Capitulo 68 - Kiss me again

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Al día siguiente, Antonia caminaba por toda la habitación nerviosa. « ¿Y si algo le pasó? ¿Si la secuestraron? »Se preguntaba una y otra vez. Esos pensamientos se esfumaron al ver entrar a su hija en la habitación. Los ojos de Layla, estaban totalmente hinchados y rojos. Su nariz estaba rojiza y su rostro lucía triste. Antonia la abrazó al verla.

– ¿Dónde estabas? –Preguntó.

–En el bosque –Contestó la chica.

– ¿Con quién? ¡Te pudo haber pasado algo! –Exclamó Antonia.

–Mamá, estuve con Jahir. Solo dormimos poco y después estuvimos hablando –Contestó la chica –. Mamá, estoy aquí. Ya tranquilízate.

– ¿Me lo pides así nada más? Estuve toda la noche buscándote, sola. Ya que nadie se dio cuenta de que hacías falta. –Dijo Antonia –. Toda la noche Layla y como ya te habrás dado cuenta, los puentes de frío regresaron y yo salí sin ningún suéter.

–Mamá, lo siento –Dijo Layla –. Pero necesitaba despejar mi mente.

–Lo entiendo. Ahora ve a darte un baño, estas muy sucia y hueles asqueroso.

Era un domingo nublado, y el puente frío había regresado. Regina estaba sentada en la sala de estar de su casa. Tomaba un chocolate caliente. 

Llamaron a la puerta y ella sonrió. Fue, introdujo la llave y giró el picaporte. Miguel estaba parado, y sonrió al ver a la chica. Regina se lanzó hacia él y le dio un beso. Lo hiso pasar y se sentaron en uno de los sillones. 

– ¿Ya le dijeron a Layla? –Preguntó Regina. Miguel movió la cabeza negativamente –. ¿Y cuando piensan hacerlo?

–No lo sé, Antonia no se quiere apresurar. –Contestó Miguel –. Aunque creo que es un poco injusto que hasta yo lo sepa, y ella no. ¡Es su papá! Tiene derecho de tener noticias de él.

–Pero, no creo que le importe mucho lo que le pase a Ernest.

–Bueno, puede que un poco.

Layla se puso una bufanda, su gorro invernal, unos jeans y unas botas. Caminó hacia la puerta, decidida a salir, cuando Antonia la detuvo.

–Antes de que te vayas… tengo que decirte algo –Dijo.

Se encontraban solas en la casa, así que era un poco más fácil para Antonia.

– ¿De qué?

–Bueno… hace poco, me llegó una carta. En esa me informaban sobre la salud de Ernest –Comenzó a hablar –. Tal parece que… perdió la memoria. 

– ¿Qué?

–Lo que oyes. Tal parece que al salir de su casa apresuradamente, resbaló en la acera, ya que llovía en Alemania. La herida se volvió a abrir y cuando despertó, se dieron cuenta de que había perdido la memoria.

–Pero… ¿No lo habían condenado? –Preguntó Layla.

–De hecho, se dirigía al trabajo. En la cárcel le dieron “libertad”, pero eso no es más que un trabajo comunitario –Dijo Antonia –. Siempre es vigilado y gracias a eso, pudieron darse cuenta de que había tenido un accidente.

–Bueno, no sé qué decir –Dijo Layla –. En parte, se lo merece, pero…

– ¡Layla! No digas eso, es tu padre.

– ¿Mi papá? Yo no tengo papá, yo tengo mamá –Dijo Layla –. Y no quiero discutir, ahora, me voy.

Horas después…

Salieron de la casa, y se detuvieron en la acera.

–Bueno, me tengo que ir –Dijo Miguel –. Adiós.

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