2- Expectativas

3.1K 387 23
                                    

—Bueno, aquí dormirás tu, mi cuarto es el de enfrente– señaló Renato ayudando a Emilio a abrir la puerta de la habitación de huéspedes, Emilio miró a su amigo una vez subió sus maletas a la cama para desempacar.

—¿Estás bien, bro?– Renato tenía la mirada un poco perdida y el ceño fruncido.

—No sé, Emilio, mi hermano está muy raro– susurró, dirigiéndole la mirada a su amigo —O sea, él no es así, ¿sabes?– Emilio se sentó en la cama para mirarlo mejor, su amigo tenía el rostro lleno de confusión. —Me voy seis meses y me cambian el hermano– soltó, riendo amargo. Emilio soltó un suspiro. El también había tenido expectativas sobre Joaquín, después de todas las anécdotas que Renato le había contado, después de todas las fotos que le había mostrado, no había podido evitar hacerse ideas sobre el chico, jamás en sus veintidos años de vida se había imaginado tantas cosas con alguien que no conocía, debía admitir que desde que Renato le contó sobre su hermano mayor, él se había sentido sorprendido y admirado por alguien a quien no le importaban las cosas que decían de él en lo más mínimo, alguien que siempre era él mismo, alguien a quien le importaba el arte y con quien, según Renato, tenía muchas cosas en común. Por eso había decidido aceptar la invitación de su amigo de viajar con él a su ciudad y quedarse ahí durante el verano, porque deseaba con mucha fuerza conocer a ese chico que sin saber le había generado tantos sentimientos. Pero se había desilusionado mucho cuando le vio, no siendo ni la sombra de lo que Renato le había contado, no siendo más que un chico apagado con la mirada perdida.

—Mi niño...– una voz, la voz de Martha se escuchó detrás de Renato, quien volteó a verla —¿Qué van a querer de cenar?– Renato cambió un poco su semblante y caminó hacia su nana para abrazarla.

—Extrañé mucho tu comida, nana, pero le quiero enseñar a Emilio unos cuántos lugares de la ciudad, no creo que lleguemos para cenar.– Martha asintió y se deshizo de los brazos del chico.

—Muy bien, entonces solo serán tu mami y Joaquincito– dijo, ademando irse. Renato la detuvo.

—Nanita, espera, oye, ¿qué le pasa a Joaco?– le preguntó, colocando sus dos manos en los hombros de Martha. La señora soltó un pesado suspiro.

—Mi niño– le dijo, sonriéndole triste —yo no soy quién para decirte las cosas de tu hermano– Renato le miró, rogándole con los ojos, ella negó. —a su debido tiempo sabrás las cosas y le vas a entender– le susurró, tomando una de las manos del chico —por lo pronto, respeta su espacio, y dile a tu amigo que también lo haga, ¿si?– el chico asintió y la soltó, la mujer caminó por el pasillo y desapareció de su vista al bajar las escaleras.

—¿A qué se refiere con respetar su espacio?– le preguntó Emilio, Renato ni siquiera recordaba que dentro estaba su amigo.

—Supongo a que no nos acerquemos mucho a él, ya ves lo que pasó cuando lo quise abrazar– contestó el menor, encogiendo los hombros y saliendo de la habitación —báñate, vamos a salir.– le gritó ya en el pasillo.

Emilio se levantó de la cama y abrió sus maletas para buscar un cambio de ropa, en la regadera se lavó en piloto automático, se quedó pensando en lo que la nana de su amigo había dicho. Algo parecía haberle sucedido a Joaquín para que haya cambiado tanto, y justo como su amigo lo dijo, tan pronto. Y aparentemente, para que nadie hable de ello en voz alta, o que no le quieran decir a Renato, debió ser algo terrible.

Pero no se le ocurría nada. No pudo pensar en ninguna razón.

Letargo. (Emiliaco)Where stories live. Discover now