Capítulo 1 : Más que amigos

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Todo ocurrió muy rápido. Yo, Carlos, un chico normal de 17 años, sufrió el momento más difícil de su vida.

Estaba acompañando a mi madre a comprar, cosa que no me gustaba hacer porque siempre intentaba convencerla de que ya se podía comprar todo sin necesidad de ir a la tienda o al supermercado, pero ella siempre se excusaba diciendo que no se fiaba de escribir el número de su tarjeta en Internet, como si mi madre fuera una multimillonaria, la cual tiene un uno acompañado de muchos ceros en su cuenta del banco.

Iba vestido de la peor manera posible. Pantalones largos con chanclas y una camiseta que no me quedaba mal y la cual me pondría más a menudo, si no fuera por el dibujo tan infantil que tiene pegado en ella. Cuando salía con mi madre no me solía preocupar por cómo iba vestido porque no quería usar las camisetas o los zapatos que más me gustaban. Aunque suene un tanto grosero, ninguna chica se fija en ti cuando vas acompañado de tu madre o de tu abuela. Era como si llevaran un cartel en la frente que dijera: <<No tocar>> y una flecha señalándome a mí.

Es más, no creo que Lucía, mi novia, se hubiera fijado en mí si me hubiera visto, por primera vez, como voy hoy. Era una de las personas que más me comprendía y con las que más me reía, se supone que esa es la diferencia que te hace enamorarte de alguien o hacerte amigo de alguien, pero con ella era especial. Me comprendía como nadie lo hacía, sabía cuándo estaba mal, sin ni si quiera haberle contado nada. Y lo que más me gustaba de todo, era que podía permitirme el lujo de llamarla “novia”. No fue nada difícil. Estuve unos seis meses intentando que me concediera una cita. No es que sea un raro que va pidiendo citas a todas las chicas que se encuentra, esperando a que alguna le diga sí. El problema de que tardara tanto es que antes de esos seis meses nos llamábamos amigos, bueno, nos llamábamos y lo éramos. Estábamos todo el rato juntos, teníamos confianza el uno en el otro, y viceversa. A veces, se puede que teníamos demasiada confianza, aunque realmente, el que pecó de exceso de confianza fui yo, cuando le confesé que me gustaba alguien, sin decirle quién era. Los días después de que se lo contara, no paraba de decirme que le soltara, de una vez por todas, el nombre de la afortunada, que era como llamaba a la chica que me gustaba, sin saber que era ella misma. Ella también solía contarme quién le gustaba, aunque con una diferencia, ella sí me decía su nombre y apellido. Normalmente, eran chicos más mayores que ellas, los cuales no llamaban su atención, precisamente, por su inteligencia sino por su físico. Era complicado porque cada vez me contaba que le gustaba alguien, me subía algo por las piernas que me llegaba al cerebro y se transformaba en una voz que solo me decía: <<Díselo, díselo…>>. Me contenía muchas veces, el 99%, menos una vez, el 1%, que fue cuando tuve que confesarle que era ella quien me gustaba. Fui a su casa, como solía hacer los domingos por la tarde, en calidad de amigo, como siempre. Estaba en su cuarto mirándole, sin que ninguno dijéramos nada. Ella me miró y cruzó su mirada con la mía, cuando supe que era el momento.

-¿Podemos ser más que amigos? –le pregunté mientras agachaba la cabeza para evitar ver su reacción.

-¿Cómo?...Espera… ¿Qué? –me dijo mientras se iba dando cuenta de lo que le había preguntado.

-Mira, llevamos muchos años siendo amigos y es algo que me gusta. Pero, de unos meses para acá, me he dado cuenta que no te veo solo como una amiga, sino que te quiero ver como algo más. Entiendo que ahora lo veas difícil o, incluso, imposible pero, imposible is nothing (nada es imposible),como dice el anuncio de Adidas que tanto te gusta para motivarte y creer que las cosas se pueden conseguir por difícil que parezcan. Confianza tenemos entre nosotros y no creo que haya nada que nos falte para ser algo más que amigos.

-Necesito pensar –me dijo mientras señalaba con la mano la puerta de su cuarto.

Ese fue el bigbang de la relación que ahora tenemos. Al día siguiente en clase me dijo que sí, que por qué no intentarlo, aunque me puso una condición al principio, mantenerlo en secreto. Parece una condición fácil pero no lo era. Es como tener una maleta llena de fajones de billetes pero no te permiten usarlo para nada. Estaba feliz, muy feliz, y la gente lo notaba pero nunca podía decir cuál era el motivo de mi felicidad. Hasta el 21 de mayo de ese año cuando empezamos a salir, bueno, a salir públicamente porque saliendo en privado llevábamos ya como dos meses.

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