Capítulo 19. El paraíso

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Es más o menos eso que sientes cuando duermes de forma tan pacífica y cálida, hundida entre mantas como si fueses alguna especie de momia rodeada de telas, lista para ser embalsamada. ¿Y qué es el infierno? Eso que interrumpe tus preciosos sueños con chicos sexys y apuestos que te invitan a ir de vacaciones con ellos para pasear en yate, si es que realmente yo no tuviese miedo a andar en barcos.

El despertador sigue sonando y estiro mi mano en busca de aquel aparato, producto de fuerzas realmente malvadas de este mundo, pero solo consigo golpear algo... o alguien que se queja.

— Intenta ser más suave en los golpes —murmuró Aiden, sacando su mano para apagar el despertador, y volviendo a hundirla entre el calor de las mantas y nuestros cuerpos.

— Lo siento —susurré mientras me acomodé más contra su pecho.

Si hay algo que nunca pero nunca...nunca podría haber creído, era que dormir junto a Aiden podía resultar ser tan cómodo. Un par de veces compartí mi cama con Logan, pero él habla dormido y da molestas patadas. Incluso mi ex novio era inquieto y solía robarme las mantas.

— ¿Podemos quedarnos acá para siempre? —susurré. Aiden me dio un breve beso en la frente y sonrió.

— Eso desearía... pero no —comentó.

Y aunque pensé que se iba a levantar rápido como una luz directamente al baño, se quedó unos minutos más. Y en ese momento, me aferré más a él intentando que el tiempo pasara más lento.

— Debo ir a bañarme —suspiró con resignación. Me quejé, aún en el momento en que me besó brevemente antes de salir de la cama.

La cama se sentía fría sin él y por más seductora que fuese la idea de seguir durmiendo sola, decidí levantarme. Lo bueno, era que estaba casi vestida y solo me faltaba ponerme el suéter.

El sonido de la lluvia hizo eco en la habitación. Me acerqué al espejo frente a la cama y vi mi aspecto. «¡Qué espanto!» pensé al verme en estado deplorable. Mi pelo era remolino desordenado negro que parecía un nido de avispas, y mis ojos estaban hinchados. Y eso, sin hablar del aliento matutino.

— Debo ir a mi casa antes de ir al hospital —grité hacia la puerta del baño—. Necesito sentirme limpia y necesito mi cepillo de dientes —agregué. Oí la risa de Aiden y mi estómago se retorció como respuesta.

— Está bien —gritó—. Por cierto, si quieres un cepillo de dientes, puedes encontrar uno en el primer cajón del mueble.

Desorientada, miré a todos lados hasta que vi el ropero de madera oscura. Me dirigí hacia él y abrí la primera puerta. Estaba llena de camisas, camperas y trajes que solo estimulaban mi imaginación. Luego bajé la vista y vi un par de cajones.

Abrí el primer cajón y no pude evitar sonreír. ¿En verdad me sorprendía que Aiden fuese un adicto a la desinfección? Allí había cepillos de dientes guardados en sus paquetes, gel dental, jabones desinfectantes y todo tipo de productos que podían matar incluso a nosotros mismos.

Tomé uno de los cepillos y cerré todo. Me dirigí al baño y golpeé la puerta.

— ¿Puedo pasar para cepillarme los dientes tan rápido como flash? —inquirí.

— Me cuesta creer que estés pidiendo permiso —gritó él. Puse los ojos en blanco y tomé eso como un sí.

Dentro del baño hacía calor y el vapor de la ducha inundaba todo. Miré todo con curiosidad al verlo dividido por un arco que separaba la ducha y el inodoro de todo lo demás. La limpieza y la modernidad resaltaban pulcramente. Debo reconocer que siempre observó minuciosamente los baños de las casas; es una manía un tanto extraña. Y la principal razón por la que elegí mi departamento es por la bañera que hay.

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora