C a p í t u l o I I I

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Avancé nerviosa sabiendo bien que no existía seguro ninguna forma en que me dejasen salir sin compañía. Me daba tanta inquietud la mayor parte del tiempo que hubiese tanto cuidado conmigo que comenzaba a creer que sobre pasaban lo exagerado. No lo comprendía; yo no representaba peligro alguno.

—¡Hey! ¡Buenas tardes, Bob! —Saludé con energía. Claramente, el nombre de mi compañero aquí en Alexandria no era aquel, pero tampoco remilgó al respecto— iré afuera un rato, ya sabes, para estirar las piernas y eso —pronuncié, de una forma que me generó incluso a mí misma desconfianza— ¿podrías abrirme por favor la reja? —Curioseé.

Tenía que cerrar los ojos para poder mirar bien. El sol destellaba con fuerza y me lastimaba su resplandor, así como verlo fijarse detrás de mí, buscando a quien podría acompañarme.

—Lo siento, Sky. No parece que nadie tenga tiempo de llevarte hoy —farfulló con amabilidad— pero ¡hey! Betty quiere que le siembres un paquete de semillas que le acaba de dar Olivia, ¿podrías hacerlo? ¡Por favor!

Asentí con una forzada sonrisa y resignada me volví sobre mis pasos. Apreté con ligereza el bate en mis manos y malhumorada solo me quedaba ir a cambiarme para laborar en el jardín de aquella familia que siempre secaba las plantas que les arreglaba. Era raro, pero supongo que tenían muy mala mano hasta para regar.

—¿A dónde vas? —Alguien me cuestionó, con intriga. Arrugué el entrecejo y miré al desconocido de orbes azules, el que me ponía cuidado y me vigilaba al igual a una amenaza. Tal vez por el arma de madera en mis manos y la glock en mi cintura lo consideró aún más.

—Planeaba ir a fuera —respondí en voz baja, sabiendo que me escucharía. Alexandria era tan callado que podía parecer una ciudad fantasma si no veías a ninguna persona por la calle— solo que no tengo con quien ir.

—¿Qué? —Cuestionó, confuso. Yo tampoco entendía qué rayos. Cuando llegué aquí me habían dicho que podía salir siempre que quisiera y hasta el momento, eso no había ocurrido, al menos no sin compañía.

—¿Quieres acompañarme? —Invité, sin siquiera detenerme a pensarlo tanto. Solo quería encontrar la manera de poder volver a ir al exterior, aún si eso al hombre frente a mí le parecía raro ya que ni siquiera sabía su nombre—. ¡Prometo estar callada! —Añadí veloz, notando que no decía mucho—; es mejor que estar aquí adentro.

—¿Por qué? —Volvió a cuestionar, cosa que me hizo resoplar.

—¿Gustas acompañarme? Solo tienes que decir sí o no —mascullé y me hubiese gustado más si el tono de suplica no se notara tanto.

Blanqueó los ojos y con paso firme se dirigió hacia la reja. No lo había notado, porque no suelo prestar atención a las cosas, pero de su hombro colgaba una inmensa ballesta y por lo que podía ver, no usó la ducha.

Say Something (Daryl Dixon)Where stories live. Discover now