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La casa estaba en un absoluto silencio que apenas se veía interrumpido por el suave sonido de la aguja del reloj que colgaba sobre la chimenea, aquel característico tic-tac que retumbaba en la oscuridad de la sala de estar vacía.
La casa entera se veía lúgubre con absolutamente todas las ventanas cerradas impidiendo cualquier pase de luz.

Janice Nicholls nunca podría haberse imaginado un escenario similar hace cuatro años, cuando su familia entera aún se encontraba unida a su lado y todo parecía más feliz y colorido.

Ahora, mientras estaba recostada en la cama matrimonial de su habitación, los recuerdos inundaban su mente, rememorando aquellos tiempos cuando su esposo aún estaba con vida, cuando su hijo mayor aún no había huído lejos de la ciudad a la primera oportunidad que se presentó, y cuando Matt aún era... Matt.

Cuando todos juntos solían vacacionar en aquella misma casa de campo, cosa que se había vuelto una tradición familiar para ellos, pero que en el último tiempo resultó ser una pesadilla, de las peores decisiones que pudo tomar.

Debió saber que su hijo aún no estaba listo para volver a aquel lugar donde había pasado tanto tiempo con aquel chico, Oliver, y también con su propia familia que ahora estaba totalmente rota.

Todo lo positivo se desvaneció ante los desgarradores recuerdos de aquellas personas que ya no estaban, tanta estimulación acabó rompiendo la frágil estabilidad mental del menor, y ahora se encontraba internado nuevamente, lejos de ella, por su propia culpa.

Janice no dejaba de pensar en todas las cosas que podría haber hecho mejor, no podía dejar de pensar en cada error, no podía dejar de culparse.

Desde el inesperado fallecimiento de su esposo en aquel accidente automovilístico que cobró tres vidas, no pudo dejar de culparse por absolutamente todo.

Al no tener a su compañero de vida a su lado, todo se sentía mucho más inestable y difícil. Sus hijos se volvieron distantes mientras lidiaban con el duelo por su padre, Matt, quién pareció ser el más afectado, se apoyó en Oliver, y cuando Oliver ya no pudo sostenerlo, todo se derrumbó justo encima de Janice, pero ella tampoco pudo con tanto peso y el barco se hundió.

Todo pasó tan rápido que ni siquiera fue capaz de procesar la muerte de su esposo correctamente, y en el fondo sabía que cada herida seguía tan fresca como el primer día, incluso años después.
Pero no tenía tiempo para lidiar con sus propias heridas cuando debía ocuparse de intentar sanar a Matt.

Solía decirse a sí misma que él la necesitaba más de lo que ella se necesitaba a sí misma, era una realidad que no se podía negar, aunque en el fondo deseaba que aquello dejara de ser verdad.

Un ruido la sacó de aquél agujero negro lleno de recuerdos en el cual había caído, el teléfono había comenzado a sonar rompiendo el silencio de la casa.
Se enderezó en la cama para tomarlo y al instante sintió su cuerpo tensarse al ver aquel número.

―¿Hola?

―Buenas tardes ―una joven voz femenina respondió del otro lado de la línea―. ¿Me contacto con la señora Janice Nicholls, madre de Matthew Nicholls?

―Sí, soy yo ―asintió enseguida con su cabeza pese a que la mujer no podía verla.

―Le llamo para informarle que el doctor Davis solicita su presencia inmediata en el hospital.

Aquellas palabras fueron lo suficientemente alarmantes como para hacer que los latidos de su corazón comenzaran a acelerarse.

―¿Qué pasó? ¿Matt está bien? ―preguntó al instante, y aunque deseaba escuchar una respuesta positiva, en el fondo sabía que algo andaba mal.

Mil escenarios cruzaban por su mente como flashes, y la voz al otro lado del teléfono acabó confirmando uno de ellos.

―Señora... ―luego de una pequeña pausa, la mujer suspiró con pesar, como si le costase confesar el motivo de su llamada―. Su hijo ha atentado contra su vida. El médico ha conseguido estabilizarlo pero aún así sigue delicado, la necesitamos acá

―Estaré allá en veinte minutos. ―su respuesta fue sólida y corta, aunque lejos de estar calmada, en realidad era el shock lo que le impedía decir mucho más.

Su corazón latía con fuerza y podía sentir como su cuerpo comenzaba a temblar a medida que su mente procesaba las palabras de la persona al otro lado de la línea.

Salió de su habitación al instante luego de finalizar la llamada, avanzó por el pasillo a pasos un tanto torpes, intentaba mantener su compostura todo lo que podía.

Mientras avanzaba por el pasillo, sus ojos bien abiertos se fijaron en la puerta que daba paso a la habitación de su hijo, notando que estaba entreabierta.



If only sorrow could build a staircase...

Le pareció escuchar el eco de unos susurros casi inaudibles que le incitaban a avanzar.

Or tears could show the way...

Su mano pálida empujó la puerta de madera dejando a la vista una habitación vacía con las pertenencias de su hijo.

I would climb my way to heaven...

Sus ojos se fijaron en el mueble a un lado de la cama, allí, unos ojos verdes le devolvían la mirada expectantes desde el otro lado del cristal.

To bring him back home again...

El retrato estaba perfectamente puesto para ser identificado a simple vista, era la foto favorita de Matt.
Su brazo rodeaba el hombro del chico a su lado, manteniéndolo pegado a sí como siempre solía hacer.

If sorrow could build a staircase

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If sorrow could build a staircase...

Ambos se veían tan felices en ese entonces, un tiempo antes de que todo se cayera a pedazos.

Tears could show the way...

Y el dolor se apoderó de ella al ver aquella imagen, un dolor que salió a la superficie en forma de rabia mientras ella tomaba el cuadro y lo estrellaba contra el suelo, escuchando claramente como el cristal estallaba en mil pedazos.

―¡Deja a mi hijo en paz! ―el grito pareció desgarrar su garganta mientras caía de rodillas al suelo―. ¡Déjalo! ¡Déjalo ir!

Gritaba con rabia, como si tuviera al castaño allí mismo frente a sí. Sus sollozos que parecían estar llenos de odio y rencor no eran nada más que una súplica desesperada por querer recuperar a su hijo.

―Oliver... ―las lágrimas no tardaron en aparecer acompañando los sollozos―. Si alguna vez amaste a Matt... Dejalo ir... No te lo lleves por favor. No te lleves a mi bebé...

Su voz se quebró antes de que pudiera decir mucho más, y el vacío de la habitación no le devolvió ninguna respuesta.

Su propia angustia hacía del ambiente algo pesado, deseaba al menos obtener alguna señal, un algo que le diera esperanzas de que aún podía tener al menos, un poco de control sobre lo que pasaba con su hijo.

Pero no podía pelear con fantasmas, y no podía ayudar a Matt si él no se ayudaba a sí mismo, pero Matt estaba demasiado perdido para saber cómo hacer eso.

Perdido en una fantasía, perdido en el pasado.

Porque realmente, el día que Matt perdió a Oliver, poco a poco todos lo perdieron a él también.

Oniria.  [Sycholls] Where stories live. Discover now