Narraciones Profanas: Lilith, la caminante nocturna.

Escena 7. Un Ángel Caído (Sin Edición)

Escena 7. Un Ángel Caído

"Recordemos que no son dos fuerzas antagónicas que consistan en el mismo poder, recordemos que una está al servicio de la otra, Lucifer es utilizado por y para un fin: que el hombre tome consciencia de que ninguna fuerza es más poderosa que de la que él es portador: la fuerza del Amor"

Diana y Karolus

La simple mención de mi nombre parece evocar el olor del azufre y tormento a quien lo pronuncia. Se me imagina como el ángel más bello de la creación y también como el causante del mayor conflicto jamás ocurrido. Dicen que, seducido por mi propio orgullo, arrastré a una gran parte de los ángeles que adoraban a dios, provocando una rebelión cuyas consecuencias fue nuestro destierro. Ahora mi existencia solo justifica el dolor, la maldad y la muerte en el mundo.

Soy conocido como el incitador del lado más oscuro de los mortales, el tentador primero. Pero mi historia está llena de contradicciones, y una de ellas es la ausencia de verdad, el hombre se encargó de borrarme de sus relatos y hoy les contaré una parte que ni los sabios fueron capaz de relatar.

Yo me veía cayendo del cielo como un trueno que impacta la tierra. Mis alas arrastraban la tercera parte de las estrellas del firmamento y ahora que lo pienso, era una bella lluvia de estrellas. Dios no perdonó a los ángeles pecadores, pero les perdono la vida, y fueron precipitados al infierno, nos entregó a las prisiones tenebrosas en espera de un juicio injusto, una persona que justifica su amor con odio, no es muy diferente a mí.

Fui arrojado al estanque de azufre y fuego, donde están las Bestias y los Falsos Profetas, lugar donde seremos atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Él ha reservado esta eterna prisión, la cual está en el fondo de las tinieblas para el gran día de nuestro juicio, los ángeles no conservaron su dignidad, y se hallan rotos esperando que algún día sean perdonados o simplemente mueran a manos de Miguel.

– Tu esplendor ha caído a lo profunda de la oscuridad – me decía mientras mis alas se tornaban de un color oscuro.

– ¿Cómo has caído desde lo más alto del cielo brillante estrella, hijo de la Aurora? – Me decía desde lo más profundo de mi corazón.

– El cielo escalaré y encima de las estrellas de dios levantaré mi trono, para estar con ella – fueron las palabras que me condenaron.

Soy perfecto y en los caminos del día en fui creado, hasta que apareció en mi la soberbia. Mientras más crecían mis sentimientos, más me llenaba de violencia y pecados; ella es perfecta, pero las leyes me prohibían estar con Lilith, éramos un solo ser, pero nuestra libertad está atada al encierro de su mundo y al caos del cielo. Aún recuerdo sus palabras arrogantes.

– ¡Oh Querubín protector de las brasas ardientes! Tu corazón se ha enaltecido por tu belleza. Tu sabiduría esta corrompida por tu esplendor. Y Yo te destierro más abajo de la tierra, para que cumplas tú castigo y te he presentado como espectáculo a los que una vez llamaste hermanos. – sus palabras retumban mis oídos, han pasado miles de años y todavía las escucho en mi cabeza.

Soy el príncipe, perdón rey de las tinieblas, transmito un aire de suprema confianza, que puede confundirse con arrogancia pura, tengo la facilidad de que todo el mundo me cuente sus más oscuros secretos y deseos, odio las mentiras, soy una persona honesta, entregada a mis placeres, aunque llevo una cruz, un pecado más grande que la soberbia, y les cuento hoy, que fue perder mi alma, cuando me enamoré por primera vez.

Lo que te voy a decir, puede que suene una locura, pero lo he pensado mucho y no es tan alocado, me enamoré de ti, ya ha paso mucho tiempo desde que vi tu creación, Adán no te merece quédate conmigo, te aseguro que te daré los regalos y bendiciones más grandes del cielo, pero por favor dame tu amor. – ¿Qué opinas? – le pregunté mientras me miraba desconcertada.