4. Viaje · · ·

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—¡Laika! —oí mi nombre en boca de mi tío—. ¡Laika despierta! —Sus suaves sacudidas acabaron por despertarme. Lo miré con los ojos entrecerrados—. ¡Levántate, niña! ¡Son las 8:23!

—¿Me despertaste para eso? —protesté—. Me alegro mucho de que sepas la hora...

—Son las 8:23 y nuestro autobús sale a las 9 —completó corriendo a llevar las valijas hasta la camioneta—. ¡Vámonos!

Me senté en la cama, abriendo los ojos de par en par.
¿En serio? ¿Había olvidado activar una alarma en su celular siquiera? Salí de mi cama e intenté correr hacia el baño.
Fui retenida con gran dolor por la conexión de la guía al Adaptador, grité como producto del tirón que recibió la nariz. Quedé un momento en el suelo, maldije a medio planeta e intenté levantarme a nueva cuenta, desconectando el cargador y llevándomelo hasta el baño para siquiera lavarme la cara y los dientes.

Cargar con el Adaptador era como cargar con una mochila liviana para todos lados: linda pero molesta al cabo de un tiempo. La podía llevar de aquí para allá, aun así me resultaba incómoda. Algunas veces deseaba que algún científico de la India inventara un reemplazo más práctico de lo que cargaba, uno que diera ganas de usarlo, no uno que me tentaba a botarlo por la ventanilla.
Escuché los pasos de tío Gales acercándose presuroso. Lo observé a través del reflejo del espejo del baño.

—¿Te falta mucho? —preguntó preocupado viendo el reloj en su muñeca—. Estamos sobre la hora.

—¿Puedo? —señalé el cepillo de dientes en la boca. Asintió y se retiró—. Gracias...

Me tomó cinco minutos exactos acomodarme en el baño y cambiarme de ropa. Tío Gales insistía en peinarme dentro de la camioneta, así que no tuve opción y salí con él rápidamente, dentro pude peinarme y ponerme las botas que no dejó terminar de calzar. Las botellas ya no estaban, lo único que debía agradecerle.

—¿Compraste los últimos boletos que había? —reclamé hurgando una de mis maletas.

—¡Por supuesto que no! —respondió molesto—. Ya los tenía de hace horas, porque iba a ir por ti, ¿te acuerdas?

—¿Acaso conoces la palabra "alarma"? ¡Los celulares tienen una sin importar el modelo!

—¡De donde yo vengo no usábamos esas cosas cuando niños! ¡No las necesito ahora tampoco! Me despierto temprano naturalmente, es un don que poseemos los Erittio.

Lo fulminé con la mirada.
Si esto era levantarse temprano, no podía imaginarme a qué le llamaba madrugar o acostarse temprano.

De la maleta saqué una bolsa transparente, sellada al vacío, estéril. En su interior descansaba un repuesto de guía externa, es la parte que calza en las narinas y da vuelta a la cabeza, uniéndose al resto del cableado de oxígeno.
Gales me veía extrañado, en lo que bajaba un poco la velocidad de la camioneta.

—¿Qué-qué estás haciendo, Laika?

—Cambio la guía externa —respondí mostrando.

—¿Y tienes que hacerlo ahora? ¿No puedes esperar a que subamos al autobús?

—No. Debo cambiarla cada veinticuatro horas exactas. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Órdenes del doctor Bates.

—Laika... por favor, esas cosas me impresionan —rogó—. Juro que si veo a Bates... —maldecía cerrando un puño.

—Mantén la vista en el camino, no veas —bufé buscando valor para apagar el aparato en cuanto abrí la bolsita—. Uno... dos...

Expulsé todo el aire de mis pulmones y apagué el Adaptador. Quité de su enganche la guía externa antigua, lo quité del cable de conexión, coloqué la nueva en mi nariz y la otra parte en el distribuidor. Tío Gales palidecía y se retorcía de impresión cuando buscaba el conector dentro de las fosas nasales. Los conecté y encendí el Adaptador nuevamente. Sentía una ligera fuga en la narina izquierda, la acomodé y pude sentirme calmada.

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Where stories live. Discover now