12. Primitivo · · ·

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La nave orhámica terminaba de cruzar el Puente de Encuadre Blackhole. El trozo de cielo de colores azules, turquesas, celestes vivos que permitían la entrada a nuestro territorio iba cerrándose a medida que terminaba de pasar. Cuando el último alerón trasero al fin estuvo de nuestro lado, el Puente de Encuadre Blackhole se cerró tras un ligero estallido.

El transporte y su guardia real —tres naves más pequeñas—, aterrizaron en los jardines reales de nuestro palacio. La guardia bajó primero de su medio y se acomodaron a los lados de lo que sería el camino del rey.
La compuerta trasera se desarmó en triángulos escalenos puntiagudos, como si de espinas chatas encimadas se trataran. Con mi padre distinguimos la figura de Kalthos bajando de la nave portando su cetro de liderazgo. Fui a recibirlo, él me dedicó una solemne reverencia junto a sus soldados. Yo lo imité y besó mi mano delicadamente.

—Bienvenido, Kalthos —saludó mi padre.

—Muy agradecido, su Alteza —expresó con sumo respeto—. ¿Pudieron contactar al Capitán Valo?

—No tuvimos éxito —respondí guiándolo al interior del palacio—. Está desactivado el localizador, la nave funciona aún. Quizás se dañó el comunicador en la densidad terrícola.

—Es posible —miré curiosa los adornos de su melena que tintineaban con el simple movimiento de su cabeza cuando nos detuvimos a mitad de camino—. ¿Y sus contactos?

—Conseguimos uno, muy cercano al terrícola Erittio. Pero él necesita algo a cambio. Sé que los Thargout y ustedes pueden desarrollarlo, a menos que lo hayan hecho ya...

—¿De qué hablamos?

—Un alquilante sintetizado, capaz de deshacer defectos de raíz y dejarlo como nuevo lo que haya dañado.

—Como... ¿un Reestructurante Fálico?, es lo más cercano a lo que describes.

—Algo así, más potente.

Kalthos giró hacia una de sus soldados, medía lo que él. Le habló en su lengua, ella pareció dudar y acabó asintiendo.

—Hay un... tal Alquilante Adeínico. Es como el Reestructurante, pero de mayor peso. A nosotros no nos ha funcionado sinceramente, pero no debe abusar de él.

—Lo volveré a contactar y diré de eso. ¿Has traído algo de eso? —Asintió y habló nuevamente a la mujer. Ésta también asintió con la cabeza y chasqueó los dedos a dos soldados que salieron de regreso al jardín—. ¿Qué tan peligroso es?

—Podría agujerearle cada parte que toque —especificó ella con suavidad—. Está en fase de prueba, incluso podría matarlo si no tiene cuidado. Disculpe mi intromisión, pero ¿de qué problema hablamos?

—Cáncer de páncreas.

Ella y Kalthos se mostraron sorprendidos.

—No creí que hubiera más de ése problema —suspiró mi padre—. Lo erradicamos hace casi seiscientos años, hija.

—El cáncer pancreático en seres dependientes de oxígeno es más común de lo que cree, alteza —explicó—. Su atmósfera contiene radiaciones solares desde hace siglos, las pruebas nucleares y el abuso de químicos artificiales en sus alimentos es el problema. Nosotros no poseemos atmósfera, lo cual evita la concentración de oxígeno malo, radiación y otros químicos como el azufre. En pocas palabras, su cajita de cristal los está matando.

—¿Y la Línea ha vivido ahí? —protestó Kalthos—. ¿Con esos seres primitivos?

—Esos seres primitivos la mantuvieron viva —bufé—. Estamos en deuda con ellos.

Vimos los dos soldados que obedecieron a la mujer regresando con un cilindro cuyo líquido interior era color ámbar brillante. Lo traía uno de ellos en una mano y se lo entregó a la mujer, ésta lo estiró hacia mí y lo tomé.

—Según el huso horario de la Tierra, son tres tomas al día —explicó—. Diez gotas, tres veces al día, por una semana, siete días. No más, no sabemos sus efectos a largo plazo

—Entendido. Lo contactaré entonces, ¿vienen? —Asintieron y seguimos caminando.

LAVSKRA I: La cuna entre los astros © |✔|Where stories live. Discover now