Escena 6. Un Pecado en Familia (Sin Edición)

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Escena 6. Un Pecado en Familia

"Estábamos cansados del cielo, y nos vimos obligados a jugar en el infierno; solo tu sonrisa sabe lo que mi mirada calla".

Ilcekar.

Cuando era niño, mis primos me decían que había nacido para ser algo grande y debía seguir mis sueños, lo que no sabían era que definitivamente me había enamorado de un deseo casi imposible, conquistar a un ser maravilloso, nadie entiende los designios de dios, me enamoré de mi prima.

Se llama Dakota. Es un ser encantador, es preciosa, es perfecta. Soy mayor que ella por unos meses. Siempre que la veo, con su pelo negro rebelde, sus ojos oscuros me traen loco, sus labios juguetones y rosados, una mirada encantadora, llena de promesas, placeres, ella es quien se roba mis palabras. Es y será desde un principio un amor incurable para toda la vida.

Vivimos juntos, me mude hace unos meses con la hermana de mi mamá, una familia muy querida. Ella me decía que yo había nacido para ser escritor, leía mi mirada y se daba cuenta que era un transgresor de versos. Yo no era capaz de poner en duda sus palabras, ya que solo deseaba escribir, perdón, retratar tanta belleza en mis letras.

Me enamoré casi de inmediato, todo paso en uno de los interminables veranos en la playa, todo fue muy rápido, y solo era capaz de ver como se mecía en aquella hamaca. Hace mucho no vivo con mis padres y he pasado por cosas desastrosas, las malas decisiones que he tomado, pero todo ello me llevo a enfrentar al amor más puro y dulce, que he podido probar. Fue el momento más feliz de mi vida. Me sentí completamente libre. Mis primos se metían a jugar con las olas, un poco altas, por cierto, aunque estaba con ellos, mi mente solo estaba para ella, el mar se hacía inmenso, tanto que daba miedo, pero sentirla cerca me llenaba de tranquilidad. Lo más importante aquí es que descubrí el amor, en los ojos más puros, aunque sea mi pecado, ella es mía, no fui el primero, pero deseo ser el último. Fue ella quien tomo la iniciativa, era tímido, sentía que no era su primer rodeo, ella me inculcó la idea de romper las normas y vivir fuera de lo común. Fue ella quien me guio por ese camino estrepitoso, que nadie aceptaría, me llevó tiempo entender esta trampa del destino, quien se imaginaría que ella me enseñó los juegos delicados y peligrosos del primer amor desenfrenado.

Cuando nos dejaban solos mis tíos porque se iban a trabajar, Dakota me pedía que me quedará con ella, que le hiciera compañía, deseaba que pasáramos mucho tiempo juntos para jugar, como cuando éramos niños, tal vez a la mamá o al papá, pero lo llevaríamos muy lejos. Yo me sentía perdido por su grata sonrisa. Soy un algo tímido, ensimismado, un lector lento de las situaciones, me demoro en captar las indirectas. No conocía todavía los misterios indescifrables de aquel deseo, era inevitable no sentirme nervioso. Aunque ya había experimentado el mundo, ella me mostró reiteradamente que no sabía tocarme, darme placer.

Una noche que nos quedamos solos, mis tíos no pudieron regresar a la casa por situaciones particulares de sus trabajos, bueno era una forma de decirlo, todos sabíamos de las andanzas de mis tíos con sus amoríos, mi tía que decía ser una santa, termino siguiendo los pasos de su hija, y mi tío cuidando de su otra familia, los dos tuvimos la conversación más sensata del mundo, y si me lo preguntan jamás la olvidaría.

– No debemos hacer esto, sabes que quiero mucho a mi tía. – le dije nervioso, mientras mi cuerpo se partía en dos.

– ¡Damián! ¡tú no sabes que estoy enamorada de ti desde que éramos unos niños, tú no te imaginas todos los sueños húmedos que tengo contigo! – me dijo Dakota, con una sonrisa pícara en sus ojos.

– Pero que podemos hacer. Somos primos, o ¿Qué somos al fin y al cabo? – Le pregunté nervioso mientras seguía cuestionándola. – No estarás insinuándome que nos acostemos – me quedé callado esperando su respuesta.

Narraciones Profanas: Lilith, la caminante nocturna.Where stories live. Discover now