Capítulo 7

46 13 0
                                    


7

Esa tarde nos perdimos del mundo y solo compartimos lo que teníamos que decir con nuestros labios. Se nos había olvidado que debíamos regresar y el llamado de Vicente fue el recordatorio de volver a la realidad y romper ese momento de ensueño. Llegamos a casa y estaba todo preparado, ambos nos sorprendimos mucho, porque no solo estaríamos nosotros, sino que también estaban Romina, Carlos y Alicia. Todos ellos eran amigos de la familia y me sentí un poco incómodo al estar con personas que no conocía, pensé en irme, era solo vergüenza injustificada, puesto que rápidamente me incluyeron en las conversaciones y estuve hablando un buen rato con Romina y Carlos que también habían sido amigos de Carina quienes contaron el anécdota de cómo ella y Vicente se conocieron en su matrimonio. Por otra parte, no habíamos discutido con Cristina acerca si le comentaríamos al mundo «Nuestro acercamiento» o sería un secreto, pero todo pasa y cuando uno quiere evadir la realidad, esta sin duda te da en la cara. Alicia era una gran amiga de Vicente y la socia dentro del negocio de abogados que también compartían con Carlos, los tres eran abogados y Romina al igual que Carina eran médicos. Sin contar que Cristina se estaba preparando para seguramente trabajar en el negocio familiar. Al principio, estaba muy perturbado y a pesar de que fueron muy afables conmigo, me sentía un poco fuera de lugar, yo estudiando para periodista y con la principal vocación de escritor, la verdad aunque amo lo que hago, en ese momento no me sentía muy seguro de lo que hacía, sin embargo, todo cambió cuando Alicia hizo una pregunta que me sorprendió y lo más seguro, es que su respuesta haya sido la causante de la conversación posterior con Vicente:

— Oye Cristina... ¿Tú y Martín son amigos? – Preguntó Alicia de forma ingenua y cuando se lo pregunté con el paso de los años, me dijo que pensó que podía ser un compañero de universidad u algo así, es más, si lo era, me quería ofrecer trabajo.

— Somos más que amigos, con Martín estamos intentando algo. – Cuando lo he contado no me creen, pero sucedió igual que en las películas, silencio rotundo, a Romina se le cayó un vaso y se apagó la música. Todos expectantes a la reacción de Vicente y por supuesto que yo no demostraba la desesperación que me acechaba, porque no sabía cómo reaccionaría, fue en ese entonces, que él me miró para decirme:

— ¿Martín me acompañas a la oficina por favor? – Esperaba que Cristina dijera algo o hiciera alguna mención, pero no pude hacer nada y de forma inmuta lo acompañé al escritorio. Cuando llegamos me pidió que tomara asiento y comenzó la puesta en escena de posturas entre el juez y el acusado.

— ¿Por qué crees que te traje a conversar aquí Martín? – En su expresión no había ninguna mueca, no sabía cómo interpretar o dirigir la conversación.

— La verdad, no lo sé. – Solo lo dije para ganar tiempo e intentar desviar hablar sobre lo que había ocurrido.

— ¿No te haces alguna idea? – Arremetió nuevamente sin dejarme ninguna salida.

— Imagino que es por lo mencionado por Cristina.

— La verdad eso se agrega y cambia un poco lo que tengo que decirte.

— ¿Entonces? – Sin entender lo que ocurría, estaba muy inquieto esperando lo que Vicente me diría.

— Cristina hoy temprano me entregó tu texto. Te invité por dos razones hoy a mi casa, aunque ya no son dos, sino que tres. La primera, para felicitarte por tu historia, yo nunca he sido muy apegado a las novelas y a los cuentos, siempre estoy constantemente leyendo diarios, revistas políticas, sobre religión, la fe entre otras cosas y no acostumbro a dedicarme a la lectura de textos «Románticos» perdóname que me refiera así, pero no sé cómo ejemplificar de forma crítica lo que escribiste en tu relato. La novela que preparas ¿se llamará?...

¿Será Muy Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora