Capítulo 4: "¿Qué demonios haces tú aquí?"

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Pensé en decirle a Sebastián sobre lo que pasó la noche anterior, pero no, era estúpido. Me reí de mí misma, -¿estoy loca? Sí, a lo mejor todo esto es mi imaginación - Comencé a hacer tontas teorías sobre qué era cierto y qué no, mientras jugaba con una moneda entre mis dedos.

-¿Jodie? -escuché mi nombre, la voz se escuchaba a lo lejos. Me levanté a ver si algún vecino precisaba algo.

Fui hasta la puerta, no había nadie. -¿Jodie? ¿Qué demonios haces tú aquí?

Quedé perpleja, sentía que alguien me hablaba, en frente mío, pero no había nadie, busqué con mi mirada a alguien, nadie, simplemente nadie, tomé mi bolso y salí al parque, -necesito aire- pensé.

De camino, el pensamiento no me salía de la cabeza. ¿Me estaré volviendo loca? Iba caminando, pateando una piedra para distraerme.

Caminaba a casa, ya habían pasado unas horas, me sentía más tranquila.

-¿Sebas? -entré en la casa.

-¿Jodie? ¿Dónde estabas, hermosa? -me dijo preocupado, mientras que colocaba un beso en mis labios fríos por la temperatura de afuera.

-Fui al parque, necesitaba un poco de aire.

-Está bien, deja una nota la próxima. -me di cuenta que una parte de él estaba molesta por lo que había hecho, Sebastián siempre se preocupaba.

-Lo prometo, perdón. -Besé su mejilla- ¿Comiste?

-Perdón, mi estómago rugía -dijo haciendo puchero, esto me hizo reír.

-No importa, no tengo hambre.

-Bueno, me voy a dormir, princesa. -besó mi frente.

-Voy contigo.

Nos adentramos en la cama. Luego de unos minutos Sebastián ya estaba dormido, lo miré con ternura, me encantaba verlo así, débil, delicado y frágil, solo se ve así cuando duerme.

Mierda, ya son las 2:34am, ni un poco de sueño, simplemente mis ojos no se pegaban.

Me senté, vi el balcón, me levanté sin hacer ruido, lo que menos quería era despertar a Sebastián. Tomé un almohadón, lo coloqué frente a la puerta de vidrio, me acomodé. Miré el cielo, ni una estrella, escuché grillos a lo lejos y quién sabe qué otros bichos. Me quedé unos minutos mirando por esta pequeña puerta que daba al balcón, la luz del jardín no llegaba a alumbrar mas allá del ceibo que quedaba a unos metros de la puerta. -¿Qué es eso?- ésta pregunta interrumpió mi profunda paz, ¿ésa manta blanca? Mierda, tendría que ir a buscarla, pero no tenía ganas. Mis ojos se volvieron pesados, al fin el sueño me inundó -Mañana iré- pensé, me levanté y me metí en la cama, me recosté sobre el pecho de Sebastián, y dejé que mis pensamientos murieran por unos momentos, hasta dormirme.

DestinoWhere stories live. Discover now