Capítulo 7.

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-En un mes llevaremos los barcos al oeste, dile a los guerreros que comiencen a duplicar el entrenamiento -Ordenó Ragnar a un hombre que se encontraba frente a él en el salón real.-

Había nacido un varón, todos festejaban la llegada del bebé comiendo, cantando y bebiendo.

Él como de costumbre luego de comer se sentaba el su trono con su esposa a su lado. Ésta se encontraba soñolienta a pesar de ser apenas pasado el mediodía. El vientre un tanto hinchado se hacía notar en su delgado cuerpo.

Los ojos azules del rubio viajaron desde su hijo Bjorn que se encontraba con Floki, hasta Athelstan, quien conversaba alegremente con Rollo.

Gruñó bajo cuando la mano de su hermano se posó en la del pelinegro y le sonrió. Lo peor de todo fue cuando el omega le devolvió la sonrisa y no deshizo el contacto.

Ya cuando iba a levantarse del asiento para separarles, llegó un hombre corriendo.

-¡Se acercan barcos, mi señor! -El hombre avisó agitado, todo el mundo quedó en silencio y él asintió.-

-¡Todos prepárense!

Dicho y hecho. Apenas unos minutos después las personas ya habían agarrado sus hachas, espadas, escudos o arcos. Las mujeres escuderas se colocaron frente a los hombres para protegerles por si el barco lanzaba flechas.

Ragnar se paró justo en la punta del muelle, pudo divisar las velas de los barcos y rodó los ojos.

Era el Rey Ecbert.

Aquél cristiano tenía un trato con él en repartición de tierras, el cual habían cerrado hace un año y de vez en cuando se aparecía a informarle cómo iban las cosechas y cómo estaban los vikingos que habían quedado en sus tierras.

Si bien no tenían la amistad más estrecha del mundo, había respeto mutuo. Ambos estaban conscientes del poder que el otro tenía y lo audaz que llegaban a ser para hacer negocios.

Los dos barcos llegaron a la orilla y fueron amarrados al muelle.

Del más grande el primero en salir fue Ecbert, quien se veía bastante sonriente.

Ragnar le devolvió la sonrisa pero un tanto fingida, sabía que estaba en aprietos por tener cristianos como esclavos ya que parte del trato había sido de que eso cambie.

-Mi amigo Ragnar -Saludó con su habitual tono de amabilidad.-

-Tantos meses sin verte, Ecbert -Estrecharon sus manos.- Dile a tus hombres que bajen, las cosechas sobran y hay comida para todos.

Todos entraron al gran salón y siguieron la celebración ahora con los compañeros cristianos.

Ya hacía un tiempo que los paganos habían aprendido a convivir con aquellos invitados ya que con las visitas y el trato con el rey les había obligado a socializar.

El choque entre creencias casi estaba extinto ya que llegaron al acuerdo de respetar la religión del otro.

-He venido a pedirte un enorme favor -Le comentó Ecbert a Ragnar, quien tenía en su regazo a su hijo Bjorn.-

-¿Sí? ¿escasean las cosechas? ¿quieres que envíe alguno de mis hombres? -Preguntó con comida en la boca mientras le miraba.-

-No, no es eso. El Rey de París ha amenazado mis tierras, las tuyas también. Tiene un gran ejército y los he visto merodeando por la zona. Sabes bien que ningún otro ejército tiene tanta fuerza como el tuyo, y si los unimos... -El rubio alzó la mano para frenarle, bajó a su hijo de encima y le dijo que vaya a cuidar a Lagertha.-

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora