SOBREVIVIR COMO SEA

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SOBREVIVIR COMO SEA

Las buenas noticias eran que ya solo quedaban tres semanas para el final de curso. Las malas, que Javi y Óscar me querían pegar, que los Abusones Rappers me querían pegar y que Eddie, ¿lo adivinan?, también se animaría a currarme si encontraba ocasión y una buena excusa. Incluso mis antiguos colegas parecían enfadados conmigo y seguro que no tramaban nada bueno. Cada uno de ellos tenía sus razones, los Abusones Viejos por haber «pedido salir» a Rosita, los nuevos porque me tenía manía Gustavo ese y los gamberros del barrio porque ahora era un empollón, aunque también supongo que todos ellos tendrían algo de envidia por lo de Rosita.

El lunes fue un día tranquilo en el que logré pasar desapercibido, pero la calma no duraría mucho tiempo. El martes en el recreo estaba en la clase de inglés de Demi, pensando en lo que se me podría venir encima en el comedor, cuando se presentó en el aula la delegación de los abusones. A Javi, Óscar y el Pozo se les había unido Gustavo, el Pecas y alguno más de los rappers, y estaban rabiosos porque ya me había escabullido sin mi castigo durante demasiado tiempo. Durante los últimos días la historia de Rosita había sido deformada colectivamente, de manera que al principio era ella la que me pidió salir a mí, pero más tarde pasó a que yo era el que la había pedido salir y hasta se rumoreaba que yo la había metido mano y había estado molestándola aprovechándome de su amistad. Rosita, como buena chica, no se enteraba de nada de esto y seguía con su vida como si nada, pero yo estaba a puntito de recibir una buena tunda por parte de una panda de abusones envidiosos que tan acostumbrados a pegar y abusar estaban, que se creían que todo en la vida se podía conseguir así, machacando y humillando a otros. Desde la puerta me ladraron ya algunas amenazas y luego se metieron en clase para intimidarme, pero con la profesora allí presente no se atrevieron a ir más lejos de un puntual tirón de pelo y alguna patada en un descuido de Demi. La profe se enfadó y los echó de allí sin contemplaciones, y no sin cierto esfuerzo. Los abusones se fueron al patio entre risas y la Demi me preguntó qué me pasaba con esos chicos. ―Nada ―le contesté yo―, están de broma ―dije para evitarme más problemas de los que ya tenía y que dicho sea de paso me llegaban hasta el cuello. No quedó muy convencida la profesora, pero tampoco quiso insistir, así que empezamos la clase de inglés en la que cada vez éramos menos chavales. La mayoría de ellos se iban al patio ahora que las notas de inglés ya estaban más o menos perfiladas, pero yo no podía porque en el patio me pegarían, así que aprender inglés en su lugar era más seguro. «Qué niño más aplicado», debía de pensar Demi, «cómo se interesa por el inglés», o igual se imaginaba que me había enamorado de ella como hacían algunos empollones o empollonas si los profes eran jóvenes y guapos. No, Demi, me quedo aquí, no por ti ni por el inglés. Me quedo aquí para huir de la horda que acabas de ver, para escapar de los abusones del patio.

Cuando llegó la una, ya tenía claro lo que tenía que hacer, largarme lo más rápido posible, pero esta vez había un problema. Cuando me dispuse a salir del aula, me encontré con que Eddie el Negro estaba apoyado en la puerta y no me dejaba salir.

―¿Dónde vas?

―Es que me tengo que ir.

―¿Tan rápido?, espérate un poco, ¿no?

―No, que tengo prisa y me tengo que pirar ya.

―Bueno, tú espérate ―me dijo el tío con una sonrisilla traidora y sin mirarme a la cara.

―Déjame que me tengo que ir ya, por favor.

―¡Que no!, que no te vas a ningún lao, joder.

―Eddie, tío, por favor.

―¡Que no, coño, que te quedas aquí!

Intenté forzar mi salida a través de la puerta, pero Eddie era más fuerte que yo y me echó para atrás con una advertencia clara de no intentarlo otra vez. Desesperado y con un nudo en la garganta volví a rogar, pero el tío se mostraba inflexible. Cuando empezaron a llegar los abusones, ya me imaginaba de qué iba todo. Eddie no era mal chico, pero su condición de esbirro de Javi y Óscar, y también la rabia de que Rosita me hubiese pedido ella salir a mí cuando llevaba meses rechazándole a él, le llevaron a actuar como un cabroncete, entregándome en bandeja a sus amos Javi y Óscar. ―Ya te ibas ―me dijo de forma amenazadora el Javi mientras avanzaba hacia mí con su característica sonrisa de joker. Vaya colección de abusones y energúmenos que había logrado reunir yo solito, este mérito no me lo podría ya discutir nadie. Detrás de Javi y Óscar estaban todos sus esbirros, con el Pozo, el Tito, Eddie y los Gemelos. También venían acompañándolos mi entrañable amigo Gustavo, con el Pecas y alguno más de los rappers, y parece que no se llevaban mal. Gracias a mí se había logrado por fin la unión de Abusones Viejos y Abusones Nuevos en un solo grupo unificado de matones. Si no estuviese muerto de miedo, me entrarían hasta arcadas: los Viejos, vale, pero los Abusones Nuevos me ponían enfermo solo con pensar en el mucho odio, miedo y asco que les tenía. Casi me daban ganas de inventarme una nueva palabra para definir esto. Los Abusones Nuevos me daban «miedascodio», pero ahora no era el momento de ponerse a crear vocablos. Los abusones avanzaban todos hacia mí y mis antiguos amigos el Bibi, el Pulga, el Pitu, el Kiki y alguno más se habían quedado a mirar en el pasillo, por curiosidad y también con cierta satisfacción pintada en sus caretos.

LOS MATONES DEL PATIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora