14. Carnívoro - Parte II · · ·

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Laika dormía tranquila, armoniosa y nada parecía perturbar su sueño.
Había abandonado la camilla del laboratorio de Scabb, dejándola descansar en la cama matrimonial.

Llevaba años sin saber de Scabb.
No tenía idea de que ya era madre de un niño de nueve años, un niño mitad terrestre y mitad extraterrestre.
Sus órganos toleraban un poco más el ambiente, aun así requería ayuda para el correcto funcionamiento.

Mi Sargento no había cambiado en absoluto a pesar de los años; mantenía su larga cabellera castaña oscura, lacia. Mantenía su tez pálida como nieve, sus ojos pardos y grandes, los labios gruesos y ese cuerpo delineado por la misma delicadeza en persona. Recuerdo que dicha belleza atraía a muchos de los soldados athannienses, pero desde luego que uno solo -y posiblemente terrícola- se había ganado el honor y derecho de «poseerla». Aunque en mi nación fuera todo al revés: la mujer seleccionaba al hombre con quien se casaría y viviría hasta el fin de sus dias. Scabb hizo lo contrario, dejó que la enamoraran después de un desafortunado imbécil que la dejó pagando en Las Vegas; prometiéndole que se casarían y serían felices para siempre. Imbécil, hace que lo odie peor.

Scabb había escapado en otra nave que logró salir cuando una nodriza intentó llegar a la atmósfera de la Tierra y el portal se cerró, haciendo pedazos la parte delantera de la nodriza. Porque eso hacía nuestra tecnología, permitía el traslado de una cosa de un lado al otro, pero una vez que comenzaba a cerrarse, era mortal. Podía partir lo que fuera a la mitad si fallaba. Era una guillotina intergaláctica de amplio alcance.

Perdimos contacto uno con el otro después de que Vincent Erittio determinara quedarse con la pequeña Laika. Después de enterrar a mi hermana como a una terrícola ordinaria cuando merecía los mayores honores en su sepultura.
Cada vez que recordaba su muerte, me dolía más saber que no pude hacer nada para salvarla... porque ni siquiera supe que Serk la atravesó con una flecha hasta que la vi caer y sangrar.

Recuerdo que cuando cruzó el portal antes de que se cerrara, ella se aferró a Laika, como si quisiera cubrirla de algo y cruzamos. Y al tocar tierra la vi, vi la herida profunda en medio de su columna que le llegaba hasta el frente del pecho.

Antes de dar su último respiro, me pidió que cuidara de la bebé Laika y entregó las piezas robadas del Encuadrador de Blackhole robado a Serk. Constaba de un anillo con forma similar a una estrella, de veinte puntas, una base mediana en forma de obelisco y su fuente central; la esfera tornasolada cargada de neutronio en diferentes grados de potencia.
Esa es la razón por la que me enojé con ella cuando distinguí de qué se trataba el dije, lo que Laika tenía colgando muy felizmente de su cuello tenía la potencia de diez bombas atómicas en la Tierra. Lo que ella cargaba era un arma de destrucción masiva, podría destruir éste planeta y otro más si estaba cerca. Venus y Marte quedarían por la mitad si eso pasara. La Luna no existiría.
Esa parte de la galaxia sería sólo polvo de estrella flotando.

Le había confiado dos piezas a Vincent y se las colocó a Laika como blanco para que la encontraran más rápido. La tercera estaba en manos de Scabb, la mayor y pieza principal de la maquinaria del Encuadrador. En manos equivocadas iniciaría una guerra como la Guerra de los Mundos.

-Christian... -habló Laika débilmente.

-Laika -la ayudé a sentarse y le ofrecí de beber el energizante-. Tienes que beberlo, el veneno del Thargout destruye químicos esenciales y electrolitos.

Ella lo bebió sin dudar, de a sorbos pequeños. Le costaba trabajo tragar aún, y le resultaba asqueroso, lo veía en su cara y reí divertido.
Me devolvió el vaso con el contenido por la mitad.

-¿Cómo te sientes? -pregunté sentándome a su lado-. Dormiste casi todo el día.

-Me siento... muy cansada -suspiró viéndome detalladamente-. ¿Eres... tú en verdad?

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Where stories live. Discover now