Capítulo 81: Los brazos de mamá

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No sé si es una especie de sexto sentido materno o estaba pegada en la ventana pero cuando me bajo del taxi, mamá ya nos está esperando en la entrada con sus acogedores brazos abiertos. Hace meses que no estoy aquí y bien dicen que siempre es grato volver al hogar.

Mamá nos abraza a Cassia y a mí, y a pesar de que es una persona menuda, me deja sin aire por unos segundos. Luego nos da un beso en la mejilla a cada una y estira sus brazos para llevar a Cassia con ella.

—He preparado un Tiramisú que sé que te encantará —me cuenta mientras entramos a la casa y dejo el bolso en el suelo para acompañarla a la cocina—. No he dejado que nadie se le acerque, es solo tuyo. ¡Oh! No pongas esa cara, mi vida —ahora se dirige a mi hija—. También tengo helado de frutilla para ti y galletas.

—No era necesario, mamá.

—Claro que lo era, no las veo nunca así que estoy en mi derecho de consentirlas cuando vienen.

La observo mientras niego con la cabeza sin poder evitar sonreír, luce muy cansada y tiene unas bolsas enormes y oscuras bajo los ojos pero aparte de eso, está radiante; como si fuera el mejor día de su vida y pronto yo se lo arruinaría.

—¿No tienes turno hoy?

—No, tuve turno de noche ayer, así que hoy tengo libre.

—Deberías estar durmiendo entonces, mamá.

—Ni pienses que perderé tiempo durmiendo cuando tengo a mi hija y a mi nieta en casa.

—Te pasará la cuenta, no deberías pasar tantas horas sin dormir.

—El turno estuvo relajado, dormí un par de siestas durante la noche y ahora en la mañana antes de que llegaran.

No me convence, pero sé que nada de lo que diga la hará cambiar de opinión. Mamá es de esas personas que aunque solo duerman una hora, al otro día funcionan a la perfección y hay veces en que puedo hacer lo mismo aunque tarde o temprano la situación me supera y termino durmiendo un día completo o más.

—¿Cómo está Diego?

Hablamos casi todos los días y siempre la tengo actualizada con lo que está pasando con Diego pero no es lo mismo que hablarlo frente a frente. Me explayo, le cuento todo lo que sé con la certeza de que ella comprenda más cosas médicas de las que a mí todavía me falta por comprender. Le hablo de sus avances, de sus signos vitales, de su buena tolerancia a la mascarilla de oxígeno y de que a pesar que las dosis de los sedantes han disminuido, él todavía no da señales de despertar y ahora solo depende de él.

—Tal vez todavía le quedan un par de cosas de solucionar antes de volver a la realidad —susurra mamá y yo la miro extrañada, nunca creí escucharla decir ese tipo de cosas.

—¿De verdad crees que está despierto en otro... lugar?

—No lo sé, pero si algo me ha enseñado la vida y mi profesión es que hay cosas que la ciencia no puede explicar. Los médicos ya han hecho todo lo que está en sus manos, ahora solo depende de Diego.

—No creo que sea tan fácil. Me refiero a que Diego no querría estar tanto tiempo alejado de nosotras, no, me niego a pensarlo.

—Lo más probable es que quiera volver con todas sus fuerzas, eso no lo dudo pero tal vez hay algo que todavía lo mantiene ahí.

—¿Edith?

Mamá suelta un largo suspiro y sus ojos se llenan de lágrimas como siempre que alguien menciona a su mejor amiga. Me regala una sonrisa triste.

—No lo sé, pequeña, pero creo que un reencuentro como ese valdría la pena hacerlo durar.

***

Después de almorzar algo rápido, dejo a Cassia a cargo de mi mamá y voy al departamento de Diego. Nadie ha ido desde que tuvo el accidente y ese olor a abandono se siente apenas pongo un pie dentro.

Diego siempre ha sido una persona más o menos ordenada por lo que no me sorprende que no hayan platos sucios ni cosas repartidas por todo el lugar. Él siempre lava la loza que ocupa y tiende su cama antes de irse a trabajar, era algo que nunca entendí porque yo era incapaz de hacer lo mismo y no sabía cómo él tenía la fuerza de voluntad de levantarse antes solo para hacer eso.

Luego de abrir todas las ventanas para ventilar un poco, mi mirada se posa en una foto sobre el mueble en el que está el televisor y la tomo, la recorro con mis dedos sin poder evitar sonreír. Fue un buen día, es una de las fotos que nos tomamos los tres en nuestro primer viaje juntos, en Bahía Inglesa. Cuando nos escapamos juntos, cuando retomamos nuestra historia de amor de una vez por todas sin importarnos nada más, nunca creí que terminaría viendo esta foto en estas circunstancias. No soy capaz de detener mis lágrimas ni quiero hacerlo, por primera vez desde el accidente estoy completamente sola y puedo llorar y desahogarme a mi gusto, rodeada de sus cosas pero sin él.

Cuando mi crisis de angustia termina, voy a la habitación de Diego para sacar un poco de su ropa, la necesitará cuando despierte y no había tenido otra oportunidad de venir. Termino de armar el bolso y vuelvo a casa, me siento un poco más tranquila luego de semejante mar de lágrimas que derramé pero todavía hay algo que me carcome por dentro y necesito soltarlo de una vez.

La casa está demasiado silenciosa cuando entro y voy hacia la habitación de mis padres para ver si mamá está ahí tendida o leyendo algo. Tal como esperaba, está frente al televisor con un tejido entre las manos; alcanzo de distinguir que es un pequeño sweater rosado y sonrío levemente.

—Hola.

—Hola, estaba tejiendo hace días esto para Cassia, ¿crees que le guste?

—Le encantará, ¿esto de tejer viene en el pack de abuela?

—Claro.

—¿Dónde está ahora?

—Rosie la ha llevado a dar una vuelta, no demasiado lejos.

Antes de poder darme cuenta, rompo a llorar con todas mis fuerzas como en el departamento pero esta vez en frente de la mujer que me dio la vida. Mamá deja el tejido sin ninguna delicadeza encima de la cama y se levanta con rapidez para rodearme con sus brazos, me ayuda a llegar a la cama y nos sentamos ahí. Lloro en su hombro demasiados minutos.

—No sé qué hacer, no sé que hacer —repito entre susurros y ella me arrulla mientras me hace cariño en el pelo.

—Se pondrá bien, ya lo verás.

—Necesito que se ponga bien ahora... lo necesito ahora. No puedo hacerlo sola.

—Tranquila, no estás sola. Aquí está mamá, preciosa.

—Lo siento mucho —un sollozo me corta la respiración, ella me mira un poco confusa pero después vuelve a abrazarme.

—¿Que sientes?

—Lo... lo siento tanto, mamá. Esto no tenía que ser así.

—¿Elizabeth?

Con todo el esfuerzo que logro reunir, levanto la mirada y mis ojos llorosos se topan con los suyos preocupados. Sé que esta no es la noticia que desearía pero sé que no me perdonaría que volviera a ocultarle una cosa como esa, que siempre preferirá que le diga la verdad y ya estoy aquí. Tomo una larga bocanada de aire y lo suelto de una vez.

—Estoy embarazada... otra vez. 

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now