Capítulo 17.

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Tendré que conseguirte una cama más grande -El rubio susurró sobre la boca del omega.- O tendrás que vivir nuevamente junto a mí -Su lengua recorrió lentamente los delgados labios del menor.-

-La opción de la cama suena bien -Respondió agitado mientras era colocado suavemente sobre el colchón de cuero y lana.-

Pareció ser un ronroneo lo que produjo el conde cuando olisqueó en su cuello, besándolo suavemente mientras que sus manos se encargaban de desnudar el pequeño cuerpo del pelinegro.

El lobo de Ragnar estaba totalmente agusto al tener a aquél muchacho en aquellas condiciones. Le decía que lo quería así siempre, dispuesto a tenerlo. Su parte racional le decía que era mejor cuando tenía autonomía y que no había nada mejor que una pareja independiente, pero él no le hacía caso a ninguno de los dos.

Simplemente se dedicaba a pasar sus casi ásperas manos sobre la tersa piel del  ojiceleste, quien cada tanto soltaba suspiros al calor que producía el alfa.

El cuerpo del rubio siempre había sido cálido, como el de todo alfa. Éstos producían más calor que cualquiera de las otras dos razas.

Fue fácil estar piel a piel en cuestión de minutos. La temperatura de la habitación iba aumentando con velocidad y el olor a excitación gobernaba en el ambiente.

El mayor se colocó de rodillas y tomó la pierna de Athelstan, besándola lentamente, llegando a los muslos, donde recorrió con su lengua caliente.

Mordisqueó a gusto y se deleitó al estar tan cerca del lubricante que producía el menor.

Olía tan bien como las veces anteriores y lo único que hacía era que su hambre sexual crezca aún más.

Dudó entre masajearse el entrepierna para aguantar el dolor que le provocaba su erección y hacer que Athelstan lo reciba en su deliciosa boca.

Los jadeos necesitados del cristiano le hacían perder la cordura y decidió que lo mejor sería entrar en él de una buena vez.

Tomó de las piernas al muchacho y las colocó sobre sus hombros, acercándose más a su cuerpo.

Gimió al verlo con los ojos llorosos y su boca entreabierta, más aquellos rizos oscuros que reposaban en su frente.

Con su mano libre tomó su pene y mirando hacia aquella maravillosa obra de arte que habían hecho los dioses, se adentró lentamente, viendo cada gesto del pelinegro.

Le encantaba cuando cerraba sus ojos y lentamente abría la boca para luego morder sus labios con fuerza.

Al estar completamente dentro de él se permitió gemir un poco más alto, disfrutando el espectacular momento.

La vibración en su pecho no cesaba y estaba seguro que era su lobo, quien como loco quería repetirle cien mil veces que el omega le pertenecía.

Él lo sabía por completo. No le cabía ninguna duda sobre aquello y estaba totalmente seguro que lo que haría estaba en todo su derecho.

Embistió fuertemente el pequeño cuerpo, notando cómo Athelstan intentaba sostenerse de las sábanas, sin poder controlar los gemidos que delataban su placer.

El cual era tal que estaba seguro que no duraría mucho y que acabaría primero que el mayor.

Se sentía tan bien tener nuevamente a Ragnar en su interior que disfrutaba tener aquél miembro tan grande entrando y saliendo con tal velocidad.

-Eres un completo tesoro -Soltó de la nada el rubio, inclinándose hacia adelante, logrando flexionar más el cuerpo del pelinegro, llegando a lo profundo, tocando el próstata una y otra vez.-

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora