Capítulo 34.

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Tres días parecieron un martirio casi interminable.

Ragnar se había dedicado a ignorarle a tal punto que siquiera le dirigía la palabra.

Aquél alfa con orgullo quebrantado no había encontrado más remedio que negarse a compartir diálogo alguno con su omega.

Sentía que si llegaba a acercarse a él no podría controlarse y terminaría cometiendo todos los errores que rondaban en su mente y que probablemente  se arrepentiría luego.

Fue cuando llegaron a tierra que las cosas cambiaron. Con Ubbe en brazos lo primero que hizo fue ordenar a los guardias que estaban en el puerto que llevasen a su omega a su casa, demandando vigilancia completa del perímetro.

A pasos agigantados y con su cachorro durmiendo con la cabeza apoyada en su pecho, se dirigió al salón principal, donde se suponía que debía de estar su hermano a esa hora del día ya que era momento de negociación con los comerciantes.

Allí lo vió, con una sonrisa despampanante en su rostro, siendo acompañado de los mismos granjeros de siempre.

Cuando el castaño le vió frunció su ceño, confundido ante la temprana llegada de su hermano.

Se disculpó con los hombres y les ordenó retirarse, quedando a solas con el rey.

Ragnar se limitó a contarle, sin muchos detalles, el por qué de su regreso prematuro. Alegó que había sido una discusión menor con el rey y que decidió que lo mejor era guardar lejanía.

Rollo no muy convencido decidió creerle, sabiendo que más tarde se enteraría de más cosas ya sea por boca de alguno de sus sobrinos.

Le informó que no habían habido casi ninguna novedad en el tiempo de su ausencia y que ninguna visita esperada había surgido.

Ragnar satisfecho con el trabajo de su hermano durante aquellos días le permitió seguir al mando en las horas que quedaban para terminar el día, aprovechando para poder descansar.

Athelstan había estado lidiando con las fervientes ganas de golpear a alguien desde hacía varias horas.

Desde que había sido confinado dentro de la casa lo único que había podido hacer era rogar porque Alfred no se despertara y soportar las preguntas de los jóvenes Ragnarsson's.

Sus nervios disminuyeron cuando unas criadas entraron con Ubbe en brazos, quien al parecer había despertado en los brazos de su otro padre y no le agradó la idea de no sentirle cerca.

Tales nervios se convirtieron en enojo cuando las horas pasaron y aún no había rastro del vikingo. El sol ya había caído hacía rato y Ragnar no aparecía.

Se molestó demasiado por su comportamiento evasivo, el cual impedía que pudiesen aclarar las cosas.

Amamantó por última vez a sus cachorros y los acostó, sabiendo que no se despertarían hasta en la madrugada, o quizás más tarde ya que lo mismo habían hecho luego de tan largo viaje cuando llegaron a Wessex.

Se asomó a la puerta delantera de la casa y  notó que, efectivamente habían dos hombres escoltando la entrada.

Éstos no tardaron en verle y recuperar sus posiciones de guardia.

Antes de que le dijeran que no tenía permitida la salida, el omega alzó una mano, indicando silencio.

-¿dónde se encuentra Ragnar? -cuestionó con su suave voz, mirando fijamente hacia ambos betas.-

-no sabemos con exactitud -contestó bruscamente uno de los vikingos.- hemos estado toda la tarde aquí, tenemos el mismo nivel de desconocimiento sobre su paradero que tú -por alguna razón que el pelinegro desconocía, el pagano parecía molesto.-

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora