Capitulo 100 - Fría.

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Tres días después…

Abrió los ojos dificultosamente, esta vez se encontró con un cuarto diferente. Era blanco, con sillones y una cama que se encontraba en frente de ella, en fin una imitación de un cuarto de hospital. Recostado en aquella cama, estaba Jahir, quien jadeaba mucho. Layla se puso de pie, apenas dio unos pasos, cuando fue a dar de nuevo al piso. Jahir despertó al instante cuando oyó el golpe.

–Layla –Dijo con una voz débil – ¿Qué haces… aquí?

–No lo sé –Contestó Layla. 

Hizo un esfuerzo de nuevo en ponerse de pie. Esta vez sí alcanzó a llegar a la cama y recargarse en ella, observó a Jahir. La ropa del chico tenía sangre por todos lados. Layla lo miró aterrorizada.

–Mira como te han dejado –Dijo. Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas –. Tenemos que buscar la forma de salir de aquí.

– ¿Y tú crees que yo no la he estado buscando? –Preguntó Jahir sonando desesperado, pero aún débil –. Es imposible.

La puerta del cuarto se abrió, Iker entró en compañía de su mano derecha, Homero. Tomó a Layla como si fuera una frágil muñeca. Ella miró a Jahir y él le sonrió tratando de llevarle aunque sea una pizca de tranquilidad. Layla cerró los ojos, para cuando los abrió estaba adentro de un cuarto de baño.

–Lávate –Dijo Iker.

–Pero no puedo, estoy muy débil –Dijo Layla sin poderse mantener en pie.

–Hazlo. O ¿Prefieres que te ayude? –Preguntó Iker mientras evitaba que Layla fuera a dar al piso.

– ¡Asqueroso! ¡Claro que no! –Exclamó Layla con demasiado odio.

–Cuando salgas del baño te daré de comer. Ahí te deje el atuendo.

Iker salió del baño en compañía de Homero. Layla miró aquélla ropa que solo consistía en un vestido negro, con lentejuelas por la parte de arriba y abajo solo tenía holanes, holanes y mas holanes.

Se metió en la regadera donde accedió a desnudarse, tiró la ropa a un lado y apoyada en la pared, giró la llave del agua, para que después esta comenzara a salir. Estaba definitivamente fría. Layla comenzó a respirar aceleradamente.

Salió de aquella regadera, se vistió con el vestido negro que se ajustaba muy bien a su cuerpo y ya que Iker no le había dado zapatos, se puso sus botas negras. Caminó por el largo pasillo siguiendo el sonido de las risas y voces. Llegó a un gran comedor. Ahí estaba Iker junto a Homero y más trabajadores, sin antes olvidar mencionar a dos lindas mujeres, una de ellas asustada y otra solo con la mirada perdida.

Aquellas dos mujeres examinaron a Layla, una de ellas –la chica de la mirada perdida– caminó hacia Layla, quien iba a caer al suelo. Aquella mujer sacó una peluca de su bolsillo y se la colocó a Layla delicadamente.

–Ahora ven a comer –Ordenó Iker duramente.

La mujer ayudó a Layla a caminar hacia la mesa, movió una silla y Layla se sentó ahí segundos después. Sirvieron la comida, consistía en langostas con un líquido irreconocible para Layla. Ella tomó los cubiertos y sin esperar ordenes, comenzó a comer.

– ¡Tú! –Exclamó Jahir al ver entrar al chico que le ayudaba en la sanación de sus heridas –. ¿Sabes qué le van a hacer a Layla?

– ¿Quién es ella? –Preguntó el chico tímidamente pero un poco grosero.

–Layla es quien llegó conmigo. ¿Sabes algo de ella?

–Sí. Pero no tengo órdenes de hablar sobre eso.

–Vamos, por favor. Sé que tú no eres como ellos.

–Tú no sabes nada de mí –Dijo aquel chico, dejando un jarrón lleno de agua en la mesa que estaba a un lado de la cama de Jahir.

Su nombre era Nathan Stephen. Desde hace poco trabajaba para Iker, después de haber estado secuestrado y haber sido violado una y mil veces. Gracias a la prostitución obligada por su ahora jefe. Tiempo después, Nathan se había vuelto de confianza para él, este lo sometió a muchas pruebas, unas de ellas son: el secuestro, violación, homicidios, traficación de armas y drogas, etc. Nathan, por supuesto, aprobó todas, para ahora estar encargándose de una víctima herida. Con seis años sin ver a su familia, se había acostumbrado a las dos únicas compañías que consistían en Iker y Margaret. Esta chica era la amable mujer que ayudó a Layla a caminar hacia la mesa.

–No, no sé nada de i –Dijo Jahir –. Pero puedes ayudarme si queda un poco de bondad en ti.

–No, no queda nada, todo se esfumó –Dijo Nathan cruelmente, mientras salía de la habitación y cerraba de un portazo.

Margaret se cruzó con Nathan en el pasillo.

– ¿No lo has dicho nada? –Preguntó.

–No. 

– ¿Por qué? ¿Te das cuenta de lo que ha de estar sufriendo?

–Sí. Pero tarde o temprano se dará cuenta –Dijo Nathan. Margaret se metió a la habitación dispuesta en decirle a Jahir la verdad –. Margaret, ¡No!

– ¿Qué pasa? –Preguntó Jahir.

–Yo… yo puedo decirte lo que le piensan hacer a Layla –Dijo Margaret nerviosa e insegura de lo que iba a hacer.

– ¿Qué? ¿Qué le van a hacer? –Preguntó Jahir temeroso por la respuesta.

–La van a prostituir –Contestó Margaret rápidamente –. Iker quiere saldar la deuda que el padre de Layla quedó sin pagarle.

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