Capítulo 52: Poco a poco, todo se acaba.

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Cloe Fox

Miro hacia arriba, hacia los lados, hacia todas direcciones sintiendo confusión al ver dónde estoy. Paredes celestes, tele sencilla, dos puertas, una ventana y lo más notorio, una camilla en la que me siento postrada.

De pronto, la puerta se abre, dando paso a unos cuantos de mis hermanos. Observo el rostro roto de Brad, el dolor notable de Jairo y una sombra de lo que creí que era Gazz.

“¿Qué os pasa?” intento preguntar, mas las palabras se quedan atrancadas en mi garganta. ¿Por qué no quieren salir?

Bradley me mira directo a los ojos y, acto seguido, me besa la frente. Me susurra un pequeño e íntimo «te amo» y se aleja hacia el sillón que está al rincón de la sala.

De pronto Jairo se arrodilla a mi costado izquierdo, apoyando su cabeza en mi almohada, a la que no le encuentro tacto. Gazz rodea la cama y, sin preámbulos, se sube a ella haciéndose un hueco y arropándome con sus brazos mientras pega su boca a mi oído.

- Te quiero, zanahoria – susurra haciendo que mi piel se erice – por favor, sé fuerte, no nos dejes.

- Si tu vieras todo el embrollo que causaste... - dice Jairo sonriéndome. Coloca un mechón de pelo tras mi oreja. Es extraño, porque no siento que mi cabeza gire, pero veo todo perfectamente – Están todos esperando a que salgas de una vez de esta y podamos irnos a casa tranquilos de nuevo.

“El chico del taxi, ¿cómo está el chico del taxi?” intento preguntar de nuevo. Nada.

- Han venido todas las chicas, por cierto, no me contaste que Noah dejó embarazada a Lo – me susurra Gazz anhelante.

“Va a ser una niña” añado en mi subconsciente frustrada “te lo iba a decir hoy mismo”

- El caso es – explica Jairo – que están aquí Lo, y sus casi ocho meses de barriga, Dania, Alex, Fati, Julia, que trae dos gemelos preciosos de cuatro meses de embarazo, y... Yowi – suspira – también ha venido Esteban – siento que en ese momento mi pulso se acelera incontrolablemente un poquito, a lo que mis hermanos sonríen. Al menos saben que les escucho – está destrozado, hermanita, no para de llorar y repetir que siente mucho haber ido al partido de fútbol antes que ir a recogerte.

- Así que... tienes que despertar, renacuaja, porque me la juego a que él te pedirá salir en cuanto abras los ojos y luego nadie sabrá de ti cuando te hundas en la fase anatómica del enamoramiento – sonrío, en mi interior, ya que en el exterior no puedo – no me dejes, por favor – añade Gazz con la voz quebrada.

“No lo haré” exclamo para probar suerte. Sin éxito de nuevo. ¡Maldita sea!

Cada segundo que pasa me siento más enfadada ante el hecho de que no puedo alzar la mano para acariciar la empapada mejilla de Gazz. Pero de pronto escucho un susurro a mi lado contrario, es Jairo...

- entró en mi corazón...para no volverse a ir...- va cantando él con los ojos cerrados y mi mano cableada en su pecho. Siento su pulso relentizado – es mi amiga, mi hermana, es parte de mi ser, que me siento feliz de poderla tener...

Mi ojo derecho arde en ganas de llorar, mas no consigo que la gota salada caiga.

Una nube negra me envuelve sin poder evitarlo.

“¡no, no me dejéis ir, chicos!” intento pedir auxilio. Pero ya es demasiado tarde.

La neblina blanca aparece de nuevo mostrándome unos cuantos bultos. Poco a poco mi vista se asienta y puedo ver esta vez a Johana dormida en el sofá de la sala. La admiro en silencio, irónico, no puedo hacer nada.

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