Capítulo 44: Marcas por un cuerpo hecho mierda.

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Dos golpes en la puerta y un silencio eterno. Un pequeño sonido del cerrojo acompañado de la cara de una mujer joven confusa.

- Hola mi amor – dice Darío sonriente y cogiendo a Nora por la cintura, sonrío oculta tras el lado izquierdo de la puerta.

- Hola, cielo – saluda ella nerviosa - ¿qué haces aquí?

- Yo también me alegro de verte – decidido, este chico de mayor tiene que ser actor - ¿podemos pasar?

- ¿podemos? - frunce el ceño extrañada. Él asiente y entonces llega mi aparición en escena.

- ¡Hey!, ¿que pasa profe? - digo alzando un poco la voz y empujándola para entrar en la casa.

Me mira con los ojos fuera de órbita y mi sonrisa no puede ser mayor, esto es increíble.

- ¿De qué va todo esto? - cuestiona ella mirando en nuestra dirección de forma alterna.

- Nada, sólo venimos a pasar un rato. Johana se queda en mi casa a dormir- dice vacilante Darío – y como no tenía nada que hacer y es muy pronto para tener sexo con ella – me mira y yo le guiño el ojo.

Empieza el juego.

- Eres mi novio Darío, no puedes acostarte con una persona y venir a decírmelo antes de hacerlo – replica tajante, con aires de amenaza. Me mira y pone cara de desagrado, de repugnancia. Y yo sólo le sonrío como lo haría el gato de Alicia – además... ¿con esta? - El pelinegro asiente contento.

- Es que es virgen, y sabes que me encanta eso. Pero quiero hacérselo bonito, ya sabes, velitas, la casa sola, en la terraza, bajo la luna... - la furia yace de la cara de mi profesora con fuerza. Incluso podría decirse que da miedo, pero a mi no.

- Eres un necio desobediente y mal críado – dice ella entre dientes - ¿y tu? - me mira – eres una egocéntrica, una niñata mimada. Te las das de santa por ser virgen y..

- Que sí, que sí, que no soy perfecta – le sonrío de una forma tímida fingida y me siento en el sofá junto con Dar.

- ¿qué haces?

- Sentarme, ¿puedes decirle a Quique que baje, por favor? - su cara palidece y en el piso de arriba se escucha un golpe. La miro con la misma expresión de desagrado que ella tuvo antes conmigo. Y hace una mueca nerviosa. Suspira y agacha la cabeza. Darío se levanta y, por lo que veo, se va a la cocina.

- ¡Quique baja! - grita no muy alto y con voz pesada. Se oyen pasos y luego el anterior nombrado aparece por las escaleras.

- ¿Ya se han... - su mirada choca con la mía y, al igual que Nora, palidece – mierda, Nora, ¿qué haces? - dice intentando volver a subir.

- Baja, cariño – le digo. Él, perdido, me hace caso y baja - ¿qué tal?

- Oye, yo... puedo explicar esto – dice el castaño acercándose a mi.

- No tienes que explicar nada, te estás follando a mi novia, ¿qué más hay que entender? - aclara un Darío sereno – pero vamos, que tranquilo. Esta noche yo haré lo mismo – los ojos de Quique se abren de golpe y cierra los puños con fuerza en signo de rabia.

- Ni se te ocurra tocar a mi novia, ¿entendido, Miñeras?

- No tienes derecho a reclamar algo que ya no es tuyo – digo lentamente colocándome detrás de Darío para esconderme.

Ahora mismo necesito un lugar donde refugiarme, no creía que esto iba a ser tan difícil.

Su rostro cambia instantáneamente y me mira con un fantasma de temor. Sus labios se separan levemente y sus ojos pierden todo el brillo. Niega de forma lenta mientras inclina la cabeza y estira una mano para acariciar mi mejilla.

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