EL ARTE DE MANGAR

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EL ARTE DE MANGAR

El Bibi y yo habíamos empezado a firmar y junto con el Pulga teníamos una banda, por decirlo así, de firmadores a la que llamamos «El Grupo». El Pulga ya llevaba firmando un tiempo, práctica que había aprendido en su barrio y que nos fue enseñando poco a poco en todos sus matices. Firmar era una actividad, apasionante aunque arriesgada, que creció mucho gracias a  una nueva cultura callejera, el Hip Hop, que había entrado a finales de los ochenta pegando fuerte en Madrid y entusiasmando a flipadetes preadolescentes como nosotros. Sin embargo, firmar tenía dos dificultades básicas: la primera, más obvia, era que firmar se consideraba vandalismo y si te pillaban haciéndolo, te podías buscar un lío gordo. Ir al director en caso de que te cogiesen dentro del cole, e ir a comisaría y recibir una multa si lo hacía la policía en la calle. Esto sin contar con lo que te harían tus padres, o cualquier señor de bien que te sorprendiese, que justicieros anónimos hay muchos cuando el maleante tiene doce años y pesa cuarenta kilos.

La segunda dificultad era conseguir las herramientas con las que pintar. Había tres tipos de armas básicas que podía utilizar un firmador  para atacar una pared: el kanfort, el rotulador y el spray, y dos maneras de conseguirlas: la compra o el hurto. Dentro de las herramientas, la más rudimentaria, que de hecho no se considera un modo honroso de firmar, sino un truco de principiantes, era el kanfort. Este glorioso invento español es un tubo de plástico con una esponja aplicadora en la punta por donde sale pintura líquida que los ciudadanos corrientes usan para abrillantar sus zapatos, pero que un firmador novato puede utilizar para pintar en una pared de color claro y dejar una firma en ella. La ventaja del kanfort es su facilidad para conseguirlo. En todas las casas había unos cuantos y nadie echaría en falta si desaparecía alguno misteriosamente. Además, el kanfort se podía comprar en una tienda de ultramarinos tirado de precio y sin preguntas incómodas por parte del tendero viejo y carroza que no se enteraba de nada. La desventaja era que como es una manera tan cutre de firmar, más que orgulloso de tus firmas, te avergonzabas de caer tan bajo. Los rotuladores eran una manera más decente de firmar, aunque todavía seguían siendo considerados una manera cutrecilla de pintar. Edding, Poskas y otros rotus en general solo servían para firmar en superficies lisas y hacer pintadas pequeñas, por lo que eran una herramienta típica de los novatos. Los verdaderos firmadores usaban sprays para hacer sus firmas y grafitis en las paredes. Como los sprays pulverizaban la pintura sobre la superficie a pintar, se podían usar en cualquier tipo de pared y el efecto quedaba dabuten. Con ellos los grafiteros madrileños hacían auténticas obras de arte utilizando múltiples botes, intercambiando boquillas y consiguiendo así efectos espectaculares. Novatillos y chavalines como nosotros solíamos más bien hacer churros mal pintados en las paredes del barrio, de los que sin embargo nos sentíamos orgullosos.

Para adquirir rotus o sprays había, como he dicho, dos caminos. Comprarlos era bastante caro y además humillante en cierta manera. Un spray o un rotu bueno se acercaban a las mil pelas y en esa época mi paga era de trescientascalas a la semana. Aun teniendo el dinero, comprar un spray o un Edding 800 era difícil y comprometedor, porque para qué iba a querer un chaval un arma de esta naturaleza si no era para atacar una pared. Más de uno había ido a El Corte Inglés, Pryca u otra tienda a comprar y, aparte de no dárselo, le habían puesto las orejas coloradas llamándole gamberro y vándalo arruinafachadas. Según el Pulga, los firmadores de verdad robaban sus rotus y sprays, pero esto tampoco era nada fácil porque estaban súper vigilados en todas las tiendas y había que ser un maestro consagrado del mangue para lograrlo, aunque, eso sí, cholando te ahorrabas una pasta y te quitabas de miradas chungas y preguntas incómodas al comprarlos. Una tercera opción era comprar en el mercado negro a otros firmadores, en general chicos más mayores amigos de Pulga. Estos te podían hacer mejores precios y te quitabas de momentos embarazosos, aunque también era cierto que te podían timar o incluso robarte tu dinero así, sin más.

LOS MATONES DEL PATIOWhere stories live. Discover now