14.

20 2 9
                                    

Siempre fue demasiado inseguro.

Solía ser el callado de la clase que se sentaba atrás y no alzaba la mano incluso aunque supiera las respuestas, porque no podía parar de dudar de sí mismo y de sus capacidades.

Solía vestirse lo más normal posible porque su propia inseguridad le llevaba a querer ser completamente imperceptible, quizás así nadie se daría cuenta de lo patético que era.

Solía ocultar todo lo que sentía por lo mismo también.

¿Quién querría a alguien como él?

Vivía reprimido.

Y cualquiera diría que vivir como él lo hacía no era vivir, sino ser un desperdicio de oxígeno, una existencia injustificable, insostenible, indeseable. Y así era, odiaba su propia existencia cada día de su vida.

Odiaba tener que fingir ser alguien que no era. Odiaba callar, odiaba mezclarse con los demás. Odiaba preocuparse por todo siempre, y por años no se vio capaz de parar.

Cambiar parecía algo tan simple cuando se lo planteaba, pero hacerlo costaba tanto. Por eso, cuando su mejor amigo le regaló aquella camiseta de esa banda que tanto le gustaba, Oliver rompió en llanto entre sus brazos, aferrándose a él, tomándolo como su refugio; sólo Matt entendía lo mucho que le costaba hacer cosas tan simples como vestirse expresando sus propios gustos.

Y ese fue el principio de todo.

Su ropa poco a poco pasó a ser su refugio, e incluso había llegado tan lejos como para comprar maquillaje y usarlo casi todos los días. Paso a paso había creado un estilo propio que le generaba placer.

Pero todo esto había afectado la forma en la que los demás lo percibían, y su forma de ser, un poco femenina por inercia e introvertida por naturaleza, no ayudaba en absoluto.

Pero se sentía bien.

Se sentía bien incluso cuando sus compañeros inventaban aquellos estúpidos rumores sobre él y otros chicos, asumiendo su orientación sexual por prejuicio.

Su mejor amigo solía molestarse más que él por esas cosas, se lo podía ver prepotente, lanzando insultos al aire hacia aquellas personas que se atrevían a hablar sobre él, porque, ¿cómo carajo se atrevían a inventar tal cosa sobre un chico como él?

Poco sabía que una parte de esos rumores era real, y que más encima, él tenía mucho que ver en aquello.

Oliver intentó, por meses, decirle todo aquello que tenía dentro suyo.
Todas las cosas que sentía cada vez que lo veía, cada vez que dormía a su lado y sentía sus brazos rodeándolo con fuerza.
Quería contarle que sólo a su lado se sentía protegido, que sólo él conseguía hacerlo sentir valiente. Quería decirle que sólo él era capaz de hacer que toda esa tristeza que sentía siempre se esfumara, sólo él podía ahuyentar esos pensamientos que lo atormentaban, esos terribles pensamientos que le decían que debería desaparecer.
Sólo él podía conseguir que hiciera hasta lo inimaginable, arriesgarse con tal de sentirse feliz.

Y lo hizo, Oliver se confesó.

El viento frío y suave parecía cantar pequeñas y tétricas melodías que endulzaban sus tímpanos, como si un violinista invisible le ofreciera un show...

Oliver mantenía su mirada fija en la ventana de su habitación mientras esperaba, paciente, repasando en su mente las palabras que planeaba decir.

Los pasos en las escaleras le alertaron, y pudo sentir su corazón pesar ante la realización de lo que estaba a punto de pasar.

Un joven castaño abrió la puerta con una sonrisa que pronto fue reemplazada por una mueca de preocupación al ver la seriedad en el rostro de su amigo.

¿Oli?

Oliver suspiró y se sentó en su cama, dirigiendo su mirada hacia él mientras palmeaba un lugar frente a sí en el colchón.
El chico entendió al instante y cerró la puerta a sus espaldas para después acercarse y tomar asiento, observando a su amigo con curiosidad.

¿Qué pasa? preguntó llevando una de sus manos hasta el hombro ajeno—. Oli, me estás asustando.

Oliver mantuvo su mirada baja por unos instantes, intentando encontrar las palabras indicadas para poder expresar lo que sentía, pero sus emociones estaban tan a flor de piel que no sabía cómo decirlo.

Matt... Has sido mi mejor amigo por demasiado tiempo, años. Te has vuelto la única persona en la que puedo confiar de verdad, mi confidente, mi refugio y yo... su voz tembló ligeramente, y por unos segundos pensó en quedarse callado o inventar cualquier otra cosa, pensó en seguir fingiendo que no pasaba nada, como siempre, y condenarse a sí mismo a una vida callando sus propios sentimientos con la tonta esperanza de poder borrarlos.

—¿Vos...? —Matt lo observaba preocupado, en cuestión de segundos su mente había creado mil teorías sobre lo que sea que su amigo quería decirle y ahora sentía su estómago completamente revuelto por la situación—. ¿Estás pensando en terminar nuestra amistad? —cuestionó con temor, siendo eso todo en lo que podía pensar.

Oliver alzó su mirada, su rostro reflejaba angustia y negó con su cabeza lentamente.

—No... Pero supongo que eso depende de cómo te lo tomes... —murmuró, siendo consciente de que eso era una posibilidad, y no exactamente por decisión suya—. Sabés, las cosas que dicen en el colegio no son del todo mentira... Bueno, al menos la parte de que me gustan los chicos...

El silencio se mantuvo por unos momentos, Oliver sólo podía mantener su mirada baja, negándose a mirar a su mejor amigo a la cara, no era capaz de enfrentarlo.

—¿Qué?...

—Pero no me gustan todos esos que los demás dicen, en realidad, me gustas vos, Matt.

Cuando se dio cuenta de que ya no había marcha atrás, ya era demasiado tarde.

Oliver nunca pudo olvidar el rostro empapado en lágrimas de su mejor amigo, su voz rota diciéndole que era una blasfemia, y cómo le rogó que aquello fuese una mentira. Rememoró cada día la forma en la que Matt intentó convencerlo de que aquello estaba mal, cómo lo rechazó y la forma en la que lo ignoró las semanas siguientes, apartándose por completo de él.

Oliver siempre supo cómo Matt había crecido envuelto en un ambiente para nada amigable con esas cosas, pero el cariño que había entre ambos le hizo creer que quizás, sólo quizás su mejor amigo reaccionaría diferente con él.

Pero no, Matt actuó como si el mundo se estuviera cayendo a pedazos por su culpa, y de repente toda su estabilidad se fue al carajo.
De repente ya no tuvo fuerzas para ser todo aquello que anhelaba ser, de repente todos esos cambios que había hecho en un par de años, se fueron a la mierda en dos segundos.
Oliver ya no se sentía seguro.
Todo aquello que alguna vez pudo querer se vio hecho piedra, y su mundo se hizo polvo frente a sus ojos sin que pudiera hacer nada para pararlo.
Así que se rindió, siendo consciente de que aquello era una guerra que no podría ganar.

Oliver cerró sus ojos, aguantó la respiración, y se dejó llevar.

Y eso fue algo que Matt nunca se pudo perdonar.

Oniria.  [Sycholls] Where stories live. Discover now