La bebé de Batman

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—¡No! —exclamó Timothy Drake con todas sus fuerzas y en pijama salió de su habitación convertido en un rayo, dejando atrás en tan sólo segundos al mayordomo le había avisado de la noticia.

Por el camino iba dejando las piezas de su vestimenta nocturna, no había tiempo para detenerse. En cuanto llegó a la cueva fué directo a la vitrina que protegía su antiguo y único traje de Robin.

—Oh, primor, que gusto tenerte de vuelta.

Y de un solo jalón desvistió al plastificado muñeco que portaba el traje.

Ciento cincuenta kilómetros por hora marcaba el velocímetro del tablero de la motocicleta, y a pesar de esto, sentía lo tarde que estaba llegando. El rastreador marcaba la ubicación del hombre murciélago, Tim estaba a menos de cinco minutos de encontrarle.

—¡Batman!

Él no lo escuchó. Aquellos tres matones de gran tamaño peleaban al mismo tiempo contra el enmascarado. Golpes y puñetazos, patadas y sangre eran despedidos por los aires en una reñida pelea callejera. A un cuarto y a un quinto tipo que les importaba más huír del murciélago corrieron al exterior de aquella decrépita fábrica en ruinas, sin saber que Robin había llegado.

Con una confiada sonrisa el tercer chico maravilla se esperó hasta el último segundo para lanzar un batarang a los tobillos de los maleantes con el cual atrapó sus piernas y, de un solo jalón a la cuerda, cayeron al suelo perdiendo el equilibrio, uno encima del otro.

Tim fue hacia donde su mentor se encontraba. Aquellos corpulentos hombres ahora estaban en el piso, totalmente noqueados.

—Robin, ¿qué haces aquí?

—¡No hay tiempo para explicaciones! —la voz del chico era tan agitada como si hubiese corrido un maratón  —¡Tienes que regresar de inmediato! —exclamó —yo me encargaré de estos tipo —¡Es Selina! ¡Aca...

Bruce ni siquiera esperó a que terminara de hablar cuando extendió la bat-garra para elevarse por los aires, tan solo le bastó escuchar su nombre para saber que se trataba de una urgencia.

Dick y Jason fueron quienes escucharon lo gritos de la mujer de Bruce a mitad de la noche. Dick cargó en brazos a Selina para llevarla a la puerta mientras que Jason se apresuraba a encender el auto.

Damian fue despertado por todo el alboroto, pero en cuanto se preparó para acompañar a Selina en el hospital, justo como se lo había prometido, sus hermanos ya se habían ido sin él. Cabizbajo, Damian se quedó en el sofá de la sala, con un par de zapatitos de tela entre las manos.

—Tan solo espero que todo salga lo mejor posible —susurró tras un largo suspiro.

Pero pronto aquel silencio de la mansión fué interrumpido por los pasos apresurados del patriarca Wayne, quien aún luchaba por terminar de ponerse una camisa de cuello redondo, la cual fué lo primero que encontró y apenas el menor se giró extrañando, unas llaves fueron lanzadas en su contra, golpeándole la cabeza.

—Ve por el auto —dijo Bruce.

—¿Qué? ¿Yo? —con los ojos abiertos de par en par apenas si podía procesar lo que estaba escuchando —¿al fin vas a dejarme conducir?

Mientras tanto Bruce no perdía segundo alguno colocándose sus zapatillas deportivas.

—Solo tráelo a la puerta, el día que alcances lo pedales podrás manejar.

—¡De lujo!

El pequeño se lanzó como gacela al estacionamiento, esta vez, la sonrisa en su rostro era imposible de ocultar. Cuando llegó al cobertizo dió una mirada al logo en el llavero y  lo comparó con cada uno de los autos hasta que finalmentemente encontró aquel que coincidía con este.

—Mercedes, debí imaginarlo.

Bruce esperó en la entrada a la mansión, el auto iba acercándose torpemente, Damian con trabajo podría mantener el volante estable, después de haberse subido al jardín y de haber esquivado los arbustos con fuertes volantazos; era casi un milagro que el auto solo tuviera algunos rasguños.

Damian, de la misma manera aventó las llaves a su padre desde la ventanilla, al mismo tiempo que se detenía justo frente a él. Bruce subió al auto, y sin más remedio, el chico se hizo a un lado.

—Lamento los rayones, padre.

Pero no, para nada lo sentía. Aquella sonrisa en sus labios lo decía todo sin palabras. Estaba orgulloso de lo que había hecho, de que había conducido un coche por primera vez.

—No me pidas disculpas a mi, pídeselas a la aseguradora.

El menor soltó una risita nerviosa al mismo tiempo que su rostro se iluminaba recordando una vez más su experiencia tras el volante.

—¡Pero viste como evité atropellar la huerta de fresas! ¡Fue fantástico! Por poco lo hago... ¡pero no!

—Me alegra que lo hayas disfrutado, porque esto no volverá a repetirse.

Ambos Wayne llegaron al hospital. El hombre soltó un largo suspiro en un intento por relajarse, el corazón le latía como si hubiese corrido un maratón, al igual que sus rodillas temblaban de tan sólo pensar en que su vida, al salir de aquel lugar sería completamente distinta.

—¿Estás listo para conocer a tu hermanito?

—No puedo esperar a conocerlo.

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⏰ Última actualización: Apr 19, 2020 ⏰

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El día que Batman eligió ser felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora