PEGAR Y SER PEGADO

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PEGAR Y SER PEGADO

Por las tardes, fuera del colegio, se estaba descubriendo ante mí todo un nuevo mundo de vandalismo y pequeños hurtos de mano de otros niños  del barrio y extracción social más baja. Sin embargo, la vida dentro del cole también estaba cambiando. Hasta que empezamos séptimo de EGB todo había sido más simple. Dentro de las clases, aguantar las broncas y rollazos. En el patio, pegar y ser pegado. Abusar de los niños más pequeños y ser maltratado a su vez por los más mayores fue lo primero que aprendí en la escuela. A los pequeños les pegan los mayores, siempre había sido así y así seguiría por los siglos de los siglos. Según fueron avanzando los cursos, cada vez había menos mayores por encima nuestro y más pequeños a los que zurrar y cobrarnos venganza por lo que nos hacían a nosotros los mayores, y aunque todavía teníamos la sombra del temible binomio Javi y Óscar planeando sobre nuestras cabezas, cuando llegamos a séptimo de EGB nos congratulamos de que solo tendríamos unos pocos mayores de octavo curso de los que preocuparnos y muchos pequeños a los que martirizar. Ahí fue cuando la cosa empezó a cambiar.

El primer cambio dramático se produjo en nuestro curso, pero en la otra clase. En nuestro colegio los cursos se dividían en A y B. Nosotros éramos el B y desde siempre habíamos sido más fuertes y mejores jugando al fútbol que los del A, a los que pegábamos a veces, humillábamos con frecuencia, y arrasábamos siempre que echábamos un partido. Pues ahora, de golpe y porrazo, ya no lo éramos. A algún señor político hijodeputa se le ocurrió cerrar un colegio público cerca de Sol y enviar a todos los niños sobrantes a nuestra escuela. Por azares del destino, la clase de 7ºA recibió el refuerzo de seis o siete de estos chicos nuevos, bastante macarras, fuertotes y varios de ellos repetidores. Estos nuevos rápidamente, vamos, desde los cinco primeros minutos del primer día, dominaron al resto de los chicos de 7ºA y se convirtieron en lo que yo llamaría más tarde «Los Abusones Nuevos». De repente los del A ya no eran los corderillos mansos de los que abusábamos los del B, sino una agresiva banda de chicos barriobajeros, que si bien no la tomaron demasiado con los antiguos del A, sí empezaron a abusar de algunos de los del B. Nuestra clase no recibió ningún refuerzo de categoría, salvo Tito, así que ahora la nueva situación era la siguiente. El A y el B estaban muy igualados en fútbol y ellos ganaban en fuerza bruta si hubiese de una pelea. Ahora se daba el caso antes impensable de que había chicos del A que podían abusar de los chicos del B, y lo que era peor, que podían abusar de mí.

Durante los primeros días nos hicimos la ilusión de hacernos coleguitas de ellos, pero poco a poco vimos que esto no sería posible, pues ellos no parecían estar por la labor. Los miembros más destacados de este grupo al que llamaba  los «Abusones Nuevos» o «Los Rappers» por su militancia en una nueva tribu juvenil eran:

El McGyver                 15 años. El chico más mayor y fuerte del cole. Rapper.

El Rambito                   14 años. Estaba cachas y se parecía a Poli Díaz. Rapper.

Alfonso                        14 años. Venía en moto al cole. Rapper.

Gustavo                       13 años. Un bobo chulito y antipático. Rapper.

El Pecas                        13 años. Fuerte y siempre iba con Gustavo.

José Manuel                12 años. Todavía más fuerte que yo.

El Mister                     12 años. El guaperas del grupo.

Recordemos que yo era un niño enclenque de doce años recién cumplidos al que cualquiera de los de arriba solo podía pegar una paliza, y que además estos siempre iban todos juntos. Pues así estaban las cosas, ahora los del A, a los que siempre habíamos ninguneado, eran los reyes del colegio. Bueno, no del todo, solo había un grupo en el cole que podía hacerles frente, y estos eran a los que yo llamaba los «Abusones Viejos».

LOS MATONES DEL PATIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora