☯ CAPÍTULO 4

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PUEDE QUE EL BORDE DEL LOCAL NO SEA TAN MALO

O PUEDE QUE ME QUIERA MATAR

ALMA. Martes, 18:23 p.m

¿Como se supone que se tiene que ir vestida a una... quedada con alguien del curro?

Me llevé las manos a la cabeza y empecé a dar vueltas en ropa interior delante del espejo de mi habitación. Aquello me estaba tomando demasiado tiempo y empezaba a crisparme. ¿Me ponía un mono tejano? No, demasiado mal. ¿Me ponía un vestido? Me pasé la manos por la cara con tal brusquedad que casi me hago daño. ¡En que estaba pensando! Demasiado arreglado. Acabé descartando todo aquello y opté por ir a lo fácil. Teniendo en cuenta en el tipo de negocio al que me había inscrito, pensé que lo mejor serían unos tejanos y una sudadera. Vamos, como solía ir siempre.

Me dirijí al armario y cogí mi sudadera gris, me metí en ella sin ninguna dificultad. Miré en la parte donde guardaba los pantalones y busqué unos negros. Cuando di con ellos, los cogí e intenté ponérmelos. Me encontraba metiendo mis piernas en sus respectivos sitios cuando vi que aquello no tenía futuro. Ahí no entraba ni de coña. Respiré profundo. No quería frustrarme todavía más. Con un poco de suerte mi hermana tendría algo que sí que me quedase bien.

Con cautela, abrí la puerta de mi habitación y miré de lado a lado el pasillo. Prestando atención a cada ruido, tragué saliva. 0 Adrianas en la zona. Haciendo el mínimo ruido, corrí en línea recta con la sudadera tapando mi ropa interior hasta llegar a su habitación. Menos mal que no quedaba muy lejos de la mía. Una vez allí cerré la puerta detrás mío.

Uf. Solté el aire que sin darme cuenta había estado reteniendo.

Dispuesta a ir lo más rápido posible, levanté la vista del suelo y casi grito. La habitación de mi hermana era más o menos como la mía, con un armario, un escritorio, la cama y una ventana en paralelo a la puerta. La diferencia era que en su escritorio no se podía ver ni la madera que lo componía. Lo mismo con la cama y el suelo, que con toda la ropa que había por ahí tirada dudaba de que hubiese algo en su armario todavía. Menuda jauría del desorden. Que a ver, yo no era el orden en persona, pero eso... Eso era otro nivel.

Saltando cada prenda que se interponía en mi camino, llegué como pude al armario y lo abrí. No me lo podía creer. ¿¡Desde cuando Adriana tenía tantísima ropa!? Dejé de pensar en que quizás ella era la hija favorita y me acordé de que acababa de colarme en su habitación. Los tejanos, tenía que buscar los tejanos. Me centré en mi tarea.

Empecé a echar un vistazo rápido por todos los cajones y vi cosas que ni me imaginaba que tendría. Pero ahí no habían pantalones. Alcé la vista mordiéndome el labio con impaciencia y esta vez inspeccioné las baldas llenas de vaqueros. Haciendo un rápido escaneo de colores, cogí unos que parecían llamar mi nombre a gritos. De un movimiento ágil, me metí en ellos sin ningún problema.

La verdad es que me entretuve bastante mirando como me quedaban en el espejo que tenía Adriana en su habitación. Sí, me hacían un culo impresionante. Definitivamente, me los iba a quedar por un largo tiempo. Mis ojos entonces pasaron de mis piernas al reloj colocado en su mesita de noche. Eran casi las seis y media, por lo que aún tenía bastante tiempo hasta tener que ir al club de la calle Port Bill que me dijo Dani.

Sí, así se llamaba el tonto que me atendió en el local el día anterior. Como le dejé claro cuando hablé con él por teléfono, me presenté en el local nada más acabar las clases. No se extrañó al verme porque ya iba avisado, pero pude ver en su mirada un poco de sorpresa. Tendría que acostumbrarse a verme la cara, y por desgracia, yo también a la suya. En cuanto su actitud, digamos que siguió en su línea. Lo único que hice allí fue entregar el papel y darle mi teléfono, que me lo pidió para mantener el contacto. Tengo que decir que se me pasó por la cabeza darle uno falso, pero dejé las tonterías a un lado y se lo di.

FREE SOUL ©Where stories live. Discover now