Destino

Capítulo 8: "Como si fuera yo"

-Hola, Jodie. ¿Aún me ignoras? -ésa voz, de nuevo.

-Hola, rubia. -dije sin ganas, ¿por qué tenía que venir a arruinarme el día? ¿Acaso ya no era suficiente la idea de que me hubiera arrebatado a Sebastián?

-¿Con que ahora ése es mi sobrenombre? -dijo con gracia la idiota.

-Como si te conociera. -no aparté la vista de mi libro "Tiempo de matar" de John Grisham.

-Ah, ¿me seguirás ignorando? Bueno, entonces supongo que no quieres hablar de lo que acaba de pasar, supongo que no quieres contarme qué te sucede. -¿qué? Hacía mucho que no tenía alguien además de Sebastián que se preocupara por mí.

-¿Y qué tanto te importa lo que me pase? -dije fríamente, o sea, ¿y ésta? ¿Quién se cree? Se acuesta con mi novio y luego intenta darme consejos.

-¿Qué clase de amiga sería si no me importara?

-¿Amiga? ¡Una amiga no se acuesta con tu novio! -gruñí, sin sacar aún la vista de mi libro.

-¿Tienes novio? No sabía que entre ustedes se relacionaban. -dijo sorprendida, ¿de qué hablaba?

-¿Qué quieres decir con eso? -la miré, no aguantaba más.

Ésta vez no desapareció, ella seguía ahí, sus labios color carmín claro, su piel suave como la seda, sus mejillas rosadas, sus ojos color celeste, su cabello rubio hasta los hombros. Reconocería a esta chica en cualquier lado, después de dos años, seguía igual, seguía como le recordaba.

-Clara. -tartamudeé.

-Jodie, tanto tiempo. -sacó su vista de mis ojos y miró la paloma que pasaba por delante de nosotras, noté la cicatriz que tenía en su cuello.

-¿Cómo es posible? ¿Estoy loca?

-No lo sé, creí que tú lo sabrías, siempre te veo, pero tú simplemente me ignorabas, como si fuera yo la que no existiera...

-No te entiendo Clara, esto no tiene sentido.

-Desde el accidente me sigues, me observas, al principio te temía más que a nada en el mundo, ahora te volviste parte de mi vida, por eso quería hablar contigo, ya que no te vas a ir...

-¿Por qué me iría? ¿Por el hecho de que te acostaste con Sebastián? ¿Es una ilusión óptica o algo parecido? -Clara, o lo que sea que tenía a mi lado, rió.

-¿Qué esperabas que hiciera con mi novio? ¿Sentarnos a armar un puzzle de 200 piezas a diario?

-¡¿Tu qué?! -le grité exaltada.