☯ CAPÍTULO 11

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NUNCA DEJES QUE ALGUIEN VAYA UN PASO POR DELANTE

EDU.

— TÍo, que duerma en tu habitación que es mi casa — me dijo Dani bastante indignado.

Comprobé que Alma no estuviera por ahí rondando y me senté en el sitio que ocupaba ella. Pasé de él y fui al grano.

— ¿Quieres saber lo que ha pasado o no? — arqueé las cejas y me pidió sin hablar que desembuchara —. Tenemos problemas.

Dani bufó y alzó las cejas, abriendo un poco más los ojos como si le acabara de decir algo de broma. Y no era ninguna broma. Se revoloteó el pelo y me miró esperando a que hablara.

— ¿Qué pasa ahora?

— Leyna no los mandó, no trabajan para ella — expliqué.

Él frunció el ceño y supo que algo iba mal. Juntó sus manos en un puño y las colocó en su mentón, apoyando los codos en sus rodillas.

— ¿No son los de la otra vez? — preguntó algo confuso.

Me mojé los labios y asentí con la cabeza. Aquello pareció confundir a Dani aún más, así que hablé según lo que estuve hablando con Leyna.

— Sí que lo eran, pero aquella vez fue ella quien les pagó.

El rubio se llevó una mano a la barbilla mientras fruncía el ceño, intentando encontrar el sentido a lo que acababa de decir.

— ¿Y eso significa qué...?

— Que alguien va detrás nuestro — afirmé —. Leyna debe algo desde hace un tiempo y ahora estamos en peligro todos. No sabemos quién es ese alguien ni quién los manda, aunque puede ser que se trate de una misma persona. Ni siquiera ella sabe qué ha hecho mal. Dice que cree recordar algo de un pez gordo que le dejó prestada alguna mierda y no ha sido de vuelta, pero yo no tengo ni idea. Y ahora por su puta culpa nos comemos todos su mierda.

Me tapé la cara con las dos manos y respiré hondo cuando dejé de hablar. Durante mi charla con Leyna tuve que contenerme mucho por no decirle cuatro cosas a la cara o directamente haber barrido su mesa con su cabeza unas cuantas veces. Porque siempre pasaba igual y yo ya empezaba a estar harto.

— Porque a ella no le harán nada — habló Dani.

Asentí ante su afirmación.

— ¿Y qué debe? — quiso saber él.

— Dinero — respondí entre dientes —. Debemos dinero.

Por la cara que puso Dani, seguro que ya se lo intuía. Siempre que pasaba alguno de estos casos que por suerte eran pocas veces, era por la misma razón: el dinero.

Algo se movió detrás de Dani y me fijé en la puerta del pasillo. Aquello llamó su atención, por lo que frunció el ceño y miró hacia aquella dirección él también.

— ¿Qué...? — no acabó de hablar porque le mandé callar.

A los tres segundos, una cabeza se asomó por el marco de la puerta y se encontró con mis ojos. Ante el contacto, se esfumó en una milésima de segundo. Suspiré y cerré los ojos unos segundos.

— Alma — la llamé.

Esperé a que saliera de su escondite con una mirada que la hiciera retroceder y dormirse de una jodida vez. Haciendo todo lo contrario a lo que yo quería, apareció tan tranquila delante nuestro. Se sentó en el suelo bajo nuestra mirada expectante y cruzó sus piernas abrazándolas con los brazos. Tragó saliva y nos miró detenidamente a los dos, después habló.

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