- Visiones de sangre -

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La gran felina, contenta, se dejaba acariciar por aquella suave y ya conocida mano

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La gran felina, contenta, se dejaba acariciar por aquella suave y ya conocida mano. El clima estaba agradable, había un par de nubes blancas decorando un cielo azul y la temperatura se situaba en ese cómodo punto medio. Hasta ahora había sido un dia tranquilo.

Isaac, sentado en una banca de piedra, acariciaba a quien hace ya muchísimos años se había convertido en su maestra. Su pelaje negro como la noche era suave y sedoso, y sus profundos ojos verdosos nunca dejarían de ser tanto intrigantes como atrayentes para el. A simple vista el muchacho acariciaba a la pantera, pero en el fondo, una conexión estaba siempre presente entre ellos dos, siendo capaces de compartir pensamientos y emociones, era sin duda un vinculo único y especial. Tánatas era una de las pocas personas -porque si, para Isaac era una persona- que podía mantener una calmada cercanía con el jerarca. Sus facciones afiladas, su mal temperamento y su mirada intimidante eran mas que suficientes para alejar a cualquiera.

Si alguien caminara frente a el y viera su rostro, pensaría que el joven se encontraba en plena calma, pues parecía imperturbable. Pero en realidad dentro de su cabeza miles de pensamientos lo atormentaban, solo que uno en especifico retumbaba con mas fuerza que cualquier otro.

Khan.

Su compañero había ido de expedición a unas misteriosas ruinas cerca del monasterio. La misión había iniciado hace ya casi una semana y él nunca había demorado tanto para una tarea de tan poca importancia. El menor, por supuesto, se había ofrecido a acompañarlo junto al resto de los soldados, pero Khan se negó rotundamente argumentando que alguien tenia que proteger el reino mientras él se encontrase fuera.

Isaac siempre fue así, un masoquista de pensamiento. A pesar de mantener esa barrera de superioridad y toxicidad, era constantemente atormentado por sus pensamientos. La pobreza y el hambre de su pueblo; aunque fuese una pequeña porción del reino la que sufria de esto, no era lo que verdaderamente le importaba. Quizás sus pensamientos no fuesen los adecuados considerando su estatus social, pero a este punto luego de tantos años y tanto dolor, era imposible lograr un cambio en su mentalidad.

Un resoplido de frustración se escapo de los labios del chico, odiaba tener que estar lejos de  Khan. A pesar de todos estos años juntos nunca se hastiaba de su compañía, es mas, parecía que con el tiempo se hacia cada vez mas dependiente a su presencia y a sus suaves palabras llenas de cariño y cuidado.

En este caso la frase de "Los opuestos se atraen" calza a la perfección en este matrimonio. Khan, por su parte, posee aquellas suaves facciones, y una personalidad alegre y preocupada que combinaba a la perfección con la inocente apariencia de su albinismo. Mientras que Isaac, de cabello azabache desordenado y ojos tan negros como el carbón, poseía una belleza rebelde e indomable.

El chico, todavía con su mano en la espalda del animal, pudo sentir como sus músculos se contrajeron y su pelaje se erizo, el animal se levanto rápidamente y pareció sorprendido por unos segundos, incluso Isaac pudo sentir como su respiracion se agito. Le costo un par de segundos calmarse y el jerarca no pudo evitar sentir que algo andaba mal, pero luego la fiera volvió a su posición anterior aún viéndose un poco perturbada. Isaac la observo con intriga, pensando en qué pudo haber causado tal reacción en ella, pues no conocía muchas cosas que pudieran asustarla. Además de que, gracias a su vinculo y la pequeña distancia entre ellos, podía sentir el corazón de la misma, latir mas rápido que de costumbre.

Una extraña sensación se alojo en su pecho, como una especie de mal augurio. Pero no duro mucho, pues Magno se había sentado en la banca, bajandolo de su ensimismamiento.

ꟷ¿Que sucede?ꟷHablo Isaac con tranquilidad.ꟷ Deberías estar entrenando con Weith, no querrás hacerlo esperar.ꟷ Le indico con la esperanza de que el muchacho se fuera, aunque sabia eso no pasaría.

ꟷ Weith es muy aburrido, quiero entrenar contigo.ꟷ Soltó con tanta naturalidad como fuera posible.

Quizás Isaac no disfrutara de la compañía de Magno, es mas, en un principio cuando acepto entrenarlo, pensaba solo seria una carga y una perdida de tiempo, pero resulto no ser del todo cierto. Cuando el jerarca se lo proponía, podía ser extremadamente frío y amenazante, es por esta razón que mucha gente del reino y alrededor del mundo le temían en demasía. Pero este comportamiento nunca tuvo efecto en Magno, aunque lo insultara, ignorara e incluso golpeara de mas en sus entrenamientos, el chico nunca se alejaba. En un principio, pensó que era masoquista, pero luego entendio que su aprendiz quería aprender mas de él, quería conocerlo y quizás llegar a ser "amigos", cosa que le confeso en una de sus platicas. Esto por supuesto nunca sucedió, por lo menos del lado de Isaac, su relación nunca seria mas que la de un maestro y su discípulo, pero si tenia que darle merito a sus honestas intenciones.

ꟷ Creo que debes caer en cuenta de que el entrenamiento no es algo "divertido".ꟷ Hizo énfasis en esa ultima palabra.

ꟷ Pero cuando entreno contigo si me divierto.ꟷ Contrarrestó.

El mayor le regalo una mueca de fastidio, entendiendo que no importase lo que dijese, el muchacho no cambiaria de opinión.

Entonces, sin decir otra palabra, se levanto y con aquella caminata aristócrata clásica de su persona, camino hacia el campo de entrenamiento. La pantera, que se encontraba sentada entre ellos dos, también se levanto, siguiendo el paso de su protegido. Magno, no entendiendo que sucedía, finalmente comprendió cuando su maestro se detuvo por un segundo y le dirigió la mirada, indicándole que lo siguiera.

De camino a los campos pasaron por los jardines del castillo, donde varios sirvientes del reino cuidaban de las flores que llenaban de color aquel paisaje. Una de las chicas específicamente, estaba retocando unas rosas rojas, pintandolas con un tinte para resaltar su color. Cuando Isaac se dio cuenta de esto, por alguna razón, su cuerpo se detuvo y su mirada se vio hipnotizada por aquella acción. Su respiración tomo un ritmo irregular y dejo de escuchar las cosas que ocurrían a su alrededor. Lo único que su mente podía enfocar era aquel rojo y oscuro tinte pintado en los pétalos de las rosas y en el movimiento de la mano de la chica, que con una herramienta esparcía el tinte por el resto de las flores. Lo hacia tan delicadamente pero podía jurar escuchar el sonido que aquella brocha hacia al pintar, un sonido rasposo y grave, que poco a poco se iba transformando en crujidos mas y mas profundos en su mente, mientras un potente olor a sangre podía ser percibido en el aire.

Cuando retomo conciencia Magno estaba zarandeandolo y gritándole.

ꟷ ¡Isaac, Isaac!ꟷ Se oía preocupado.ꟷ ¿Que ocurre? Te quedaste congelado de repente.

El nombrado, sorprendido por lo que había pasado, aparto un poco al chico que lo zarandeaba sin cesar e intento recobrar el aliento.

¿Que fue eso? ꟷSe preguntaba una y otra vez, y a pesar de no saber la respuesta, lo que sí tenia claro era que algo no iba bien. Se sentia como si el mundo estuviese gritándole pero el no pudiera entender a que se refería. Aquel extraño comportamiento en Tánatas y ahora esto, algo definitivamente ocurría.

De pronto una especie de corazonada le llego a la cabeza. Se sentía como un grito de ayuda, una voz en su cabeza que desesperadamente buscaba a alguien que la escuchase.

Los pies del joven rey se pusieron en marcha por cuenta propia, pronto su caminata acelero, y en menos de un segundo se encontraba corriendo en dirección a las puertas del castillo. Esperaba estar equivocado pero no podía confiarse, debía corroborarlo con sus propios ojos. Magno y la fiera no se quedaron atrás y corrieron tras de el. El primero no entendiendo que demonios sucedía, y la segunda, deseando con todas sus fuerzas que sus visiones no fueran verdaderas. Que no fueran mas que una serie de imágenes sin sentido corriendo por su mente.

Cuando por fin el trío llego a su destino, se dieron cuenta de que las campanas de las torres de vigilancia habían comenzado a sonar, a emitir aquella melodía que avecinaba la apertura de las puertas. Y cuando éstas finalmente se abrieron, dieron paso a una imagen que Isaac nunca pensó vería en su vida, una que revolvió su estomago y erizo cada bello de su cuerpo.

Ággelos, aquel característico león blanco y mentor de Khan, llevaba a éste gravemente herido en su espalda. La sangre, que aun caía por su magullado cuerpo teñía la albina melena del felino mientras corría tan rápido como podía, en dirección a Isaac.


Eterna: La luz de un Nuevo díaWhere stories live. Discover now