Capítulo 64

16.6K 2.2K 1.2K
                                    

Montañas blancas sin una pizca de vegetación alrededor, un suelo sin pavimentar cubierto de arena blanca y cemento, un sol que penetraba su piel quemándolo y una escalofriante soledad le acompañaban. Nunca había estado en ese sitio pero de igual forma le resultaba familiar. Quizás con algunos árboles, eliminando las montañas y con casas alrededor, se pareciera al lugar donde combatieron a los hedios horas atrás. Miraba a su alrededor buscando una manera de salir pero no la encontraba, por más que caminara siempre volvía al mismo lugar como si estuviera caminando en círculos.

Su barriga era enorme pese a que le dijeron que la de los lunianos no crecía como la de los humanos y eso lo agotaba aún más. Su caminar era pesado y se agotaba fácilmente. Suspiró cansado y se sentó a esperar que bajara un poco el sol para así sudar y agotarse menos. No tenía su celular y no había una sola alma caritativa que apareciera para mostrarle el camino de regreso a casa. Estaba sin Kook, solo y desesperado.

Se recostó a la montaña y cerró sus ojos para tratar de recuperar, las necesitaría si quería continuar buscando una forma de salir de allí. No se oía nada, estaba raramente en paz pese a su situación, acompañado por su bebé y aquel sol que quemaba como si ya no existiera la capa de ozono que lo protegiera de sus potentes rayos ultravioletas.

— ¡Mierda! — Exclamó sintiendo un dolor fuerte en su barriga. — Frijolito siempre buscas el peor momento para hacer de las tu- ¡ayyyy! — Gritó del dolor llevando sus manos hasta la barriga.

¿Se había orinado en los pantalones cual niño chiquito? Miró hacia abajo y llevó las manos a ese líquido que emanaba de él. No, no se había orinado, había roto fuentes justo en aquel lugar abandonado, justo en el peor momento. Tenía que salir de allí tenía que pedir ayuda, ya su hijo iba a nacer.

Se levantó de golpe y corrió, corrió hasta ver a una persona vestida de negro a la distancia. Por fin, después de tantas horas un ser humano que aparecía por esos rumbos. Corrió aún más veloz sosteniendo su barriga, necesitaba salir de allí, ya.

— ¡Ayuda! ¡Señor, ayúdeme! — Gritaba continuamente hasta que el sujeto se dio la vuelta haciéndolo detenerse de golpe y caminar instintivamente hacia atrás.

No era humano, era un hedio como contra los que peleó, llevaba la misma vestimenta que los otros bajo esa capa negra. Su suerte no podía ser tan tétrica...

— Atojeon... — Habló el hombre acercándose a él y no supo de a dónde, pero poco a poco se iban incorporando más. — Lo llevaremos con Hedas y su madre, no se preocupe. Acompáñenos.

— En tus sueños. — Producto de otra contracción mostró una mueca de dolor.

No obstante aquello no lo detuvo respiró profundo y echó a correr. Corrió dejando aquellos hedios vestidos de negro atrás pero, grande fue su susto cuando regresó al mismo lugar sin quererlo. ¿Qué mierda estaba sucediendo? Volvió a detenerse pero cuando volteó para irse por otro lugar, fue rodeado quedando sin ninguna escapatoria.

— ¿Qué quieren de mí? Dudo que su jefe desee algo de mí. — Preguntó mientras los distraía e intentaba usar sus poderes que parecían haberlo abandonado.

— Se equivoca, Hedas sí desea algo de usted.

— ¿Qué desea ese maldito hijo del demonio?

Aquel ser repugnante mostró una sonrisa ladina como si hubiese estado esperando por esa pregunta en específico. El circulo se fue achicando y el sujeto se paró frente a él.

— Quiere a su madre y quiere su muerte. — Estiró su mano y la colocó alrededor de su cuello.

Las lágrimas de Tae comenzaron a salir, estaba perdido y Kook no aparecía por ningún lugar. Su hijo y él estaban solos y estaba indefenso, no podía defenderse por mucho que lo intentaba. ¿Dónde estás Kook? Se preguntaba continuamente.

Amor LunarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora