48 | Tatuaje a conjunto.

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Capítulo 48 : “Tatuaje a conjunto.”

Nacor Hudson.

La mirada verdosa de la pelirroja me recorrió de arriba a abajo. Me había quitado la camiseta para ser yo el primero en tatuarme, sabia que ella estaría nerviosa, así que decidí que se fuera tranquilizando. Su mirada estaba fija en mi espalda, sabiendo que esa seria la zona que me tatuaría. Le sonreí con picardía e inmediatamente ella se sonrojó y apartó la mirada. Era la primera vez que le sonreía de aquella forma y es que desde la noche de ayer, eso era lo único que me salía de dentro.

Robin se fue a preparar todo el equipo que necesitaba para tatuarnos a ambos y mientras, agarré un álbum con miles de tatuajes dentro de el.

—¿Estás seguro de lo que te vas a tatuar? —escuché la voz de la pelirroja, interrogarme.

—Sí —dije de inmediato—. Desde hace semanas.

La chica tragó saliva.

—Yo no lo tengo tan claro, Nacor.

La observé.

—¿Nunca has deseado tatuarte algo? Una frase, un dibujo...

Ella pareció pensarlo un momento. Sus dedos estaban al borde de su boca, mordiendo sus uñas con los dientes. Quise reír por el nerviosismo que tenía, en mi primer tatuaje a los dieciséis años no me encontraba tan nervioso, de hecho, estaba ilusionado.

—No lo sé —me respondió dudosa.

—Naima —llamé su atención—, no estás obligada a tatuarte, si no quieres no pasa nada.

—Sí que quiero —afirmó rápidamente—, lo que no sé, es el qué.

—Toma —le di el álbum que había agarrado—. Quizás ahí encuentres alguno que te guste.

Sus pequeñas manos agarraron el álbum con delicadeza y se sentó en una de las sillas del establecimiento para empezar a mirarlo. Yo me senté en la silla en la que sería tatuado y Robin se acercó para hablarme. Agradecí internamente que él hubiera puesto música de fondo, ya que así Naima no pudo escuchar nuestra conversación.

—¿Quién ha sido el creador de esa maravilla? —me preguntó intrigado.

Sonreí, sabiendo que se refería a mi tatuaje.

—Mi mejor amigo —le informé—. Es todo un artista.

Kaden guardaba muy bien su secreto de ser pintor. Había visto como le había hecho retratos al amor de su vida, así que fue mi primera opción para pedirle ayuda con mi tatuaje. Sorprendentemente, el pelinegro había dado en el clavo con lo que tenía en mi cabeza y dibujó justo lo que quería. En un momento que Naima no miraba, saqué el papel con el dibujo de mis pantalones y se lo entregué a Robin.

El resto, era historia.

Él haría la magia.

—¿Estás listo? —me preguntó con la máquina de tatuar ya en su mano.

—Adelante —asentí, poniéndome cómodo, relajándome.

Cuando la máquina empezó a hacer ruido, vi como Naima levantó la mirada del álbum y la fijó en nosotros. Al segundo, diría casi de inmediato, se levantó de la silla y quiso acercarse. Sin embargo, fui más rápido que ella y levanté la mano para que frenara sus pasos instantáneamente. Para mi suerte lo hizo, y me apresuré en hablar.

—Todo está bien Naima, vuelve a sentarte —le ordené.

—¿Estás seguro? —quiso mirar mi espalda, pero no pudo—. ¿No me enseñarás lo que te vas a tatuar?

La decisión de Nacor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora