Capitulo 4 - Año nuevo.

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  • Dedicado a Deyanira Monarrez
                                    

[Lunes, treinta y uno de diciembre del dos mil siete. Doce del medio día]

Paula, Francisco, Layla y Antonia, preparaban comida, arreglaban la casa, etc., para festejar una fiesta de año nuevo.

-Layla, ¿Me puedes acompañar al supermercado? –Preguntó Antonia.

-Claro.

Ya estaban en el supermercado, cuando Antonia mandó a Layla a ir a buscar refrescos. Layla comenzó a buscar entre los pasillos, cuando una chica le habló.

-¿Qué buscas? –Le preguntó.

-Ah. ¿Trabajas aquí? –Peguntó Layla.

-No, solo que vi que tienes mucho tiempo buscando.

-Unos refrescos.

-Ah. Ven acompáñame –Agregó la chica.

-Claro –Contestó Layla.

-No eres mexicana ¿verdad? –Preguntó la chica mientras caminaban.

-No, soy alemana.

-Se nota mucho en tu acento.

-¿Si? Y ¿Cómo te llamas? –Preguntó Layla.

-Regina y ¿tu?

-Layla, mucho gusto. –Contestó.

-Y ¿Cuántos años tienes? –Preguntó Regina, mientras Layla tomaba los refrescos necesarios.

-Doce años –Contestó Layla sonrojada.

-Jajaja! No te preocupes, yo igual.

-Ok. Y ¿sabes de escuelas cercas de aquí? –Preguntó Layla.

-Si, en la que yo voy. Esta como a tres cuadras de aquí. ¿Te llevo? –Preguntó Regina.

-mm… no gracias –Dijo Layla sonriendo – vengo con mi madre, y pues me tengo que regresar con ella.

-Y… ¿Dónde está? –Preguntó Regina.

-mm... Ah es esa de ahí –Dijo Layla señalando a su madre, que se acercaba a ella.

-¡Vaya! Parece una modelo –Dijo Regina.

-No lo creo, bueno adiós.

-Adiós, y te escribes a esa escuela.

-Sí, jaja. Un gusto conocerte –Dijo Layla.

-Igualmente.

Layla se acercó a su madre y regresaron a su casa después de comprar las cosas.

[Guadalajara, México. Treinta y uno de diciembre. Once cincuenta y nueve]

-tres… dos… uno… ¡Feliz año nuevo! –Todos se felicitaban.

El Sr. Francisco, destapó una botella de champagne, y todos comenzaron a brindar.

-Por este año nuevo, que nos espera junto a mi nieta y mi hija –Brindó Paula.

-¡Salud!

Pasaron un año nuevo divertido, en unos segundos después de las doce de la mañana, llegaron los anteriores amigos de Antonia y comenzaron todos a bailar. Layla sonreía mucho y bailaba con personas que no conocía, pero se divertía mucho.

Layla miraba a su alrededor, cuando su mirada se detuvo por un momento, a observar unos ojos conocidos.

-¡Regina! ¿Qué haces aquí? –Dijo acercándose al dueño de esos ojos.

-Mi mamá dijo que vendría a visitar a una vieja amiga –Contestó Regina.

-¡Vaya! El mundo es tan pequeño –Dijo Layla.

-Ya lo veo. Aprovechemos. Háblame de ti –Dijo Regina.

-¿De mi vida? –Preguntó Layla.

-Sí.

-Bueno, cuando tenía tres años, me diagnosticaron leucemia y mi padre huyó al saber eso. Perdí a mis amigos en cuarto año de escuela, porque otros alumnos me discriminaban por mi enfermedad. Ya que había veces que no tenía cabello. A los doce años, ahora, me vine a México, y me encuentro contándole mi vida a una chica que apenas conocí esta tarde –Dijo Layla – Háblame de ti.

-Jaja. Bueno yo, crecí en un rancho, me encantan los caballos. Cuando era pequeña mis padres se separaron y vivo con mi mamá. Mi papá no me trata del todo bien pero, igual, siempre sonrió, solo tengo un amigo que se llama Roberto. Y tengo una perrita que está embarazada –Dijo sonriendo.

-¡Que loco! –Dijo Layla ya que no sabía que decir.

Duraron toda la noche hablando hasta el amanecer. Hasta que la mamá de Regina decidió irse y Layla fue a dormirse.

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