5. Hogar dulce hogar · · ·

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Los pocos kilómetros restantes a nuestro destino final terminaron en absoluto silencio. De vez en cuando sonaba el celular de Daniel, lo revisaba y seguía conduciendo.

Creí que iría por el asfalto, que era lo que indicaba el camino adelante, pero no fue así. Sino que dobló a su izquierda, hacia un camino escondido entre arbustos secos y un cartel que daba aviso de no haber salida si entraba allí. Para mi sorpresa, el camino sin salida tenía una.

Daniel tocó cuatro veces la bocina. Esperamos unos minutos frente a la simil barrera ferroviaria que teníamos en frente. Tío Gales bufó molesto y se encargó de tocar bocina insistentemente, cualquiera se pondría nervioso al oírla. La mantuvo apretada hasta que la luz de una linterna surgió de la misma oscuridad. No distinguía a su portador.

—¡Oye ya para! —gritó dando un golpe a la barrera. Gales regresó a su lugar y se paró atrás del vehículo—. ¡Maldito estúpido! ¿Te crees que yo soy qué?

—¿Dónde estabas, pendejo? ¡Se supone que debe ser rápido!

—Acabo de despertarme.

—Oh... pobre, la vida es muy dura contigo —burló fingiendo lástima. Golpeó con la palma de la mano el techo del Jeep—. ¡Cuánto lo siento! ¡Abre la puerta ya!

—¿Quién es ella? —vi su mano señalándome.

—Es mi sobrina, ¡abre Christian! —rugió.

—Ya voy...

Christian se tomó su tiempo para levantar la barrera que nos impedía el paso. Daniel arrancó a nueva cuenta el motor e ingresó rápidamente; Christian golpeó algo en el sostén de la barrera y ésta bajó. El vehículo se detuvo a escasos metros para ser examinados. Gales y Daniel descendieron; al parecer esa clase de revisación era normal, Christian echó un vistazo al equipaje, al baúl completo y luego vino donde yo. Apuntó con su linterna hacia mí, fue bajándola lentamente, como sorprendido.

—Laika —dejó escapar de sus labios.

—¿Disculpa? —dije sorprendida—. ¿Te conozco?

¿Cómo demonios ése tipo sabía mi nombre? ¡Apenas había puesto un pie dentro! Además, siquiera lo reconocía, nunca lo vi en mi vida... ¡ah! ¡Pero él me conocía!
El tal Christian mantenía sus ojitos bicolor —uno verde azulado y otro azul celeste— puestos en mí, se recargó en el techo con un brazo. Sonrió ampliamente al tiempo que ladeaba apenas su cabeza, los rulos dorados que quedaban casi a modo de flequillo —porque traía su cabello atado— rebelde se agitaron con suavidad.
Tuvo que agacharse un poco más de lo normal por su increíble altura, superaba a mi tío pero su contextura era mucho más delgada y delicada. Traía tatuajes en ambos brazos, por primera vez veía tales diseños de los antebrazos.
Por extraño o normal que parezca, las puntas de sus dedos derechos se teñían de color violeta azulado y las uñas, simplemente negras, como si debajo hubiera una cantidad exagerada de sangre a causa de un golpe.

Tal vez fui atrevida al mirarlos, porque los escondió de inmediato.

—Tu tío nos dijo que vendrías a Hannover —respondió calmado—. No nos conocemos más que por el comentario, ¿verdad, Gales?

—La mitad del pueblo lo sabe ya —coincidió mi tío—. Gracias a alguien chusma —miró a Daniel.

—¡Es que me puse muy feliz! Christian tendrá algo de compañía en sus letargos de hibernación —bromeó, ganándose un golpe de su amigo en el brazo—. Lo siento...

—Es sobrina de Gales —carcajeó Christian alejándose del vehículo—. No podría poner mis ojos en ella, tendré que resistir.

—¡¿Qué dijiste?! —exclamó mi tío dando la vuelta al vehículo y tratando de alcanzarlo, pero fracasó y eché a reír—. ¡Mañana no te atrevas a aparecer por tu leche cabrosa, cabro depravado! ¡Te haré tapete y disfrutaré azotarte!

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora