6. ¡Ellos quieren matarme! - Parte I · · ·

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Maldito celular.
Maldita alarma, maldita sea mi suerte que apenas lograba conciliar el sueño y me despertaba mi propio teléfono. ¡Traidor! Lo ubiqué después de varios segundos tanteando entre los cobertores, lo llevé a mi oreja tras atender.

—¿Hola? —dije entre bostezos.

¡Laika! —su voz me resultaba familiar, no lograba adivinar. Y en la pantalla aparecía su número sin identificar—. ¡Gracias a Plutón y Urano que atiendes!

—¿Quién es?

Valentine... Valentine Bates —decía en un tonito dudoso. Sí, ya recordaba. Golpeé suavemente mi frente al acordarme—. Doctor Bates... ex pediatra... ¿Ya recordaste quién soy?

—¡Sí, sí!, lo lamento mucho... es que... me dormí tarde.

¡Bien! ¿Podrías salir a atenderme en la puerta? Llevo llamando varios minutos —pidió—. No creí que tu sueño fuera tan pesado.

—Um... ¿no te llamaron de la base?

¿Por qué deberían llamarme?

Traté de no reírme para no hacerlo sentir mal.

—No estoy en Ohio, Bates.

Hubo una breve pausa en la que sólo pude escuchar el canto de los pájaros y los móviles pasando por la calle. Esa breve pausa que una persona suele tomarse para captar lo que pasaba.

Ajá... um... Entonces creo saber porqué no saliste —carcajeó—. Tienes muy lindos vecinos, muy sociables también. Ninguno salió amablemente a decirme que te marchaste —se oyó el azote de la puerta del auto. Maldijo entre dientes—. Bueno, ¿dónde estás? ¿Por qué te fuiste?

—Papá... Él...

Oh... sí. Leí la noticia en internet, pero no dieron los nombres de los fallecidos. Lamento mucho tu pérdida, Laika.

—Muchas gracias, Valentine. Estoy en Texas, con mi tío Gales. ¿Necesitabas verme?

Sí, por el control médico de rutina, ya sabes... Pero si no te sientes cómoda...

—No tengo problema. Puedes hacerlo.

Supongo que puedo arreglar con un colega para hacerte una revisación en su consultorio pasado mañana, ¿crees que puedas acercarte?

—Por supuesto, le pediré el favor a mi tío. Confírmame la hora y el lugar.

Hecho, te llamo en unas horas.

—Espero la llamada, tenga buen día, Señor Nerd —bromeé. Él rió al otro lado.

Buen día para ti, Princesa —saludó y cortó la llamada.

El doctor Valentine Bates era mi especialista de cabecera, el único en el que confiaba mi salud. Era joven, no llegaba a los treinta años de edad. La primera vez que lo vi, yo tenía unos siete años y él apenas estaba iniciando su carrera en la medicina. Trabajaba donde papá y se ocupaba de controlar el estado de salud de los astronautas antes de salir y al volver de una misión. Él fue testigo de muchos ataques psicóticos por los que obligaron a regresar los transbordadores.
Algunos de sus pacientes sufrían colapsos emocionales al perder contacto con la Tierra. Supongo que por eso mi padre conservaba a sus compañeros de hacía más de una década. Por temor a que pudieran sufrir alguna trastocada y tuvieran que regresar al tercer día de iniciada la misión.

Valentine me visitaba una vez al mes desde los siete para realizar un control exhaustivo y riguroso de mi delicado estado. Él vivió un año con nosotros hasta asegurarse de que respondía bien al funcionamiento del Adaptador y me acostumbré a su uso.
Al pobre lo desperté más de una vez en la madrugada con mis faltas de desoxigenación, la fiebre y la mucosidad que generaba mi adaptación pulmonar a la nueva tecnología. Lo cual era normal dado que el pulmón lo producía para autoprotegerse ya que la defensa inmunitaria no funcionó correctamente hasta que casi cumplí 7. Dejé de producirlo, mis pulmones encontraron su perfecto equilibrio y fue nuestra despedida. Bates se marchó, viéndolo mensualmente, luego cada tres y cada seis.

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Where stories live. Discover now