Capítulo 29.

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La respuesta era un rotundo "sí".

Ningún ceño fruncido y mueca disgustada fue lo suficientemente fuerte para hacerle cambiar de opinión.

Ni siquiera cuando comenzaron a abuchearle apenas sus pies abandonaron el río.

Llegó hasta el pelinegro y frente a toda la multitud le besó.

Quieran o no, él era el rey de Kattegat y una parte de París, debían respetarle.

Notó que no había sido lo suficientemente firme con su pueblo cuando éstos creyeron tener el derecho en opinar en su vida.

Sujetando a Alfred en sus brazos no apaciguó la sonrisa que se dibujaba en su rostro.

Él pasaría toda su vida y muerte junto a sus seres amados, ¿qué más podía pedir?

Las comisuras de sus labios temblaron cuando a lo lejos vio dos juveniles rostros pertenecientes a sus hijos mayores.

El sentimiento de traición estaba plasmado en ellos más sus pechos subían y bajaban con rapidez.

Él no podía ser el hombre perfecto.

Sabía que al ser tan reconocido, varias personas estaban esperando algo de él.

Su pueblo exigía un buen liderazgo que hasta el momento estaba dado.

Sus hijos demandaban afecto y tiempo, lo cual, lo segundo no siempre sucedía.

Su omega atención y cariño, siendo casi imposible negárselo, al mismo tiempo dárselo a todo momento.

Su mentón, que anteriormente se encontraba en lo alto, demostrando el orgullo de su decisión, decayó varios centímetros al seguir viendo las caras afligidas de sus muchachos, quienes había criado con tanto amor.

Sabía que Lagertha no le permitiría acercarse a ellos por el momento ya que ésta les rodeó los hombros con sus brazos, consolándoles.

Su mirada viajó nuevamente hacia Athelstan, quien ahora un poco asustado por la muchedumbre que parecía enfurecer aún más, se apegaba a él.

Gruñó un poco, ¿quiénes se creían para asustar a su omega?

Aún con Alfred en brazos, quien para ese entonces había dejado de llorar por sentir las gotas de agua fría en su rostro, habló fuerte y claro.

-Es su rey el que está frente a ustedes -su rasposo tono calló exitosamente a cada individuo presente.- el mismo que merece el respeto del pueblo que ha cuidado con tanto sacrificio -meció a su cachorro para que no se altere.- ¡quien viajó miles de veces sobre mar abierto en busca de paz para los habitantes de ésta tierra! -su pie golpeó con fuerza el pasto seco debajo de él.- asegurándose de que a ninguno le falte el pan en la mesa ni abrigo para las frías noches -su voz fue bajando de tono, viendo serio cada rostro que se conocía de memoria gracias a sus años de mandato.- el que ha cumplido con cada promesa que salió de su boca y fue justo con quien lo merecía -sus ojos llenos de furia escudriñaron a todo aquél a su alcance.- así que, si no quieren que sea quien lidere Kattegat, díganme-continuó entre dientes para luego gritar.- ¡¿quién quiere ser el rey?!

Aquella pregunta detuvo cada movimiento posible en quienes les rodeaban, logrando que le miren atónitos.

La sorpresa era legible en cada uno de los pueblerinos, quienes no se atrevieron a hablar en ningún momento.

La pregunta fue repetida por el exaltado tono de Ragnar, quien pudo tomar la espada que se mantenía firme a su cintura.

Su enfado se podía oler desde millas de distancia.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora