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LA ÚNICA VERDAD

***


Temblé.

Aun no podía entender qué es lo que hacía aquí.

Miré a mis hermanos, mirarme fijamente mientras que mi madre caminaba directamente hacia mí, venía llorando y sonriendo al mismo tiempo de verme. Yo sostenía a Geraldynn en mis brazos, con una fuerza increíble porque justamente sentía que en cualquier momento las piernas me fallarían y terminaría en el piso. Las lágrimas también comenzaron a salir desde el moemnto en el que miré a mi familia reunida en el hospital, porque nada estaba bien.

Desde que le dije a Alec que pretendía regresar a Phoenix él se ofreció a ayudarme a hacerlo, pero fui yo quien le aseguré que lo haría bien si estaba sola porque necesitaba decirle adiós a las personas que me habían ayudado siempre en Maine, y siempre les agradecí su apoyo. Respiré hondo porque apenas si bajé del avión tomé un taxi que me trajera hasta el hospital donde se encontraba toda mi familia, Josette fue quien me llamó para avisarme de lo que estaba pasando, y yo solo tomé el primer vuelo que alcancé para venir hasta donde estaba mi papá.

Entré en pánico cuando supe que todos estaban reunidos con el propósito de despedirse de él, sin embargo no pude evitar soltar las lágrimas de la emoción al verlos de nuevo a todos. Estaba llorando al ver a mi madre, ella mirándome con una emoción increíble al ver que en mis brazos traía a mi hija, a su nieta. Una pequeña niña que acababa de matar la línea de las mujeres pelirrojas en la familia.

—Cuando Josette me dijo que venías en camino no pude evitar emocionarme, porque no sabía si vendrías con tu hijo en brazos o un vientre a punto de explotar.

Miré a mi hija tranquilamente dormida en brazos, tenía una manita en su mano, y respiraba tranquilamente, su cabello estaba adornado con un dulce moño de color azul claro que hacía contraste con su atuendo el día de hoy. Este día no podía traerla cubierta con una manta porque estaba haciendo demasiado calor, por lo que toda la familia podía ver a la perfección que en mis brazos traía a Geraldynn Alissa Evans.

Elliot se acercó hasta estar detrás de mamá, miraba directamente hasta donde estaban mis brazos, su mirada no se quitaba de ahí y sonrió.

—¿Cuándo nació? —preguntó.

—Diecisiete de junio —le dije, con una sonrisa pequeña al verlo examinar más a la bebé.

—Ese día casi me matas, Emma —Miró a mamá, como si recordaran alguna travesura—. Me hiciste estar en cama dos días por el gran dolor de estomago que provocaste.

Arrugué el entrecejo, intentando entender a lo que se refería.

—Elliot sigue creyendo que es la conexión de mellizos —explicó ella, mirando de nuevo a la niña.

Para este punto la niña comenzó a estremeserse, y a hacer pequeños puchero. Era momento de despertar.

—Ella es igual a...

—Audrey —terminé de decir. Elliot asintió, porque no le estaba mintiendo, todos sabíamos que eso era algo que no se podía ocultar teniendo en cuenta que tiene todas las caresterísticas de un Evans.

—Tiene todo de Alec —dijo mi madre—. Debes de pensar que es una broma para ti, pero ese es el precio que pagamos las embarazadas... que nuestros hijos se parezcan a su padre.

—Soy igual a ti, mamá —defendí.

—Menos mal —Se llevó una mano a la boca, como si pensara las cosas, y después de eso extendió sus dos brazos—. Déjame cargar a mi nieta.

Sueños rotos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora