TU LE DAS AL AMOR UN MAL NOMBRE

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"Ya estoy en Puerto Vallarta".

Le escribo a la única persona a quien le confié mi huida, y a la que sé que no me va a delatar. Ya que... bueno, ya que nadie le habla.

"Buena suerte, y no se te olvide que aquí estoy para lo que ocupes".

Con una sonrisa en los labios, le respondo de inmediato, sabía que podía confiar en él a pesar de todo lo sucedido en el pasado con Angie. Sé que podía confiar plenamente en James.

**

Al finalizar mi comida prosigo a dar un paseo por el malecón, en compañía de todos los turistas que se toman fotos en todas las esculturas. Y en busca de letreros de donde se soliciten empleadas, ya sea para atender el mostrador. Y de pasada si encuentro un lugar donde pasar la noche. Ahora mismo, un motel sería algo sagrado.

Shot through the heart and you're to blame. Darlin', you give love a bad name.*

Paro en seco al escuchar como alguien canta en vivo y a toda voz. Guiada por un magnetismo, muevo la cabeza en busca de aquella voz ronca que canta esa canción con una voz digna del rock. De seguro debe estar en un bar de por aquí, pero lo cierto es que lo encuentro debajo de unas estatuas que representan una sirena y un tritón. En pleno malecón. Él se encuentra tocando la guitarra, unos cuantos turistas lo escuchan y le tiran dinero en el estuche.

An angel's smile is what you sell you promise me heaven, then put me through Hell chains of love got a hold on me
When passions a prison, you can't break free.*

Conforme sigue cantando lo sigo captando mejor. De piel blanca, pero un poco bronceada debido al sol del lugar, su cabello es un cruce entre castaño claro y rubio, melenudo sin duda alguna, ya que el cabello le cae hasta por debajo de los hombros. Tiene una hermosa voz, ronca pero a la vez suave.

A mí siempre me gustó ese tipo de música sin importar las protestas de mi padre y de Cesar sobre eso. Tal vez ahí debí darme cuenta de lo toxica que estaba siendo la relación. Solo que era difícil vivir en un pueblo que de la banda y el reggaetón no pasaban.

Al momento de finalizar la canción unos espectadores se inclinan para dejar dinero por tan esplendida interpretación mientras lo dejan ahí solo con su guitarra y su estuche lleno de monedas y uno que otro billete. Y así sin más, quedamos los dos solos.

— ¿Un artista callejero? —murmuro a modo de pregunta al ver que nadie le paga por eso, y sin querer sonar grosera ni despectiva, la pregunta sonó como tal. Me doy tres bofetadas por el tono de voz usado. Y otras tres en caso de que haya hecho alguna mueca o gesto desagradable. Pero es que esperaba a alguien con más profesionalismo, y que no solo se complaciera con cantar en el malecón.

—Si —el hombre voltea a verme con enojo mientras guarda el dinero obtenido y la guitarra. Por lo visto si soné bastante despectiva —, ¿o es que acaso le ofende?

—Yo no quise decir eso, solo que no pensé que una persona con semejante voz tan asombrosa estuviera por las calles —cierro los ojos al comprender que ya la volví a cagar con ese extraño, quien me mira con enfado mientras carga sus cosas.

En boca cerrada no entran moscas, en boca cerrada no entran moscas. Repítelo hasta entenderlo tonta. Me digo a mi misma para no volver a cagarla.

—Ya sé que estoy jodido, no hace falta que una niña fresa me lo recuerde —no está de más decir que quedé pasmada ante las palabras de este hombre. Pero si tengo veintiséis no soy ninguna niña —, y ahora si me permites, tengo prisa —se retira unos pasos de donde me encuentro—. Hasta nunca riquilla.

—No era mi intención sonar despectiva, en mi opinión tienes buena voz —alzo un poco la voz sin éxito alguno, porque el desaparece de mi vista sin mirarme siquiera —. Estúpido amargado —mascullo entre dientes.

La única excepciónWhere stories live. Discover now