-5- El Comienzo

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Aquel individuo al que tanto tiempo había dedicado mi último verano, no se tomó siquiera la molestia de dirigirme la palabra durante las clases, ni mostró el más mínimo interés en conocerme. No esperaba que me diera las gracias, pero sí un mínimo de consideración. Al fin y al cabo, no era demasiado pedir.

Me llamó la atención lo participativo que era para ser el primer día. No me refiero a que eso sea malo, sino que me pareció fuera de lo común, pues apostaría que, por su forma de expresarse, poseía un bagaje cultural mucho más extenso que el del catedrático en cuestión.

Aunque no dejaba de resultar incómodo.

Durante la ausencia de comunicación en esas horas de mutua compañía que no dejaban de parecerme eternas, pude percibir algunas miradas fugaces por parte de él. No recuerdo el momento exacto, aunque sí la intensidad de las mismas cada vez que nuestros ojos chocaban de forma accidental.

Me costó entender su extraña actitud y el tipo de juego que había decidido iniciar, pero por un instante lo pensé mejor y decidí restarle importancia. Es posible que solo fueran imaginaciones mías.

—P-por cierto, mi nombre es... —empecé a decir una vez que finalizó la clase.

Quise presentarme de manera formal, pero el asiático de inusuales ojos azules se giró y me dio la espalda, ignorando cada una de las palabras que salían de mi boca, palabras que murieron durante su patético transcurso.

¿Acaso era esa su forma de agradecer mis cuidados durante su permanencia en el hospital?

Me sentí dolida y agaché la mirada abochornada, odiando la sensación que aquel simple gesto había provocado en mí. Lo único que me limité a hacer fue observar como una estúpida mientras dicho sujeto abandonaba el salón con toda la parsimonia del mundo.

Por fortuna, mi humor de perros llegó a su fin cuando mi mirada identificó a Eliza Ikeda, mi mejor amiga, quien me esperaba justo frente a la entrada del aula.

—¡Eliza! —protesté en cuanto sus brazos me apretujaron posesivamente, una de sus tantas habituales muestras de afecto—. Vas a dejarme sin oxígeno. ¿Cómo es que has salido tan pronto de la facultad?

—Nos dieron libre la última hora —respondió con un brillo en sus ojos, alegrándome saber que al menos las cosas parecían estar bien para ella.

Eliza estudiaba Magisterio Bilingüe. ¿La razón? Simple. Mi amiga era como una niña grande, con una personalidad con un leve matiz a Peter Pan. Se negaba a dejarse influenciar por el paso del tiempo y mucho menos contagiarse por el amargo sabor de los adultos, o eso solía decir. Desde siempre adoró a los críos y, a decir verdad, contaba con la suerte de disponer de ese don, pues ellos a su vez también la adoraban.

—¿Qué te parece si comemos fuera? —propuso de repente—. ¡Yo invito!

Asentí reacia; por lo general, solía comer en la cafetería de la facultad y la verdad es que tampoco me fascinaba la idea de que los demás me invitaran. Sin embargo, su sonrisa imposibilitó cualquier posible opción de rechazar su propuesta.

Eliza se asemejaba a un ángel en cuerpo de mortal, un ser divino enviado por la gracia de Dios. Nos conocíamos desde niñas y, hasta día de hoy, nuestra conexión ha permanecido inquebrantable. A pesar de que nos separaba dos años de diferencia, me protegía cual una madre cuida de su tesoro más preciado. En resumen, me llevaría varias vidas agradecer todo su apoyo incondicional.

—_______, ¿te sucede algo? Te veo muy distraída —inquirió, escudriñando mi rostro en busca de una respuesta que saciara su creciente curiosidad—. ¿Está todo bien?

Caligo Temporis (En edición) 🖋️Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang