C a p í t u l o I I

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A la mañana siguiente de la llegada de los nuevos integrantes, por la mañana al salir a correr los admiré a todos esparcirse en silencio, vigilando las construcciones. Me recordó a las hormiguitas que en ocasiones veía en ciertos jardines. Traté de no prestar mucha atención y colocándome los auriculares del viejo iPod que me brindaron hace apenas unas semanas, hice mi habitual rutina de ejercicio.

Rodeé el pequeño estanque en varias vueltas hasta conseguir hacer una más y realicé yoga en el diminuto quiosco a un costado, con el agua siendo el complemento perfecto para el balance perfecto de mi hábito. La calmada voz de Bon Iver fue mi confort una vez que volví en el camino a casa, sudorosa y agotada; por lo menos, mi estabilidad se basaba en solo dedicarme a centrarme en mis pensamientos bobos sobre qué hacer de comer y la voz de Bon, hasta que el mismo par de ojos azules terminaron agobiándome.

Parecía curioso y en sus facciones masculinas había un cierto rastro de desconfianza que no parecía que se le fuese a eliminar con facilidad. No comprendía por qué y comenzaba a preocuparme. No era como que pudiese culparlo tampoco. Seguro que me vigilaba preocupado de que pudiese hacerles algo considerando que yo los observé en infraganti el día anterior incluso con binoculares, pero la verdad era que solo les faltaba algo de descanso para poder verse más rejalados.

Claro que me equivocaba.

Saludé con la mano al hombre que arrugó la nariz por mi acción y forcé una minúscula sonrisa intentando no demostrar demasiada tensión por su escudriñar atento; procedí a avanzar con fingida calma hasta mi casa, con los músculos rígidos al sentir su mirada sobre mí, a sabiendas de que Marie seguro querría una buena explicación del porqué su desayuno aún no estaba servido.

—¡Juro que quería dejarte descansar! —Grité dramática conforme entraba— ¡ven, Marie o no saldremos a tomar el sol al rato! —Advertí, aunque el sonido de los sartenes caerse me alteró por entero.

Tomé el bate de beisbol a un lado de la puerta y corrí hasta la cocina dispuesta a destrozar a quien haya osado a meterse en mi propiedad, recuerdos nada amenos viniendo a mi mente y siendo conocedora de que mi compañerita gatuna no era capaz de hacer tal cosa al tener tantas cajas en las cuales meterse.

—¡Soy yo, soy yo, soy yo! —Ellie exclamó aterrada al verme ingresar violenta. Sus manos en lo alto y su cara pálida me hicieron arrojar veloz el bate, igual a tener carbón ardiendo en mis palmas.

—Casi te deshago la cabeza. Te he dicho que respondas cuando le hablo a Marie —pronuncié alterada por el sonido que me generó incomodidad en los tímpanos y sé que a la adolescente también le hizo discordia.

—Lo siento, estaba concentrada buscando qué almorzar —masculló como si nada. Sonreí y asentí conforme.

La menor había llegado junto a una chica llamada Enid poco después de que Aaron me trajera aquí. Ambas eran muy calladas, pero de alguna forma Ellie y yo habíamos congeniado bien casi al instante. Las dos eran huérfanas y se las tuvieron que ingeniar para mantener a flote ellas solas una casa tan grande como la que les dieron.

Say Something (Daryl Dixon)Where stories live. Discover now