Capitulo 61 - Murió.

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Al día siguiente…

Layla despertó con un intenso dolor de cabeza. Por su parte, los demás, estaban en el comedor, a punto de probar bocado, cuando Layla bajó después de darse un baño, todos la miraron curiosos y ella, fastidiada por las miradas, se sentó en el comedor.

–Ahora te sirvo un poco de comida –Dijo Dagna, poniéndose de pie, para después volver con un plato repleto de manjares, en sus manos.

–Gracias –Dijo Layla para después comenzar a comer y beber de su agua natural –. ¿Pueden dejar de mirarme?

–Queremos saber que pasó ayer –Dijo Miguel. Antonia, Maricela y Dagna asintieron.

–Está bien… –Les habló de lo sucedido. Todos la miraban boquiabiertos y Layla solo seguía hablando, sin prestarle atención a las reacciones que ellos iban teniendo.

–Bueno, y luego ¿has sabido algo de la niña, o de la señora? –Preguntó Antonia, para después darle un mordisco a la comida.

–No, pero le di la dirección de la casa al chico que me ayudó, así si él sabe algo, me podrá avisar –Dijo Layla, para después seguir comiendo, hasta terminarse toda la comida del plato.

–Bueno, Maricela y yo nos retiramos, que tengan un buen día y Layla, por ninguna razón del mundo vayas a salir. Ya ves cada cosa que te pasa –Dijo Antonia, para después desaparecer al cerrar la puerta principal.

– ¿Oíste? –Preguntó Dagna mirando a Layla desafiante.

Layla asintió, después subió a su cuarto, para tirarse en la cama y mirar el techo. Andaba muy pensativa y cada vez que Dagna le hablaba, Layla respondía con un “¿Qué?”. 

Horas después, Layla se dio de nuevo un baño y se paró en frente de la puerta, dispuesta a salir.

– ¿No oíste lo que dijo tu madre? –Preguntó Miguel. Layla giró, para verlo y asintió desafiante. – ¿Entonces? ¿A dónde vas?

–Quiero ir al hospital. Necesito saber la salud de la señora –Contestó Layla mirándolo preocupada, aunque ella sabía que quería parecer inocente, así Miguel, dejaría que ella se fuera.

–Por más inocente que parezcas, no dejaré que salgas. Capaz y en una de esas nos dan la noticia de que tu…

– ¿Morí? Jaja, no me hagas reír. Vale, ¿Y quién eres tú para dejarme salir o no? –Cuestionó la chica, desafiante y a punto de empezar una pelea.

–Ahora, soy el encargado de la casa –Contestó Miguel, también, desafiándola.

–Ah! ¿Es enserio? ¿Ponen a un drogadicto encargado de la casa? –Cuestionó Layla, a punto de reír.

–Ese no es un tema de burla ¿Ok? –Miguel comenzaba a molestarse – Y tú… no pienses ni siquiera, en salirte.

–Lástima que ya lo pensé –Dijo Layla, abrió la puerta principal y salió.

– ¡Haz lo que quieras! –Exclamó Miguel.

Subió a un taxi y le indicó al chofer que la llevara hacia el hospital. Una vez que llegó, bajó y le pagó al chofer, para después entrar. 

–Sandra… 

–Ya se, vienes a saber sobre la salud de la señora con la que llegaste ayer –Interrumpió la recepcionista –Ve a la sala de espera dieciocho ¿Vale?

– ¿Ha venido alguien a visitarla? –Preguntó Layla interesada.

–No, solo el chico que vino ayer contigo –Contestó Sandra –Ahora vete, que si me ven platicando, me metes en problemas

–Ok, gracias –Le sonrió a la recepcionista y se dirigió a la sala de espera. Cuando llegó, se encontró con el chico, y él le sonrió al verla –Hola.

–Hola Layla.

– ¿Has tenido noticias?

–Solo que la señora va de mal en peor –Contestó el chico, mirando a Layla preocupado – ¿Qué será de la niña?

–No lo sé, me preocupa.

Layla se sentó al lado del chico y minutos después, el doctor que atendía a la señora, pasó. El chico se acercó casi corriendo y le preguntó al doctor por la salud de la paciente. Volvió hacia Layla serió, ella lo miró.

–Manuel ¿Qué pasó? –Le preguntó.

–Ella… murió. 

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