CAPITULO 19 - Parte 1: LA VERGÜENZA DE MI PASADO

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Durante el viaje en tren Mina había hecho lo imposible por alejarse lo máximo posible de Owain. Incluso ahora, en Puerto Ventis, ella se situaba en el otro extremo, muy alejada de él.

—Eh, tío —le dijo Shiro—. Anima esa cara, que nos vamos de vacaciones, no a un funeral.

—Ya, lo siento. Tienes razón. Necesito relajarme.

Le dieron los billetes de viaje a la azafata y subieron al barco. Un barco que no era excesivamente grande, sobretodo para Owain que estaba acostumbrado a viajes en cruceros enormes, una de las pasiones de su madre. Sin embargo, era lo suficientemente grande como para alojar a cien personas.

Rápidamente se repartieron por el interior del barco y eligieron sus camarotes compartidos. Cuando dejaron sus maletas en ellos, fueron a comer al restaurante del barco. En la mesa, salió el tema más temido por Mina.

—Sé que es una especie de isla paradisiaca para disfrutar del sol y la playa. Pero, cuéntanos, Mina, ¿cómo es realmente Isla Gálama? —preguntó Hawk inocentemente.

—¿Lo dices en serio? —preguntó Piers un poco molesto—. No puedes hacer esa pregunta sabiendo...

Mina le detuvo con un gesto.

—No pasa nada. Siempre he rehuido del tema. Quizás contarlo me sirva de algo.

Todos dejaron de masticar y dejaron los cubiertos sobre la mesa, expectantes de las palabras de Mina. Owain, por su parte, no podía mirarle a la cara. Así que se limitaba a mirar su propia comida y jugaba a despedazar un trozo de pan.

—Ya sabéis que la magia de invocación era la menos frecuente. De hecho, tan solo mi familia es la única poseedora de esa magia. Y mi padre, como líder del clan, decidió que era mejor aislarse del resto. Siempre decía que los demás magos nos envidiaban, que los carentes nos temían y que nosotros éramos genéticamente superiores.

—Soy fan de tu padre —interrumpió Shiro—. Sí señor. Eso es tener confianza en uno mismo.

—Shhh... —le mandó a callar Tharja.

—Así que utilizamos la Isla Gálama como nuestro refugio, nuestro hogar. Y cuando estalló el Levantamiento, el primer lugar afectado fue mi isla. No tuvimos tiempo de reaccionar, todo sucedió muy deprisa. Recuerdo que un día estaba jugando con mi primo en la charca y, un par de horas después, todo estaba en llamas. La Inquisición decidió eliminarnos a nosotros primero. Entonces supe que mi padre tenía razón: los carentes nos temían.

—Los carentes siempre hablan de lo peligrosos que somos —dijo Sirsa—, pero ellos son mucho peor porque no necesitan magia para suponer un peligro.

—Y... perdón si estoy siendo insensible —dijo Lance de la manera más dulce—, ¿pero cómo conseguiste sobrevivir cuando todos los demás murieron allí?

—Mi primo —respondió ella con una sonrisa—. Él me adoraba por encima de todo. Siempre cuidaba de mí. Cuando vimos el humo a lo lejos me llevó a un lugar seguro, una especie de escondite en el que solíamos jugar. Me dijo que me quedara allí y no saliera pasara lo que pasara. Me prometió que volvería a buscarme... pero no lo hizo. Así que cuando vi que las llamas empezaban a consumirlo todo, decidí salir a buscar a mi familia. Me recorrí... —Hizo una pausa para no empezar a llorar—, toda la isla esquivando llamas, hasta que llegué a casa. Solo pude reconocer el cuerpo de mi padre siendo consumido por el fuego.

—Así que por eso le tienes fobia al fuego... —murmuró Vito.

Owain no pudo evitar levantar la vista en esta ocasión, y se encontró la mirada lagrimosa de Mina, que asentía lentamente. Piers le agarró la mano y apretó con fuerza, pero delicadamente.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora