—Hijo de puta —masculla entre dientes.

—Ya no pude... simplemente me rendí. Ya no podía seguir viviendo de esa manera —Gael toma una de mis mano y la acaricia con suavidad sin dejar de mirarme —. No tenía cara para ver a mis padres, quienes a pesar del castigo al que me tenían impuesta, sabía que los iba a decepcionar aún más. Ellos no creerían nada de lo que yo les dijera. No quería ver la cara de mis hermanas.

— ¿Las divulgaron?

—No lo creo, mis amigos ya estuvieran aquí si eso hubiera pasado —una media sonrisa se dibuja en su rostro —. Suelen ser muy sobreprotectores.

— ¿Ellos lo saben? —Niego con la cabeza —, ¿alguien lo sabe?

—No. Nunca se lo conté a nadie. Solo tomé mis cosas y me fui —paso saliva con dificultad —. Pero no hay día en que no tema por esa foto. En si hay más. En si ya las divulgaron. Es horrible.

— ¿Por qué no te das una ducha? —Me toma de la mano para que me ponga de pie junto a él —. Mientras tanto yo te voy a preparar algo de desayunar. Mereces un momento de paz.

—Gracias. Por todo —me envuelve entre sus brazos con ternura. Algo poco inusual en él —. Por ayudarme, por escucharme —por no juzgarme, quiero decirle. Pero callo.

—Todos necesitamos de alguien que nos escuche. Uno puede llegar a ahogarse con el dolor —siento su aliento en mi cuello —. Anda, date una ducha de quince minutos. Relájate por unos instantes.

Le regalo una sonrisa al asentir con la cabeza. Una vez que él sale de la habitación, tomo un pijama desgastado gris y una blusa de tirantes blanca para entrar al baño y asearme. Mientras el agua cae por mi piel, por mi rostro. Voy sintiéndome más limpia, más ligera. El haber hablado de todo esto con Gael fue de mucha ayuda. Ya no siento la misma carga que sentía cuando llegué a Vallarta. Cuando me fui de Ajijic.

Una vez que salgo de la regadera, me cambio de ropa, cepillo mi cabello y salgo a la habitación, donde escucho como alguien toca la guitarra. Con sigilo, me aproximo a la puerta y la abro solo un poco y con sumo cuidado, ya que no quiero que Gael me descubra fisgoneando.

Y entonces lo veo. Está sentado en uno de los sillones de la sala, atento a su guitarra, mas su mirada luce perdida. En absoluto silencio, me dispongo a escucharlo cantar.

Aún tengo el sabor, guardo el calor de tu piel, amor. Caricias que me atan a esa luz en tu interior —su mirada se alza en dirección a donde me encuentro yo. Me hago a un lado para que no me atrape —, beso otra vez tu foto colgada en la pared —vuelvo a echar un vistazo, Gael se encuentra concentrado en su guitarra —. De día estás conmigo, luego tienes que ir con él —su semblante se ensombrece por unos instantes.

»Ya no entiendo que me pasa, era un juego y no podía perder —paso saliva con dificultad —. Ahora solo sé que duele, duele —no sé si está cantando esa canción por casualidad o si es porque expresa como se sentía con mi relación con Said. Pero bueno, ahora eso ha terminado. Y yo solo quiero seguir escuchándolo —. Esta noche vuela conmigo, déjate caer al vacío. Necesito verte entiéndelo —mi respiración se agiliza por unos momentos —. Esta noche vuela a mi lado, él te espera como evitarlo. Tengo tanto miedo entiéndelo... —deja de tocar de forma abrupta. Sin preverlo voltea a mi dirección —. Sé que me estás viendo Denise —con el rubor a todo lo que da, abro la puerta de mi habitación con una sonrisa de esas que uno hace cuando te atrapan In fraganti.

—Estaba a punto de abrir la puerta —le digo una vez que tomo asiento en una de las sillas de la cocina.

—Finjamos que te creo —deja la guitarra en el sillón, para ponerse de pie y venir a mi lado —. Aquí hay unos chilaquiles. Espero y sean de tu agrado.

La única excepciónWhere stories live. Discover now