XII. Llamada telefónica

Comenzar desde el principio
                                    

"No te creo", le replico.

"No me importa", dice ella de inmediato. "Puedes quedarte de gerente general del Grupo todo lo que quieras, no es algo que me interese"

"¿Qué es lo que te interesa, entonces?"

"Pensé que ya lo había dejado claro", responde Laura. "Me interesa librar al mundo de esta escoria. No quiero que siga habiendo vampiros dominándonos"

"De nada te va a servir destruir a los De la Cruz", le digo mientras camino por el borde del techo del edificio. Allá abajo hay personas yendo de un lado para otro. No muchas, pero la hay. "En otras ciudades hay otros grupos de vampiros. Alguno de ellos vendrá a tomar el control. Y todo comenzará de nuevo"

"Hay gente encargándose de eso, Erwin"

"Necesito saber más. Estoy poniendo mi vida en peligro. La mía y la de mi familia", me quedo parado mirando al horizonte. Desde donde estoy y a esa hora de la noche, la ciudad se ve hermosa.

"Todos estamos arriesgando mucho, Erwin"

"Pero algunos más que otros. Algunos ya no tienen nada que perder. Es fácil proponer cambiar al mundo cuando ya no tienes a nadie en él para poner en riesgo. Tu situación y la mía son muy distintas, Laura"

"Te equivocas, Erwin. Te equivocas muchísimo", hay un silencio que no me gusta en lo más mínimo. "Como sea. Necesito saber si podemos contar contigo o no. Y debo saberlo ahora"

"No puedo tomar una decisión así de grande sin más información", le digo observando el movimiento de las luces de la ciudad.

"Es una lástima. Tienes un minuto para decidir. Ya tuviste medio día para pensarlo. Yo solo llamaba para saber cuál había sido la conclusión. No nos engañemos, Erwin. Tú ya has tomado una decisión. Estás demorando decirme qué escogiste, porque eres un cobarde. Pero no te preocupes. Incluso cobardes tienen usos en estas revoluciones"

"Yo no soy cobarde. No tengo miedo por mí. Tengo miedo por mi familia"

"Los cobardes siempre tienen coloridas y creativas maneras de justificar su cobardía, Erwin. Y aún así, necesito una respuesta"

Suspiro y bajo el teléfono otra vez. Laura tiene razón. Yo ya he tomado una decisión. Lo hice horas antes, cuando Malena De la Cruz amenazó mi vida. Cuando William me trató como me suele tratar. Cuando realicé esa visita y recordé todas las razones por las cuales debería considerar en serio la propuesta de esta asesina.

Levanto el teléfono y lo llevo a mi cara.

"Está bien", acepto. No sé bien qué esperar ahora, así que bromeo un poco. "Qué demonios. Que no se diga que fui un cobarde en este momento histórico. ¿Cuál es el siguiente paso, entonces?"

"Voy a necesitar que te quedes muy quieto", me dice Laura y corta la comunicación.

"¿Aló? ¿Laura?", sigo hablando al aparato a pesar de que sé que no me puede escuchar.

De pronto, ella se comunica de otra manera. Veo que el punto rojo que indica a dónde está apuntando ya no está posado sobre mi pecho, sino que está subiendo lentamente. Mi primera reacción es correr, pero recuerdo lo que me indicó.

Que me quedara muy quieto.

Eso y que debía procurar dejar de ser un cobarde.

De hecho, ésta era una acusación que me molestaba. Yo nunca me había considerado un cobarde. Desde que era pequeño en el colegio no había tenido ningún reparo en hacer lo que consideraba correcto, a pesar de que las consecuencias no siempre resultaban a mi favor.

Recuerdo, por ejemplo, cuando Dante, yo y un par más de amigos decidimos que no íbamos a dejar que Arturo, un chico popular de nuestra clase siga maltratando a otros. No fue una campaña muy exitosa. Eventualmente uno de nosotros le contó a alguien lo que pretendíamos hacer, quien a su vez le contó al tal Arturo. Éste nos confrontó de inmediato y yo terminé siendo el que dió la cara. Ese día me peleé con él. Fue la primera vez que me peleé con alguien.

Nadie salió herido. No hubo moretones. Fue una de esas peleas de primaria, en las cuales no hay realmente golpes, sino más bien llaves al cuello y nada más. Ahora que lo recuerdo, debería de haberme sentido como un vencedor, tomando en cuenta que me había enfrentado al bravucón de la clase y registré un empate. No sé por qué en esa ocasión regresé a mi casa sintiéndo como un perdedor.

Sobre todo porque a partir de entonces Arturo nos comenzó a tratar mejor. Ahora lo tengo claro. Algo debe de haber tenido todo el incidente de la campaña.

Es curioso, porque lo que sí he sido toda mi vida es un buscador de aceptación. A otros los motiva la búsqueda de la pareja ideal. A otros la sobrevivencia inmediata. A mí lo que me motiva es que otros me digan que estoy haciendo un buen trabajo. Que sea reconocido. Y puede ser incluso gracioso, porque ahora soy gerente general del Grupo De la Cruz. Dentro de mi mundo, es lo máximo a lo que puedo aspirar. Más allá de esto no hay.

A menos, claro, que aspire a vivir para siempre. A ser uno de ellos.

También es curioso que no haya pensado en eso antes. Yo sé que es una posibilidad. Sé que cada cierto tiempo los vampiros adoptan a un humano que haya sido leal a ellos.

Los vampiros de la calle AbastosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora