando a sentarse junto a mí de una manera brusca, que logra sobresaltarme– ¡¿Te imaginas cómo deben sentirse ahora?! Ellos bien pueden pensar que alguien te secuestró ¡No llegaste a dormir anoche!

– ¡No sabía que no iba a llegar a dormir! –le grito de vuelta, ya molesto de recibir sus regaños, antes de ponerme en pie y girarme a verlo con mala cara– ¡No tenía idea de tus planes! No creas que porque tuvimos sexo anoche ya eres mi dueño o alguien para regañarme.

La sorpresa se ve reflejada en su rostro ante mis palabras y es cuando caigo en cuenta de lo que acabo de decir. De a poco en poco, el temor comienza a invadirme al pensar en que se pueda tomar a mal mis palabras, por lo que le observo con culpa, con intención de disculparme, pero el sonido de mi teléfono nos interrumpe a ambos.

Me acerco a tomar el móvil, mas antes de contestar le dedico una rápida mirada, a lo que él asiente, en modo de aprobación, presiono el botón verde, para tomar la llamada.

– ¿Sí?

– ¡Ricchan! –la voz llena de pánico de mi mejor amiga suena fuerte a través de la bocina, por lo que separo un poco el aparato de mi oído– ¡¿Dónde estás?! ¡Tus padres! ¡Ahg! ¡¿Estás bien?!

– S-sí, e-estoy bien –me apresuro a contestar– ¿Qué pasó con mis padres?

– ¡Están muy preocupados por ti! Me llamaron ayer preguntando por ti, diciendo que no habías vuelto a casa... –hace una pausa para retomar el aire que gastó gritándome– querían saber si te habías quedado a dormir en mi casa... –un breve silencio, en el que escucho que golpea algo– ¿Dónde estás? ¿Estás con Takano? ¿Está todo bien?

– Sí, sí, todo, todo está bien –le tranquilizo– estoy con Takano. Me quedé en su casa a pasar la noche... ¿Qué le dijiste a mis padres?

– Les dije que sí te habías quedado conmigo –murmura, notablemente más aliviada– recordé que nos dijiste que tendrías una cita con él y de momento supuse que algo así había pasado, por lo que les mentí a tus padres.

Por primera vez, en un largo rato, siento que el oxígeno que respiro por fin llena mis pulmones, a la vez que la tranquilidad regresa (en parte) a mi ser. Una preocupación menos.

– Gracias, An, en verdad –digo, soltando un largo suspiro de alivio, antes de dedicarle una rápida mirada a mi novio, que ha estado bastante callado durante estos minutos– eh, te debo dejar, gracias de nuevo, cualquier cosa te llamo después. Adiós. –termino la llamada, sin siquiera darle oportunidad de quejarse o me objete algo.

Los ojos avellana de mi novio se mantienen fijos en los míos, a la vez que yo también le miro fijo, sin saber qué decir o hacer. Un incómodo silencio comienza a reinar el ambiente, generando una presión en mi pecho que incrementa.

– Ven –pide, golpeando sus piernas un par de veces, indicando que quiere que me siente en sus muslos. Desconfiado le observo por un par de segundos, hasta que me sonríe de lado y cedo.

Al momento en que mi cabeza se recarga en su pecho y sus brazos me aprietan a él, siento cómo la incomodidad del momento se desvanece y desaparece, como si nunca hubiera existido.

– Perdón por lo que dije –musito, cerrando los ojos al sentir la suavidad con que sus dedos comienzan a acariciar mis cabellos– no quería que sonara de ese modo.

– No, no te disculpes –dice, dejando un casto beso en mi coronilla– tienes razón. No soy tu padre, ni nada parecido. Tan solo, –hace una breve pausa, como si estuviese buscando las palabras– me puse a pensar, en todo lo que podría ocurrir, si un omega tan lindo estuviera solo por las calles...

La sangre se arremolina en mis mejillas con fuerza ante sus palabras, avergonzado le doy un suave golpe en el hombro, quejándome por lo cursi que sonó.

– Es la verdad –se excusa, riendo con levedad– no me gustaría nada imaginarte caminando solo en la noche. Eres demasiado lindo. Estarías en muchos peligros.

– Creo que ya estoy en uno justo ahora –bromeo acurrucándome más contra él– y no estoy en la calle, solo, ni de noche.

– Bueno cariño ¿Qué te puedo decir? –pregunta con una enorme sonrisa en sus labios, para luego abalanzarse sobre mí y comenzar a besarme el rostro, cuello y clavículas, a la vez que sus habilidosos dedos recorren mi cuerpo, en rápidas y cortas caricias, que tan solo logran hacerme reír hasta dejarme sin aliento– eres demasiado lindo... –susurra cerca de mi oreja, antes de continuar con sus mimos.

Esto es lo que más me gusta de mi relación con Takano. Las pocas peleas que llegamos a tener, siempre terminan así, en cálidas risas y dulces besos.

Sé mi príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora