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Matt se sentía extraño.

《Entumecido》

Temblaba levemente y sufría una taquicardia horrible.
Su madre se había ido en la mañana, y desde entonces, había estado esperando a Oliver con ansias, pero la tarde había caído y el chico había comenzado a sentirse inquieto.

Caminaba de acá para allá, por toda la casa, intentando controlar sus torpes movimientos. Mordía su labio inferior con tanta fuerza, que la sangre le pintaba la sonrisa con color carmesí. Pero eso no parecía preocuparle en lo más mínimo, de hecho, parecía ni siquiera haber notado aquel pequeño detalle.

Mientras caminaba por uno de los pasillos decidió detenerse, y entonces, se arrodilló en el suelo observando el mismo, porque creyó haber visto una pequeña mariquita allí. Pero, por el contrario, pudo ver, por el rabillo de su ojo, como una araña se acercaba rápidamente hasta su mano, e incluso pudo sentir el tacto de aquellas patas finas y heladas palpando su pálida piel, pero cuando intentó apartarla, se encontró con un vacío desconcertante.

El castaño frunció el ceño confundido. Estaba seguro de haber visto y sentido aquel insecto allí, a su lado. Sin embargo, no podía hallarlo.
Se incorporó y dio media vuelta sin despegar su vista del suelo, pero entoces, se topó con unas botas negras frente a sí. Subió su mirada, y su expresión confundida aumentó.

―Matt, ¿estás bien?, ¿qué pasa?

El chico no respondió, se quedó completamente paralizado. Plasmado observando al frente, pareciendo estar en su propio mundo, sin poder comprender...

―Matthew, hijo.

Su madre posó una de sus manos sobre el hombro del chico, y éste frunció el ceño entonces. La mujer suspiró al haber obtenido aquella respuesta.

―Matt, me asustaste. ―confesó ella apretando levemente el hombro de su hijo.

―Perdón, yo solamente estoy esperando a Oliver. Prometió venir hoy pero, no ha aparecido aún. ―respondió el chico con una mueca decaída.

Ante aquellas palabras, la mujer pudo sentir su garganta secarse y su cuerpo entero se tensó.

―Hijo... ―aquella palabra pareció salir en un susurro; la fémina no sabía aún cómo decir lo siguiente de una forma correcta.

―¿Qué pasa, mamá? ―Matt ladeó su cabeza cual cachorro confundido, intentando descifrar la razón de aquella mueca de dolor en el rostro de su madre.

―Oliver no va a venir, Matt.

El menor frunció el ceño ante aquellas palabras. No lograba comprender. ¿Acaso su mejor amigo le había mentido?

―¿Cómo sabés eso? ¿Has hablado con él? ¿Oli, mi Oli está bien? ―preguntó de forma casi desesperada.

La mujer respiró hondo y tomó a su hijo por los hombros.

―Matt... Oliver te dejó hace tres años ya...

Aquellas palabras resonaron en su mente...
Oliver... dejándole...
Aquello no podía ser cierto, seguro era alguna especie de broma de mal gusto, ¿verdad?
Sí.
Eso debía ser.

―¿Qué decís?... Eso no es verdad. Estuvo acá ayer...

―Son alucinaciones, Matt. Ayer estuvimos en el hospital por eso...

―No. No son. ―interrumpió respirando de forma agitada mientras negaba, y de un grito que parecía un sollozo, exclamó:― ¡Yo lo vi! ¡Estuvo conmigo ayer!

―¡Oliver se fue hace cinco años, Matthew! ¡Te dejó y no va a volver, porque está muerto!

Aquello se había oído fuerte y claro, y se había sentido como una piedra hundiéndose hasta el fondo del lago.
Matt se apartó de forma brusca, los cristalinos ya empapaban sus mejillas en abundancia para entonces, y su cuerpo entero temblaba con insistencia, pero eso no le impidió reunir sus fuerzas para poder dar media vuelta y correr hasta su habitación a encerrarse, una vez allí, sólo se tiró en la cama a morir y llorar.

Si todo era verdad... Entonces... Entonces Oliver le había fallado.
Oliver no era quien le había hecho creer. No era ese chico que él amaba, era un mentiroso.
Oliver le había mentido, no lo amaba, nunca lo hizo.
Porque quien ama, no abandona, no falla, no rompe. ¿Verdad?

Pero Oliver, se había ido, lo había abandonado.

Oniria.  [Sycholls] Where stories live. Discover now