Capitulo 62 -Pesadilla.

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Layla se quedó sin palabras al escuchar la noticia. Platicaron tratando de adivinar el futuro de la niña, pero obviamente era incierto. 

Horas después…

Layla se puso de pie y en compañía de Manuel, salió del hospital. Caminaban por la acera, al fin se dieron tiempo de conocerse y cada uno hablaba de sus vidas.

– ¿Entonces ya eres independiente? –Preguntó Layla.

–Así es –Contestó él –Me apresuré demasiado, pero hasta ahora, vivo bien, sin deudas. 

– ¿Cuántos años tienes?

–Veinte. Pero, tengo tres años siendo independiente.

Layla lo miró sorprendida, se despidió y regresó a su casa. Dagna estaba viendo la televisión, y Miguel, como siempre, había salido. Dagna la miró enojada y Layla retrocedió unos pasos al ver la mirada amenazante de su amiga. Ella empezó a reír y Layla suspiro de alivio.

–Deberías de haber visto tu cara –Reía.

–Apuesto a que Miguel estaba molesto –Repuso Layla, sentándose al lado de la chica. Ella asintió –. Me metí con su drogadicción.

Minutos después, llamaron a la puerta, Dagna se puso de pie y fue a ver quién era. Roberto estaba parado al otro lado de la puerta, sonriente. Dagna rodeó el cuello del chico con sus brazos y después le plantó un beso en los labios. Layla los miraba boquiabierta, y feliz de saber que los dos estaban juntos. Ella se puso de pie dispuesta a ir al segundo piso y dejarlos solos, cuando ambos la voltearon a ver.

–No sabía que estaban en una relación –Comentó.

–Queríamos decirte, pero con todo lo que está pasando, se nos dificultó –Dijo Roberto.

–Me alegra que sean novios –Layla subió al segundo piso sin decir más.

Se recostó en la cama y se quedo al cielo. La ventana lo dejaba ver perfectamente. Unos pasos indicaron que alguien subía las escaleras. Apareció en el pasillo y estaba a punto de meterse en su cuarto, cuando Layla lo interrumpió.

–Miguel, siento que hoy haya sido muy grosera contigo y…

–No te preocupes, es la verdad.

–No, enserio, quería disculparme –Insistió Layla, poniéndose de pie y caminando hacia él.

–No tienes nada de que disculparte. Al contrario, deberías de felicitarme –Esperó a ver una cara de confusión de parte de Layla, para después continuar – Hoy comencé a rehabilitarme. Verás, me inscribí en un programa sobre adicciones, durará mucho, pero valdrá la pena.

– ¿Enserio? ¡Me alegro! –Exclamó Layla dándole un abrazo al chico –Muchas Felicidades.

–Gracias –Ya no tenían nada que decirse, así que el cerró la puerta de su cuarto y Layla, volvió a su cama. Para después quedarse dormida, mientras se sumergía más y más en sus pensamientos.

«… Escuchó un ruido ensordecedor. Se tapó las orejas y cerró los ojos fuertemente. Estaba ahí, en ese cuarto obscuro, en medio y agachada. De repente, alguien abrió una puerta, dejando entrar un poco de luz. Layla miró a su alrededor y ahí estaban Antonia y Jahir. Se destapó las orejas y se puso en pie poco a poco. Los otros dos, imitaron esa acción. El hombre que había abierto la puerta, tomó a Antonia y a Jahir, alejándolos de Layla. Ella corrió rápidamente hacia aquella puerta, para así poder salir. Pero el hombre fue más rápido y la cerró al mismo tiempo que Layla llegaba, para después comenzar a golpearla. El cuarto volvió a quedar a obscuras. Layla se volvió a agachar y con temor a que el sonido ensordecedor volviera, se tapó las orejas fuertemente. 

Segundos después, se encendieron unas luces, Layla miró a su alrededor y se encontró con un cuarto en el cuál, las paredes eran de espejos. Veía su reflejo por todos lados. Miró a su lado izquierdo y ahí estaban Antonia y Jahir parados, de nuevo. Los miró desconcertada, ya que un minuto antes, habían salido de ahí. 

En el lado contrario de la puerta, había una “salida”. Esta consistía de un pasillo largo y obscuro. Solo se alcanzaba a ver eso, ya que lo otro parecía invisible, para una vista que no cuenta con visión nocturna. 

Un brazo salió de repente de aquel obscuro pasillo. Solo se alcanzaba a ver eso, el brazo, gracias a que al cuerpo, lo sumergía la obscuridad. Aquel brazo tiró del de Layla, para después guiarla hacia ese pasillo. Layla gritaba suplicando ayuda. Antonia y Jahir corrieron, pero las luces volvieron a apagarse y el cuarto, quedó obscuro de nuevo. Aquel brazo dejó de tirar de Layla. Ella corrió en dirección al cuarto, pero para su sorpresa, chocó contra una pared.

Las luces se volvieron a encender y Layla se encontró en otro cuarto. En él, había personas reconocibles para la memoria de Layla. Consistía en Pablo, el hombre que conducía aquel carro en el accidente, su esposa, los papás de Dagna y el padre de Jahir.

Layla los miró asustada y gritó “¿Ustedes que hacen aquí? ¡Están muertos!...»

– ¡Layla! ¡Despierta! –Exclamaba Dagna – Estuviste gritando, a demás, estás empapada de sudor.

–Solo fue una pesadilla.

–Sí mujer, pero no me dejabas dormir –Dijo Dagna, para después apagar la luz.

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